El ganador de los ¢1000 millones en la lotería navideña del 2010 no se imaginó que con la solución de sus problemas económicos también vendrían ansiedad, temor, estrés y culpabilidad.
Proveniente de un barrio del sur de San José, hasta diciembre del año pasado tenía las preocupaciones de cualquier asalariado común. Compraba zapatos cada aguinaldo y su paga quincenal le duraba apenas una semana. Aún así, sus preocupaciones nunca fueron tan grandes y difíciles de manejar como cuando a su cuenta fueron depositados ¢1.000 millones, tras ganar un entero completo del gordo de la lotería de fin de año.
Con 34 años, la presión súbita de tener tanto dinero y no saber qué hacer con el; las constantes llamadas de personas ofreciéndole negocios y "ayuda"; y la culpabilidad, hicieron que a los cuatro meses de haberse convertido en millonario le diera un infarto, producto del estrés.
“Estaba amenazado por unos tipos que querían quitarme la plata. Mis conocidos me llamaban y me pedían dinero, mi familia me llamaba y me pedía, el teléfono no paraba de sonar. Tenía mucha presión en el trabajo, yo continué trabajando cinco meses más en la empresa después de ganarme la lotería, pero la gente siempre cuestionaba mi decisión. Yo solo quería seguir viviendo", dijo el ganador en una entrevista concedida días atrás, en el comedor de su amplia, bien amueblada y poco usada casa. Ahí, la abundancia de espacio y la falta de ambiente hogareño remarcaban el eco a sus palabras.
Aunque en un principio el hombre –quien aceptó contar su historia con la condición de no divulgar su identidad– accedía a las peticiones de ayuda económica para los demás, llegó un momento en que las solicitudes lo atormentaban y temía que si seguía en ese ritmo se "iba a quedar sin nada".
“La mayoría de mi familia y amigos se alejó de mí y me dejó de hablar porque pensaron que yo era la solución para ellos, eso me llenaba de ansiedad. Las personas que se me acercaban era solo por interés. En algún momento sentí una soledad terrible y espantosa”.
"No podía solucionarle los problemas económicos a toda Costa Rica", sentencia.
"Me cuestionaba si estaba haciendo bien las cosas, me daba mucho temor ir y gastar ¢100 millones en una casa. Eso me atormentaba, me sentía súper culpable de poder cambiar el closet de ropa y comprarme cosas mientras otras personas no tenían ni que comer”, añadió este josefino, quien recibió el entero de lotería que lo haría rico como un premio a su desempeño, de parte de la firma en la que trabajaba entonces.
A partir de que el entero, con la serie 744 y el número 41, que él tenía en su poder salió premiado, su vida hizo un cambio radical. Comenzó a visitar lugares más finos, tenía la posibilidad de pedir postre junto a su hija cuando iba a comer, compraba ropa de marca y zapatos...
Pasar de vivir en una casa llena de ratones y cucarachas, a otra en un exclusivo condominio, rodeada de seguridad y lujos, cambió a su criterio la forma en que las personas lo trataban.
“La forma en como me miraba la gente fue una de las principales cosas que cambió, la gente me hablaba diferente, como con respeto, yo no entendía porqué. Ya podía conocer a los directivos de la compañia y todo el mundo ya sí me saludaba solo porque tenía dinero, como si eso fuera lo mas importante. Me he dado cuenta que no”, comentó con algo de molestia el millonario.
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¿En qué gasto el dinero? Esa fue una de las primeras preguntas que tenía que contestarse el ganador y que dice le generaba miedo y dudas.
“En mi empresa los directivos se mostraron muy preocupados por mí y me ayudaron a buscar un analista finaciero que me guiara en el proceso. Yo siempre fui pobre, nunca tuve más de ¢500 mil en mi cuenta”, indicó el ganador.
La compra de una casa para él y otra para su hija, la remodelación del hogar de su mamá, compra de muebles, adquisición de carro último modelo, viajes y educación fueron algunas de las cosas que el favorecido compró con el premio. Estas compras, aunadas a los gastos de que ha realizado en este año, han descontado de su cuenta ¢300 millones.
El resto del dinero lo invirtió en la Bolsa Nacional de Valores en títulos del Estado. Dicha inversión le genera entre ¢5 y ¢6 millones mensuales de interés que, según dijo, "es poco dinero" para el estilo de vida que lleva actualmente.
Sin embargo, para el ganador, el hecho de tener tantas cosas y poder comprarse lo que quiera no es suficiente para alcanzar la felicidad.
“Cuando me dio el infarto el dinero no me sirvió para nada, eso lo hace a uno recapacitar del verdadero sentido de la vida. En ese momento deseaba la salud de cualquier indigente. El dinero no lo es todo, hay cosas más importante que uno no compra como la felicidad, el amor y la paz”.
“Para una persona que ha sido pobre toda su vida darse cuenta que de un momento a otro es millonario es súper complicado. Uno no sabe de finazas, yo no sabía cuánto eran ¢1.000 millones, es muy extraño y complicado manejarlo”, indicó.
Actualmente el hombre recibe terapia psicológica para superar la culpabilidad que siente al gastar dinero.
“Odio los lugares caros y finos, me da miedo sentir que estoy aparentando. Cuando voy a ese tipo de sitios me siento mal y me da una crisis de ansiedad porque yo me cuestiono mucho el aparentar de las personas. Esas apariencias las odio y las vomito”, dijo el ganador del premio mayor.
Según comenta, a él practicamente lo hicieron renunciar de su trabajo por su propia seguridad, situación que le dolió mucho porque amaba sus labores. Por el momento se dedica a estudiar y vive de los intereses.
“Ahora trato de estar bien, ya no estoy tan solo. Hoy tengo una novia que me respeta, paso más tiempo con mi hija y la psicóloga me ha ayudado mucho. De las cosas buenas que describiría de ganar la lotería es la tranquilidad económica que uno tiene. Vivir de rico es placentero pero nada más, eso no da felicidad”.
La palabras con las que terminó la entrevista no son las que se esperarían del ganador de ¢1.000 millones en la lotería navideña, “Yo no me considero una persona feliz, en eso estoy, en la búsqueda de la felicidad”.