Cinco mujeres se encuentran en un festival de cine femenino. Ellas hacen cine, pero están ahí como parte del jurado festivalero. Cuando se reúnen, entre las cinco se conjuga un mundo especial de emociones, las ideas se ponen en ebullición y las revelaciones (entre ellas) dan cuerpo a un filme mexicano de sensibilidad femenina: Las caras de la Luna (2001), dirigido por Guita Schyfter, costarricense residente en México.
La simbología tradicional identifica a la mujer con la Luna y al hombre con el Sol. Lo que sucede es que cuando se juntan cinco mujeres, llenas de sensibilidades muy especiales, la Luna resulta muy lunera: allí vemos las caras de la mujer, humanas e igualmente contradictorias, y cada rostro es una reflexión importante, poética. Es lo mejor de la cinta.
En la complejidad de la conducta femenina, Las caras de la Luna hace un estudio emotivo sobre la vida, sin caer en la confrontación feminista, a la vez que muestra el papel creativo (y valiente) de la mujer en las distintas transformaciones sociales. De esa manera, la película semeja retazos o pinceladas de esa América nuestra gangrenada por la injusticia.
No hay duda de que, en ese afán, es importante el trabajo de las actrices en juego. Y allí está, para demostrarlo, todo el vigor y el calor de Haydeé de Lev, actriz valiosa en el teatro costarricense. Junto a ella están la argentina Carola Reyna, la estadounidense Geraldine Chaplin, la española Ana Torrent y la mexicana Carmen Montejo. Ellas encarnan con pasión a las cinco del jurado, acompañadas por la mexicana Diana Bracho (como la coordinadora del festival).
El guion fue escrito por Hugo Hiriart (con diálogos inteligentes y fino humor) a partir de la idea de Guita Schyfter de unir en un relato a distintas mujeres, personajes que ella ha conocido en su vida. Tal vez el filme se alarga más de lo prudente en sí mismo (sin aportar detalles nuevos), pero es evidente que está hecho con amor, algo que sentimos los espectadores.