Cuando salió de La Habana' ¡válgame Dios!... fue el segundo golpe que se llevaría en la vida, y aunque recibió bastantes más los encajó con la sonrisa y el donaire que la convirtieron en un mito viviente de la tele local.
Si todo sale como se espera, el otro año el libro de
Justo mérito para Doña Inés, tal como la conocen varias generaciones de ticos, que tararean el tema musical de su programa y se criaron con las variopintas charlas de los incontables expertos, asiduos consejeros de abuelas, madres e hijas, desde el 8 de febrero de 1963.
La primera emisión arrancó en canal 4, pasó al 6, siguió al 7, estuvo en el 2 y ahora en Canal 13, de lunes a viernes a partir de las 2 de la tarde, y si por la víspera se saca el día no hay quien la reemplace y
Doña Inés es infatigable, se levanta temprano y se acuesta tarde; lee con fruicción, es productora de radio y televisión, estudió mercadeo, publicidad, locución, dibujo y música. En el interín estuvo casada 55 años con Ernesto Revuelta (+), y tuvo tres hijas: Inés, Irene e Ivannia. Sobre la muerte de su marido, calla un instante y afirma: “Dios me da fortaleza, me hace mucha falta, pero esos temas privados me los guardo para mantenerme optimista y alegre.”
Con la energía de un ciclón caribeño se mantiene activa gracias a una buena alimentación y ejercicio diario; eso sí, sin haber recibido nunca “clases de hula-hula” ni nada parecido asegura doña Inés.
Solo un infarto, en el 2002, la sosegó once días, pero volvió al
--Se me olvidó la edad. Cuando oigo a una persona decir que le faltan pocos años para pensionarse y que piensa sembrar una huerta yo le digo que eso se hace a cualquier edad. Una debe continuar activa; hay que seguir mientras la mente pueda pensar y crear. Quedarse en la casa es empezar a deprimirse, a desgastarse. Hace poco leí de una monjas de 90 años que escriben libros, dan clases y están todo el día ocupadas.
--No me siento vieja. Todas las edades tienen algo bonito; vivo lo que tengo ahora; soy lo que soy y en lo que estoy; me levanto con la misma energía y me acuesto con el mismo cansancio.
--Nada, n inguna, no tengo tiempo para eso.
--Me alimento bien; no consumo grasas; todos los días hago ejercicio; relleno los sudokus; hago crucigramas y leo cualquier cosa que cae en mis manos. Una tiene que estar alerta porque no sabe cuándo aprende algo nuevo.
--¿Es una señora anticuada?
--Para nada. Sí daría algo por vivir una semana, nada más, en aquellos años en que las mujeres salían de paseo en carruaje, con caballos, ropa ancha; pero estoy contenta de vivir en estos tiempos. Estoy al día con la tecnología aunque no me meto mucho en eso de las redes sociales, son muy útiles pero tampoco hay que involucrarse demasiado.
--¿Qué hacían sus padres en Cuba?
--Eran españoles. Mi papá, José Sánchez, era conductor de tranvía y murió cuando yo tenía 12 años; mamá, Inés Guarde, era ama de casa y vivió aquí conmigo. Tengo dos hermanas: Filín y Elena.
--No soy de hacerme muchos peinados y el maquillaje solo lo uso para salir en la televisión. Me gusta ser como soy. Evito llamar la atención y voy poco a reuniones grandes.
--Dos veces. La primera en la niñez por la pobreza con que me crié. La otra, cuando tuve que salir de Cuba –en 1961– recién casada y con mi hija Inés, de apenas un año y nueve meses.
--Soy católica; de niña estudié en la Escuela Santa Angela de las Madres Ursulinas;
--Ya no, después del infarto que sufrí en el 2002. Si Dios quiso que viviera fue por algo. Salí fortalecida de la clínica, sin miedo. Estuve del otro lado y regresé; comprendí que Dios me lo había dado todo sin darme cuenta.
--Sí. Muchos de mis colaboradores tienen décadas de estar conmigo; por ejemplo Katsouko Hojo, una japonesa con la cual comencé a divulgar la cultura japonesa desde 1970, cuando nadie sabía qué era un kimono, el ikebana, el sushi o un bonsai. La embajada de Japón me distinguió por dedicar más de 40 años a difundir esas costumbres.
--Los japoneses pueden tener muchas necesidades y siempre siguen adelante, no se sientan a llorar, caminan, luchan, ayudan a otros pueblos.
--Es el único de carácter educativo en el mundo entero que se trasmite de manera ininterrumpida desde hace 49 años. Los once días que duré en recuperarme del infarto mi hija lo mantuvo en el aire.
--A la gente le gusta lo que hago, la prueba está en la audiencia ya que nadie se anunciaría sin tener beneficios. Antes salía a buscarlos, ahora ellos vienen. Trato a cada patrocinador como si fuera el único, me meto en su negocio y me entero de todo lo que hacen.
--Nunca. Mi lema es : lo que está bien no se toca. Lo importante es el contenido, no la forma o el escenario. Mi esposo encontró la música en los archivos de Radio Monumental y hoy hasta los niños la tararean cuando me ven en la calle o en el supermercado.
--¿Cuáles fueron los años dorados de la televisión nacional?
--Cada época tiene su mística y sus éxitos. Los primeros años de la tele fueron buenos; las escenografías eran muy bien logradas y con menos recursos que ahora. Había buenos y malos presentadores..
--Buenos y regulares. Hay gente que presenta sin tener un guion, no piensan, solo hablan cuando se enciende la lucecita roja e improvisan; hacen entrevistas sin profundizar en la persona. Las generaciones actuales tienen muchas facilidades, antes había que esforzarse mucho para salir en la televisión.
--Vivo en un apartamento sencillo, con una gata callejera que se llama Misu; no tiene raza pero si un corazón que me quiere mucho. Suelo visitar a mis hijas: Inés, Irene, Ivannia, todas son profesionales y con hijos. Mi esposo, Ernesto, murió hace cinco meses.
--Es un animal fuerte, elegante, ágil, cariñoso, inteligente. Quiero uno pero no puedo mantenerlo.
--Ese es un proyecto que sigue en pie; esa fue una idea de un amigo periodista que me motivó para enviar los documentos que acreditan a
--Trabajo para vivir. Tengo un carro y no puedo cambiarlo todavía. El costo de la vida sube y hay que llegar a fin de mes. No me gusta tener lujos o mucho dinero, me agradaría viajar a otros países y conocer más. Vivo de manera sencilla; hago malabarismos –como todo el mundo– para que el dinero alcance.
--¿ Tiene buen carácter?
-- Si, pero me enojo con la gente vagabunda y mentirosa. La mentira me pudre.
--Muchos, unos más fuertes y otros menos, pero salí adelante. Llevo una vida tranquila, sana, no consumo licores, fumé durante mucho tiempo y un día lo dejé con la ayuda de un homeópata.
--No estoy de acuerdo, creo que el matrimonio es para fundar un hogar y pienso que, sin juzgar, el matrimonio debe ser entre hombre y mujer porque así fue creado por Dios.
--¿Y los políticos?
--Alguien tiene que gobernar; son necesarios. No estoy metida en la política, una vez me quisieron meter pero no acepté; no es lo mío.
--¿Qué tal va con su libro?
--Avanzado, no sé cuando lo terminaré; en parte son vivencias; es una mezcla de todo; tengo años escribiéndolo, voy poco a poco.
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