Solo una queja tuvo Melita Norwood al final de sus días: que se le expusiera a tan avanzada edad a la mirada inquisorial de un mundo que, curioso e incrédulo, trataba de aceptar que esta sencilla abuelita hubiese sido la espía más importante de la Unión Soviética en Gran Bretaña durante la Guerra Fría.
"Pensé que me iría al otro lado con el secreto", reclamó en 1997 a diario londinense The Times, días después de que un universitario de Cambridge, Christopher Andrew, descubriera su historia al estudiar documentos entregados a Occidente por un exoficial de la KGB, Vassili Mirokhin.
El partido de oposición pidió su procesamiento "por 40 años de sostenida traición". Sin embargo, el entonces Ministro del Interior, Jack Straw, convino en que esta bisabuela no debería ser perseguida y ni siquiera entrevistada por los servicios de seguridad debido a su avanzada edad.
Nacida en 1912, de padre letón y madre inglesa, Norwood heredó el amor a la izquierda. Inició su trabajo como secretaria en la Oficina británica de investigación sobre metales no ferrosos después de entrar en el Partido Comunista, con 25 años.
En 1935 fue recomendada por un fundador de este partido a la precursora de la KGB (la NKVD).
La oficina en la cual trabajó era una institución especializada en el desarrollo del potencial nuclear británico después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Desde 1945 suplió información acerca de este proyecto.
A pesar de su relativa pequeña posición, Norwood removía los materiales de los archivos de sus superiores y los fotografiaba con cámaras diminutas para pasarlos luego a su superior soviético, con quien se reunía en los suburbios al sureste de Londres, en el sector donde vivió en una humilde vivienda hasta el fin de sus días, el 2 de junio anterior.
Ella tuvo acceso a importantes documentos científicos y tecnológicos de inteligencia, al punto que investigaciones motivadas en los periódicos británicos por el descubrimiento de la espía concluyeron que Stalin supo más acerca de la bomba atómica británica que muchos ministros, a quienes el premier inglés prohibió informar de parte del desarrollo del proyecto.
Según sus propios comentarios, Norwood se convirtió en espía por razones ideológicas y nunca aceptó los múltiples ofrecimientos de dinero que le hizo el gobierno soviético.
"Hice lo que hice no para ganar dinero, sino para prevenir la muerte de un nuevo sistema que tenía grandes costos dando a la gente ordinaria comida y transporte, una buena educación y salud", comentó en el momento.
En 1935 se casó con Hilary Norwood, un comunista y maestro de matemáticas con quien crió dos hijas. Muerto en 1986, su esposo fue el único de la familia que conoció del segundo oficio de Melita, quien no pudo llevarse el su secreto a la tumba.