Por Roberto Rojas Monroy
Bogotá, 5 nov (EFE).- Las fugas de cárceles, guarniciones e incluso de la sede principal de la Fiscalía colombiana en la última semana, han puesto al descubierto la fragilidad en la seguridad de esos centros de reclusión.
Disfrazados de mujer, en las mismas narices de la guardia, en un vehículo idéntico al utilizado por los fiscales, o, incluso, dentro de un colchón enrollado, los narcotraficantes, guerrilleros y militares retirados y condenados, han salido de las prisiones colombianas.
"Solo falta que se nos vuele alguien de Cómbita", dijo esta semana el vicepresidente Francisco Santos, visiblemente molesto por las fugas de un guerrillero de las FARC y un mayor retirado del Ejército, condenado por un atentado fallido contra un dirigente de la izquierda.
En Cómbita están recluidos, a la espera de que se defina su situación, decenas de detenidos cuya extradición reclaman otros países, principalmente Estados Unidos, y casi todos por narcotráfico.
A las fallas del sistema penal y de la justicia, además de la impunidad y la corrupción se suma la inseguridad.
El pasado martes se informó de que Hernando Buitrago, considerado un importante jefe de una columna de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), logró salir de los calabozos de la Fiscalía General en Bogotá sin que, al parecer, nadie se percatara.
Y el jueves, el mayor César Maldonado, un oficial del Ejército, se fugó de un cuartel en Bogotá en el que estaba recluido.
Maldonado estaba condenado a 27 años de cárcel por el fallido ataque con sicarios al hoy representante a la Cámara Wilson Borja, el 15 de diciembre de 2000.
Las dos evasiones, que generaron escándalo y algunas destituciones, recuerdan otras salidas, no menos famosas, de "personalidades" en los centros de reclusión del país, entre ellas la célebre fuga del fallecido jefe del desarticulado "Cártel de Medellín", Pablo Escobar, en junio de 1991.
Escobar y más de una decena de sus lugartenientes lograron burlar varios "anillos de seguridad" dispuestos en una de las cárceles más conocidas y custodiadas del país, pero también la de menor tiempo de funcionamiento, "La Catedral", cerca de Medellín.
Ese penal, que se construyó para acoger a los miembros del cártel de Medellín sometidos voluntariamente a la justicia, se estrenó con Escobar, pero dejó de ser una cárcel con su célebre evasión, ocurrida el 21 de julio de 1992.
El poderoso narcotraficante anduvo prófugo hasta que fue abatido un año y medio después.
La primera fuga de un delincuente famoso se registró en Bogotá el 19 de marzo de 1986.
Más de un año atrás, el 29 de abril de 1985, fue detenido el hondureño Juan Ramón Matta Ballesteros, considerado entonces como uno de los diez narcotraficantes más importantes del mundo, socio de Escobar y del también fallecido Gonzalo Rodríguez Gacha, alias "El Mexicano", jefe del "ala militar" del Cártel de Medellín.
Matta Ballesteros, quien poseía enormes propiedades en Colombia gracias a sus negocios en el mundo de las drogas, se escapó de la Cárcel Modelo de Bogotá "y nadie se dio cuenta", según diarios de la época.
Pocos años después fue detenido en su país y extraditado a Estados Unidos, donde purga una larga condena.
De "La Picota", otra cárcel bogotana, igualmente con "pabellón de alta seguridad", salió "sin ser visto" uno de los jefes del también desarticulado cártel de Cali, José Santacruz Londoño, alias "Chepe" o "El Estudiante", a finales de 1995, pero murió en una operación policial en Medellín en marzo de 1996.
De la misma cárcel se evadió tres años después, el 31 de diciembre de 1998, Hugo Antonio Toro Restrepo, alias "Bochica", jefe de un presunto grupo rebelde.
Toro Restrepo, de quien algunos medios de prensa informaron de que ha muerto de un infarto de miocardio en el sur del país, salió de la cárcel vestido de mujer y, como en los casos anteriores, tampoco nadie se dio cuenta.
Otro 31 de diciembre, pero de 2001, la guardia de "La Picota" fue testigo de la salida del penal de un enorme colchón. Lo que no vieron los responsables de la vigilancia era que, enrollado, iba el extraditable estadounidense James Spencer, detenido en Medellín dos años antes y quien aguardaba su envío a su país. EFE
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