Puso el micrófono en el suelo, se irguió a la orilla del escenario y así, a capella , Jairo cantó las últimas estrofas del Ave María para ofrecer la muestra final de su voz impecable, educada y libre de artificios.
El público no pudo más que aplaudir de pie ese desenlace del concierto que lo cautivó de principio a fin el pasado sábado, en el Costa Rica Country Club.
La presentación dio inicio a las 9:30 p. m., una hora y media después de lo programado, pero este fue un detalle mínimo para las personas que ya habían esperado por años la visita del cantante argentino.
Cuando este salió al escenario pantalón, camisa y saco negros cualquier reproche quedó de lado para dar paso a un repertorio encabezado por canciones del intérprete que poco se conocen en el país.
Quienes ansiaban escuchar sus grandes éxitos recibieron con agrado el preámbulo, pero las emociones comenzaron a vibrar con más fuerza al asomarse los primeros acordes de Tu alma golondrina. Los presentes se unieron al coro: y así te fuiste de pronto, sin adiós, sin despedida...
"Para mí es una gran satisfacción venir a cantar por primera vez en Costa Rica (...) Gran parte de mi carrera ha transcurrido en España y Francia y, por un problema de distribución, muchas de mis canciones no llegaban aquí, pero en adelante trataremos de que eso no suceda más", dijo él.
Luego, el espectáculo ofreció una combinación equilibrada entre lo nuevo contenido en su último disco Balacera y lo viejo, donde tanto vibró el romanticismo de las baladas como la fuerza mística de canciones que parecían evocar danzas indígenas en medio de la selva.
Recorrido musical
El intérprete hizo un reconocimiento a Atahualpa Yupanqui, una de las figuras que ha luchado por la igualdad en Argentina y Latinoamérica. Alegre e investido de un gran carisma, Jairo se adueñó del escenario y bailó con ímpetu varias de sus piezas.
De nuevo, la gente se deshizo en "¡bravos!" y algunas mujeres amenazaron con llorar cuando le llegó el turno a El valle y el volcán . "Esta fue la primera canción con la que tuve éxito en Argentina", señaló.
El artista aprovechó ese recuerdo para hacer un recorrido por varias etapas de su carrera y narrar momentos importantes de su estadía en Europa. Cantó en francés, bailó al ritmo de un pasodoble y evocó al poeta Antonio Machado con La Saeta , poema del español musicalizado por Juan Manuel Serrat.
Con el teclado, el bajo, las guitarras y la batería, cinco músicos fueron cómplices de Jairo en esta velada que recibió una inmensa mayoría de comentarios favorables por parte de los presentes, a pesar de su inconformidad con las angostísimas mesas que se dispusieron en el lugar.
Mientras hacían malabares para acomodar sus platos y vasos en aquel espacio tan reducido, algunos opinaron que aquello parecía el Mercado Central y que los anfitriones dieron muy poco a cambio de la suma de dinero que se cobró por las entradas (¢20.000).
Jairo anunció que se acercaba el final de su presentación a las 11:15 p. m., antes de comenzar el conocido estribillo: Juntos iremos con las golondrinas ...
Sin embargo, con sus aplausos, el público no permitió que el argentino se marchara sin cantar nos verán llegar... ; morir enamorado... y me basta con saber que estás muy cerca ...
Después de agradecer al público y de perderse tras el telón del escenario, el cantante regresó al escuchar que todos insistían en "¡otra, otra!".
Se agachó, puso el micrófono en el suelo, y puso el broche de oro a la velada.
Jairo bailó, tocó la guitarra, e interpretó con ímpetu cada una de sus canciones.