Hace tres años Kurt Dyer se quitó la careta. Renunció a su puesto como ejecutivo de una gran compañía trasnacional y cambió el saco y la corbata por una guitarra.La decisión –para muchos una total locura– le dio la posibilidad de dedicarse 100 por ciento a su mayor pasión: la música. Cantar –según confiesa– es lo que mejor sabe hacer en la vida. Cuando canta, siente que toca el cielo. Sin embargo, llegar ahí no fue nada fácil. Tras una niñez reprimida vino una larga búsqueda de sí mismo, un viaje existencial que fue interrumpido por severos ataques de ansiedad, depresión y pánico, que al final culminaron con su renacer como persona y como artista.
Padre de tres hijos de tres mujeres distintas, a sus 35 años de edad Kurt dice sentirse en paz y feliz. Lleva una vida sencilla, sin metas ni aspavientos.
No cree haber luchado para alcanzar nada. Sus logros en la música y el cine (actuó en las películas El Sanatorio –2010– y El fin –2011–, ambas del cineasta Miguel Gómez) es algo que “simplemente sucedió”. Su filosofía de vida se resume en el Carpe diem. Vive el día día y cuando sea viejo, ahí verá.
Alto, flaco, con pinta de hippy o de mechudo chancletudo, según se vea, Kurt se sentó a tomar un café con nosotros una tarde de marzo para contarnos sin reparos, con lenguaje coloquial y malhablado –como en una película de Gómez– íntimos y reveladores detalles de su historia y de su vida.
--¿Le costó renunciar a su trabajo para dedicarse por entero a la música?
--Me costó en el sentido de que nunca lo había considerado, ni siquiera me había pasado por la mente esa posibilidad. Además, en ese momento estaba casado... ¿usted ha estado casado?... porque usted sabe que uno todo lo filtra con la pareja.
--¿Cuánto tiempo llevaba en su último empleo?
--Ocho años en una compañía trasnacional. Antes había trabajado cinco en una empresa de mierda que odiaba.
--¿Y por qué le costó tanto la decisión?
--Porque yo pensaba, ¿quién me va a contratar si me despiden? En ese momento para mí no era una posibilidad llegar a vivir de la música.
--¿Qué puesto tenía?
--Gerente de compras. Me iba muy bien. Hasta me mandaron a Inglaterra año y medio, pero las varas caen por su propio peso y cuando me empezó a ir bien con la música pensé, “ya, esto no es para mí. Estoy ganando lo mismo con la música que con mi trabajo de ocho a cinco en esta empresa que no me llena nada”. Fue cuando dije, ¡me voy! y renuncié en cuestión de un mes.
--¿Y cuánto duró casado?
--9 años. Ahí tuve a mi hija Nicole, que ahorita tiene once.
--¿Cómo empezó el rollo de la música?
--Yo canté toda mi vida en mi casa y todo el mundo me oyó cantar y nunca nadie me dijo que qué bonito que cantaba. Fue hasta los 16 años que me atreví a cantar y a tocar el bajo y la guitarra con dos majecillos con quienes no me daba tanta pena cantar y ellos me decían, “mae, usted canta bien”, y yo decía, “¡verdad que sí! ¡Verdad que yo canto bien!” Yo sabía, ¡qué hijueputa! Toda esa vida desperdiciada porque para mí, yo siento que me di cuenta de eso tardísimo.
--¿Nunca cantó en la escuela o en el cole?
--Jamás me hubiera expuesto yo en un cole o en una escuela, en un acto cívico. Jamás, jamás, ¡nunca! Eso para mí era algo inconcebible.
--¿Por qué? ¿Por tímido?
--Por mis tatas siempre sentí un gran peso de ser lo que yo sentía que no era. Para mi tata los músicos eran unos perdedores y ellos (los papás) querían que fuera profesionalmente muy exitoso y yo en mis adentros decía, “yo no voy a poder hacer eso nunca”.
--¿Qué querían ellos que usted fuera?
--No sé, doctor, abogado, dueño de una empresa y yo siempre supe que no iba a poder serlo.
--¿Por qué pensaba eso?
--Porque no tenía el impulso. En cambio, todo lo que tenga que ver con creatividad, como la música, siempre me ha salido sin ningún esfuerzo.
--¿A qué le teme ahora?
--Le tengo miedo al fracaso. Yo me expongo o a la gloria total, o al fracaso. Eso suena contradictorio, pero es así.
--¿Vive pendiente de la aceptación de la gente?
--Ah sí, totalmente. Yo estoy condenado a eso.
--¿No es un peso muy grande?
--Es espantoso. Si yo tuviera un 25 por ciento más de la confianza que tengo ahora estaría por ejemplo haciendo stand up comedy, que ya tengo el material y me gusta la comedia. Solo me hace falta el impulso para hacerlo.
--¿Por qué tan derrotista?
--Yo siempre he sido así. Por eso te digo que las cosas siempre me han pasado, porque por ese miedo yo nunca he intentado mucho y sin embargo las cosas me suceden. Es como cuando Marvin Araya (director de la Orquesta Filarmónica) me escoge a dedo y me dice, “yo quiero que usted cante en el Tributo a Los Beatles” y yo digo, “¡uy mae!”.
--Pero no es cualquiera el que se para en un escenario con la Filarmónica a cantar y lo hace bien. ¿Eso no le da confianza?
--¿Confianza en qué?
--En usted mismo. Para que se la crea.
--Pues sí, últimamente he agarrado más confianza, tampoco es que soy idiota. Yo sé que yo soy bueno, por decirlo así, pero solo porque hay indicadores externos.Tengo años de cantar y hasta hace poco yo digo que soy cantante. Antes cada vez que lo decía hacía comillas con los dedos, y ahora yo digo, “puta yo soy cantante, dejá de hacer comillas.”
--¿Cómo era Kurt de niño?
--¿Qué le digo? Era pésimo con los deportes. Escribía historias de terror en sexto grado que todo el mundo en la clase se las pasaba para leerlas y la gente del cole en vez de fomentarme esa vara y decir, “este mae se la juega escribiendo”, lo que hicieron fue decir que tenía problemas serios y mandarme donde un psicólogo.
--¿Qué estudió cuando salió del colegio?
--Estudié dos años administración porque no tenía idea de qué hacer con mi vida. Después estudié psicología. Fue una época en donde me metí en muchas religiones y andaba en una búsqueda espiritual muy intensa.
--¿Qué resultó de esa búsqueda?
--Fue algo realmente bonito porque tuve un despertar psicológico y al Universo y comencé a perder el miedo de haber estado toda mi vida metido en una caparazón. A conocer la vida por mí mismo, no por lo que me habían dicho que era.
--¿Por dónde anduvo?
--Me metí en budismo, en budismo zen, psicología transpersonal, pero después me saturé de leer tanto y de ver tantas contradicciones y desemboqué en una especie de escepticismo, pero de vivir una vida feliz y de hacer los mejor que pueda sin preocuparme mucho por el más allá, o de si hay alguien ahí sumando y restando lo que hago para dictar un veredicto sobre qué va a ser de mí cuando me muera.
--¿Qué edad tenía entonces?
--Eso fue a los 19, cuando tuve a mi primer hija, Cristina (de su primera relación), que tiene 15 años.
--¿Cómo se lleva ahora con sus papás?
--Muy bien, (ninguno de los dos vive en Costa Rica). Ahora mi tata se llena la boca de mí y se siente orgulloso. Él se arrepiente de haberme metido toda esa mierda en la jupa. Y yo creo que también se arrepienten (sus papás) de no haber sido más observadores y darse cuenta de que yo tenía buena voz, que era bueno para la música y que mejor hubieran dicho: (imita la voz de ellos) “te vamos a sacar de esas clases de Taekwondo en donde te pegan esas pichaceadas y te vamos a meter en clases de guitarra, ¿qué te parece?” ¡Jamás!
--Se nota mucho resentimiento de su parte...
--Sí, sí, claro y en muchos niveles. Diay, ellos eran unos guilas de 19 y 21 años cuanto me tuvieron y no estaban nada listos para ser tatas. Pero ellos se han reivindicado en muchas varas y fueron buenos tatas en otras cosas.
--¿Cuál ha sido el trance más difícil en su vida?
--Padecí de trastornos de ansiedad y ataques de pánico durante nueve años. Esa fue una etapa muy difícil. También estuve clínicamente deprimido como por un año, luego recibí terapia y terminé asociándolos con toda esta vara que es mi vida, del rollo con mis tatas, de quién soy yo y quién soy yo en este mundo y qué debo hacer con mi vida y pude trascender todo eso en otro cambio psicoespiritual, mucho más centrado en mí mismo y pude salir adelante.
--¿Por qué habla con tanta libertad de sus rollos personales?
--Porque para mí lo más importante es que me conozcan como soy y que de ahí partan para tener una impresión de lo que soy como artista. Los artistas que yo más admiro son los que son más sinceros, que no andan jugando de cool, o que nunca se dan por menos. Yo me jodo demasiado, la gente que me sigue en Twitter sabe que yo me hago mierda y me ridiculizo, pero igual me gusta ridiculizar muchas cosas.
--¿Qué cree que dirá la gente después de leer esta entrevista?
--Mucha gente a la que probablemente le caigo mal van a decir, “ay sí, ahora este mae está jugando de pobrecito, cuando todos sabemos que el mae es un creído”. Yo no sé... hay tantas concepciones de uno mismo... no hace falta ser un músico famoso para que la gente tenga mil concepciones de uno.
--¿Quién es entonces Kurt Dyer?
--Soy una persona demasiado autorrealizada. Cuando la gente dice que tiene un sueño, muchas veces es en realidad un objetivo. Cantar para mí sí era un sueño porque nunca imaginé que lo haría y ahora es algo que logro muchos días de la semana. Y con esto de la actuación es como ponerle la cereza al pastel.
--Algunos piensan que usted no actúa, que lo que hace es representarse a usted mismo en las películas.
--Yo creo que en eso sí tengo que darme un poco más de crédito. Yo creo que no es tan fácil porque en la forma que hago los chistes o el sarcasmo que ves en las películas sí es la forma como yo lo haría, pero en mi defensa, sí me jalé una actuación diay, que se ve natural en las dos películas.
--¿Le interesa seguir en la actuación?
--Sí. Ojalá que con El fin me ayude y me empuje a poder desarrollar algo, un corto escrito por mí, o algo escrito por alguien con quien conecte.
--¿Cuál es su rutina?
--Estar con mis hijos y mi novia (Solana Schumaher, con ella tiene un bebé de dos años, Julián), nada más, y en la noche tocar. Yo no soy aventurero ni ese tipo de cosas. Más bien soy muy achantado. Me gusta estar seguro con mis cosas.
--¿Está enamorado?
--Sí. Más porque acabamos de volver, estuvimos separados ocho meses. Pensé que no iba a volver con ella. Ha estado duro, pero ha estado bonito también. Es una mujer que me desvela...para bien y para mal (se ríe).
--¿Se siente famoso?
--No. Diay, más famoso que... diay guevón, que mi hermano, sí. Pero yo creo que famoso diay, Ignacio Santos. Depende de donde esté. Si voy a Jazz Café probablemente sí. Aquí (en Bagelmen’s) no. El fenómeno mío es curioso porque nunca he pegado nada en radio, nunca he pegado un video, y si soy conocido me gusta pensar que es por mi talento.
--Usted más que todo toca covers, ¿verdad?
--Sí.
--¿Y lo basurean por eso en el medio?
--Ah sí. Igual es una pérdida de tiempo que lo hagan porque yo siempre quise ser un cantante. Curiosamente yo me dí a conocer con la música original, pero mi objetivo principal es que la gente me considere un buen cantante y no necesito más que eso. ¿Que ese maje solo canta covers? Sí, pero canto bien covers, así como uno puede ser un buen barrecaños.
--Antes de Nada tocó en otro grupo. ¿Cómo se llamaba?
--Diente guapo.
--¿Y ese nombre?
--Mae, es el peor nombre de la historia de la música costarricense después de...(dice el nombre de un grupo, pero luego entre risas pide que no lo ponga porque son “compas” y al rato y lo resienten).
--¿Y qué pasó con Diente guapo?
--Comenzamos a tocar en bares pero a nadie le gustaba y no tuvo mucha relevancia.
--¿Y con Nada?
--Nos fue muy bien. Fue mi primera oportunidad de componer música y de tocar en un escenario y que hubiera gente que le gustara y eso fue muy chiva. Hicimos 10 canciones en 6 años y sacamos un disco.
--¿Y por qué dejó la creación original por los covers?
--Diay los covers son como mi brete. Un brete que me encanta. En diciembre saqué un disco mío (Las respuestas no importan cuando las preguntas no existen) que no le he hecho mucha bulla porque me metí con la promoción de El fin, pero que incluye mis composiciones de los últimos cinco años. Se puede descargar en www.kurtdyer.com y está a un dólar la venta.
--¿Y cómo va?
--Diay bien, a mucha gente le ha gustado por dicha y la gente me pide las canciones en mis conciertos. Tocar con grupos es una cosa que disfruto mucho, porque la mayoría del tiempo toco solo.
--¿Qué ofrece Kurt como artista?
--A la gente le gusta mucho ver cómo paso de un género a otro. Uno de mis fuertes es que soy muy versátil.
--¿Hay algo que no toque?
--Sí, no toco nada de trova porque no me gusta y yo todo lo que toco es porque me gusta.
--¿Qué tan amplio es su repertorio?
--Tengo como 500 canciones de más de 200 artistas. Desde los 60’s para acá, Rock, Pop, Metal, Reggae, Hip Hop, Ska, Punk, Alternativo, R & B, un poco de rock en español, aunque la mayoría es en inglés.
--¿De Luis Miguel?
--Tengo una que me gusta.
--¿Cuál pieza?
--La incondicional. De hecho me gusta más No sé tú,, bueno ese es un cover del mae pero tiene demasiados acordes y me da pereza.
Eso es algo que también yo creo que a la gente le gusta de mí, que se siente que soy honesto, se me nota la pasión. Hasta el hip hop, porque hasta donde yo sé aquí no hay nadie que cante y que también rapee.
--¿Qué siente cuando está en el escenario?
--Es el único momento cuando me siento yo. Cuando canto, ese es el lugar existencialmente correcto para mí. Es cuando siento que hago lo único en lo que realmente soy bueno en la vida y me siento realizado.
--¿Y qué lo “bajonea”?
--Estar mal de la voz o estar ronco me trae abajo. Un “gallo” me arruina a mí la noche. Yo soy mi peor crítico.
--¿No piensa que va a ser de Kurt en la vejez?
--Eso me lo preguntan a veces y con cierta cizaña siento. (Imita una voz cizañera) “Bueeno, pero no vas a cantar para sieempre”.
--¿Y qué responde?
--Ahí veré mae, ahí veré.