A él no lo asusta la chaqueta del muerto, pero toma sus precauciones porque sus reportajes contra los corruptos generan mucha roncha; ha recorrido todo el arco del periodismo, desde practicante hasta director de un canal televisivo.
Como Tartarín de Tarascón, todos los días mata un león; en su caso, pesca un corrupto o denuncia algún abuso con los fondos públicos. Por eso lo han carrereado, insultado, amenazado, sacado a empellones, recibido portazos y madrazos, tildado de doberman, perro de traba y engendro del diablo; aunque solo es un humilde “cartucho” de Paraíso, que hace lo que sabe y lo que puede: ser periodista.
Eso sí, su nombre produce taquicardia en más de algún “gato bravo” con los bienes públicos y, para la mayoría de los ciudadanos, es la espada contra los “choriceros”: Greivin Moya Carpio.
Como único miembro de la unidad de investigación de
En su Paraíso natal (Cartago), anduvo a pata pelada hasta los ocho años, cogió café para comprar “regalitos” en las Navidades, uniformes y útiles escolares. Impenitente mejenguero en el polvazal de la plaza, fogoso, inquieto como un tábano, empunchado y soñador. Ganó una beca y se fue a Oregon, donde estudió y jugó futbol americano; como pateador estrella salió en la prensa local.
Regresó a este cafetal y comenzó a estudiar historia, probó con la antropología, pero en su interior lo carcomía el gusanillo del periodismo. Ya lleva 25 años en ese oficio y algunos le ven cara de pensionado; empezó en
En tanto tiempo ha hecho de todo: practicante, reportero, editor, director ejecutivo de un programa, productor radiofónico y director de una televisora. Llegó a Canal 7 en 1988 y estuvo 13 años, ahí fundó
Greivin no vino del planeta Kriptón, ni usa capa, anillos verdes o uniformes raros debajo de la ropa; nació en el hogar de don Gonzalo y doña Evangelina, que les dieron a sus once hijos los únicos poderes que sirven: valores religiosos, principios morales y una lúcida conciencia de lo bueno y lo malo.
--No, si alguien se siente así no es mi culpa. Yo no llego con un látigo, ni un chuzo eléctrico a presionar a nadie, cuando entrevisto a alguien cuestionado las pruebas demuestran que él pudo haber cometido el ilícito. Nunca abuso de la gente, ni me aprovecho de su ingenuidad.
--El tiempo me ha dado la razón en la mayoría de los temas investigados. Nunca pierdo la perspectiva; soy un profesional del periodismo, no un justiciero, ni el doberman Moya o un perro de traba como algunos me etiquetan.
--No. No soy puro ni incorruptible; soy un ser humano como todos; no soy de esos que se visten de Supermán, soy una persona normal que trata de hacer bien su trabajo, pero no faltará quien me ponga una zancadilla para minar ese esfuerzo.
-- ¡Diay, no sé! Tengo tiempo de no hacerlo. Con la lectura de documentos uno va analizando las situaciones; para la comprobación no ocupo cámaras o micrófonos. Si los usara de nuevo sería para algo justificable y que tenga un valor público. Antes lo consultaría con mis jefes.
--Nunca, contra nadie, mucha gente me ha tratado mal; pienso que jamás el periodismo puede servir para sacarse el clavo y menos para hacerle daño a las personas. Lo que sí creo es que la opinión pública debe conocer cómo las personas se involucran y cometen hechos irregulares y esculcan los dineros públicos.
--Cada vez que puedo me baño en humildad con ruda, cúrcuma y hojas de güitite para no crecerme, como otra gente que sale en tele y cree que ellos son la verdad. No soy un narcisista, soy un profesional que estudió para ayudar a la sociedad y ser útil.
--En el colegio formé parte de varios clubes e hicimos una banda musical. Fui presidente del gobierno estudiantil, jugué baloncesto y futbol. Estudié en Oregon mediante el American Field Service y ahí pasé un año que me marcó para toda la vida. Tuve las mejores notas y me gané una beca para la Universidad de Oregon, pero regresé por mis padres.
--Me gradué en la Universidad de Costa Rica; cursé algunas materias de licenciatura y otras de maestría en la Florida International University. Me habría gustado ser abogado, pero he leído tantos libros y leyes que al menos tengo el nivel introductorio en derecho.
--Trabajé en el Instituto de Estudios Políticos, de tendencia demócrata cristiana; fui regidor suplente en la “muni” de Paraíso durante el gobierno de Luis Alberto Monge. Recibí cursos en Guatemala y Venezuela; esa fue mi única participación política.
--De la forma más dolorosa. En los últimos años de carrera trabajé en la Unidad de Divulgación de la UCR y tenía un amigo, Miguel Arturo Ramos. Él laboraba en Notiseis y murió cuando regresaba de una cobertura periodística en Corcovado. Me llamaron –en 1986– para suplirlo.
--A las semanas de empezar en Notiseis –en abril– ocurrió el crimen de Alajuelita; llegué de primero al lugar y tuvimos un gran impacto. A partir de ahí inicié una extensa labor como sucesero con la ayuda de Antonio Alexandre; él era director del noticiero y me ayudó a improvisar en un medio tan caliente.
--¡Diay, pregúnteme a mí!, será por que no conozco otro oficio. Además, tengo pasión por lo que hago; soy más incisivo que otros, más directo, no sé si duro, pero sí transparente y la gente se identifica con mi lucha contra la corrupción.
--Realicé muchas investigaciones y me quedo asustado de cómo hice tanto en tan corto tiempo. El caso del IDA sobre la concesión de parcelas a funcionarios de esa institución es uno de los que más me ha impactado; hice como 25 reportajes y recibí el Premio Joaquín Vargas Gené.
--Con mucha malicia indígena. Siempre me fijo de dónde vienen los balazos, porque esto se presta para muchas sacadas de clavo por parte de gente que ha sido maltratada o de otra en las que la conciencia les pesa y cuando ya no tienen ningún ligamen público deciden hacer alguna denuncia.
--Una vez que recibo la denuncia, ya sea por teléfono, carta, correo electrónico, fax, o como sea, verifico que esa información tenga cuerpo, es decir, datos relevantes. Compruebo la información con ayuda de expertos, informes, investigaciones técnicas, testimonios y voy afinando el caso. Algunos temas son más complejos que otros, pero los voy manejando para avanzar con todos en el tiempo que tengo disponible. Cuando ya tengo listo el reportaje voy donde el encartado a preguntarle, no su opinión, sino a cuestionarlo sobre los hechos que cometió. De inmediato hago la programación; a veces puede tardar una semana o dos en salir al aire. Si no puedo comprobar nada, o el involucrado actuó en el marco de la ley, no divulgo nada.
--Ese tema lo venía tanteando hacía unos seis meses, pero nadie se animaba a dar declaraciones o a involucrarse; hasta que hablaron los que eran “gorreados” con el horario, les pagaban menos que a quienes tenían contratos y los “chavalos” se sacudieron y así se destapó el tamal.
--¡Nunca me han arriao! Me han empujado y dicho de todo. Algunos llaman a la policía, otros me amenazan con presentar denuncias; muchos son amables y algunos me quieren agredir. ¡Qué dirán cuándo me voy!
--No se por qué se molestó, pero cuando se exaltó yo agarré mis chunches y me fui, consideré que no era apropiado conversar con una persona que estaba fuera de sus cabales, gritando, me dijo perverso; no era para que reaccionara así. Igual ocurrió con el alcalde de Quepos, que me echó la policía por el cuestionamiento sobre la venta de unas cámaras a la municipalidad.
--Voy con el camarógrafo y el chofer y primero vemos por dónde es la salida. Tengo mucho cuidado y prevengo la reacción del entrevistado cuando toco la puerta o entro a buscarlo. Nunca hemos salido aventados; sí nos han pegado sustos y una vez un perro nos carrereó.
--Yo me cuido adónde voy, no me expongo demasiado, no voy a cantinas, salgo solo con mis amigos; una vez una señora en una farmacia me increpó por el asunto de unos pastores evangélicos y me dijo que era un enviado del diablo. Los más afectados son los que reclaman.
--La gente me llama a cualquier hora, conocen mi celular, el teléfono de la casa, de todo; me cuentan desde lo más simple a lo más complejo. Mi mujer se enoja; a veces la pongo a contestar y pido que manden un correo electrónico.
--Un poco, hay que leer muchos expedientes, comprobar la información, ordenar las ideas, redactar y realizar la producción visual. Siento que en algún momento lo dejaré y me lo dirá el tiempo; no me veo haciendo esto dentro de cuatro años, pero si es así ni modo. Si alguien quiere compartir lo que hago lo acepto, pero no tengo pupilos.
--Dedicarme a las consultorías; tal vez meterme de lleno en ayudar a la comunidad o involucrarme en movimientos para reorientar las inquietudes sociales y personales. A veces me da la taranta de escribir sobre los casos más sonados y el proceso seguido.
--Hace falta mucha capacitación en televisión; este es un medio que debe asumirse con gran responsabilidad, no solo para verse bonito ante la cámara.
--Como 26 mil colones mensuales. La pasaba bien, no era un gran ingreso, pero era lo que ganaba un periodista y estaba soltero.
--Con Marcela Castro; ella labora en Cabletica. Vivimos en Curridabat, cerca de nuestros parientes y del trabajo.
--Con los años se me quitaron las ganas. Tengo muchos sobrinos y ellos llenan esos vacíos. Soy muy apegado a los niños, me encanta jugar con ellos y retroceder a la infancia.
--Soy muy familiar; me encanta ir a la playa, caminar por la montaña; conversar con la gente en una pulpería de pueblo, mejenguear con mis amigos; anhelo pocas cosas y todas muy sencillas, uno ocupa poco para vivir. Cocino, hago mariscadas, carnes al horno, macarrones con salsas. De hambre no moriré.
--Algunos me dicen que debo buscar la salida, porque no es común que alguien de mi edad, 52 años ande reporteando; yo les digo que en otros países es un lujo. Me ven la cara de pensionado