Washington. EFE. Gordon Scott, que pasó de socorrista de un hotel en Las Vegas a Tarzán de la selva, murió esta semana a los 80 años en un hospital de Baltimore, debido a complicaciones surgidas tras varias operaciones cardíacas, se anunció ayer.
Scott, quien fue el undécimo Tarzán después del mítico Lex Barker, vivió durante sus últimos cinco años en el barrio de Brooklyn en Baltimore, Maryland, donde fue acogido por Roger y Betty Thomas, una pareja que le admiraba como actor.
El matrimonio declaró a la prensa que Scott “no tenía a nadie más”, puesto que había perdido el contacto con el resto de su familia.
Scott nació en Portland, Oregón el 3 de agosto de 1926, allí pasó su infancia y luego decidió matricularse en la Universidad de Oregón, sin embargo, solo asistió a las clases durante un semestre.
En 1944 se alistó en el Ejército donde sirvió como sargento y policía militar hasta 1947.
La fortuna le sonrió cuando, mientras trabajaba como socorrista en el hotel Sahara, de Las Vegas, el productor de Hollywood, Sol Lesser, se fijó en su cuerpo atlético y pensó que podría encarnar al legendario Hombre mono.
Tras superar a 200 aspirantes, en 1953 firmó un contrato de siete años para encarnar al protagonista de las novelas de Edgar Rice Burroughs, y filmó cinco películas como Tarzán , el personaje por el que será eternamente recordado.
En su debut en la gran pantalla, con Tarzán y la selva escondida , se enamoró de su compañera de reparto, Vera Miles, con la que estuvo casado de 1954 a 1959.
Tras su divorcio se casó dos veces más, y de sus matrimonios nacieron al menos tres hijos, pero la familia de Scott asegura que de su vida privada ni ellos ni casi nadie conocen todos los detalles.
En 1960, Scott decidió colgar su taparrabos y trasladarse a Italia, donde actuó en películas del género Spaghetti Western y encarnó a héroes como Hércules o Remo –el hermano de Rómulo–, este último en la producción Duelo de Titanes.
Ninguno de los supervivientes de la familia de Scott estuvo a su lado cuando murió el pasado lunes en el hospital Johns Hopkins.
Únicamente lo acompañaron los esposos Thomas. La señora Thomas explicó que a pesar de la gravedad todavía fue capaz de guiñarle el ojo desde la cama del hospital, y es que, según declaró, si este “fortachón” tenía una debilidad esta eran sin duda las mujeres.