Su vida ha transcurrido de finca en finca, desde su infancia entre los cafetales de los Montealegre y las caballerizas de su abuelo Adrián Collado Quirós, quien “en 1902, importó los primeros caballos españoles de raza”.
Su padre, Adrián Collado Montealegre, llevó la afición familiar a Cartago, “a Coris, Paraíso y La Lima, porque quería tener ganado de leche”.
A la edad de 13, ella fue reina en el Colegio La Salle y, desde entonces, Laura Collado Sobrado mostró el hierro del cual está hecha, con una personalidad extrovertida, emprendedora y de batería inagotable.
Con su madre, hizo los Estudios Generales y vivió con su padre la pasión por la tierra y los caballos.
Justo al lado del Paseo Metrópoli, su Hacienda Cartago desafía al imponente vecino de concreto como una imagen de postal con casa típica, cerca blanca, carretas de pasto, animales domésticos y el hierro que ha marcado a sus caballos preferidos: Dólar, Victoria, Rival y Poseído.
–¿Cómo fue a dar a una finca sancarleña durante 26 años?
–Cuando me casé, fui a vivir a la finca de mi primer marido en Altamira y, siempre con ganas de tener algo propio, le pedí a papá que me ayudara a comprar un aserradero que se llamó El Gavilán. Fui muy feliz allí.
– ¿Cuánto le forjó el carácter?
– Mil por mil, como a todas las mujeres de finca. En esa época, no había teléfono, había que hervir el agua, se cocinaba con gas y la electricidad era de generador. Me tocaba viajar dos veces al día por camino de lastre desde la finca a Pital, porque los dos aserraderos trabajaban 24 horas.
– ¿Qué bosque le dolió voltear?
– En aquella época, había que botar montañas para sembrar y criar ganado porque los bancos no prestaban si usted no tenía el campo limpio. Así funcionaba, pero hoy creo que desde el kínder se debería dar una materia de educación ambiental. Aun así, nosotros fuimos de los primeros en reforestar. Ya luego vino el divorcio, me quedé con los dos hijos y eché para adelante a arrancar la finca en Cartago. Hace 12 años, me casé con Luis Aubert. También estuve muy enferma.
– Otra forja de carácter.
– Sí y por eso veo el mundo con una televisión a colores, aunque los demás lo vean en blanco y negro. La vida hay que vivirla intensamente y trato de cargarle las baterías a todo el mundo.
– ¿Los caballos y el hierro AC (Adrián Collado) eran de la Hacienda Cartago?
– No, cuando papá murió, mamá me los heredó porque sabía que yo tenía la pasión. Acá solo había una casa vieja. Entonces, me iba a las demoliciones a comprar cosas y, poco a poco, empecé a hacer cuadras y cercas, porque siempre he creído que uno tiene que hacer lo que se puede y no presumir de lo que no tiene. Luego, una finca sin animales no es finca y volví a montar la lechería, eso se trae en la sangre.
– ¿Cuánto mueve el negocio de los caballos?
– Ahora está parado porque no es un bien de necesidad y genera gastos.
–¿No es una inversión como comprar oro o arte?
– No es algo que uno compra hoy para vender más caro mañana, porque el caballo es muy delicado y se puede morir en cualquier momento de un cólico. Además, el gusto de uno no es el gusto de otro. Por eso, vender caballos es un arte.
– ¿En qué ha sido artista Laura Collado para innovar?
– En 1993, llevamos a Poseído 18 a Estados Unidos y fue el primer “Campeón joven” obtenido por un caballo extranjero. Acá llegó el Poseído I y ya vamos por el 65; le llamo “la cuna de los Poseídos”.
– Y todos vienen de La Poseída...
– Poseída fue la primera cartujana que regresó a la finca de los monjes en España y su primera cría fue de papá. Fuera de España, soy la principal criadora de caballos cartujanos .
– ¿Quiénes son los mayores criadores del país?
– De Paso Costarricense, Jorge Gutiérrez y Joaquín Vargas; de Ibero, Javier Romero, y en españoles, Roberto Federspiel y yo.
– ¿Usted es la única mujer criadora de Centroamérica?
– Sí. Hace poco invité a la gente del Patrimonio Nacional de España para evaluar e innovar. Vamos a renovar sangres.
– ¿Cómo se llamará?
– Tardamos como unos diez años y quisiera darle con gran orgullo el nombre de estirpe Collado, un caballo de trabajo mezcla del vistoso pinto, con la nobleza andaluz, el pulmón árabe y la velocidad del inglés. Tengo los sementales y los vientres son de gran calidad y a bajo costo.
– ¿Cuánto valen?
– Hacemos unas tres subastas al año y vendemos de 10 a 20 potros que empiezan en ¢500.000; mi idea ha sido que el hierro AC (el hierro con el que se marca el ganado) esté en todo el país.
– ¿Cómo, en lugar de importar, exporta a España?
– Eso viene de 1998, cuando unas cebras de un circo marroquí llevaron la encefalomielitis y hubo que matar a muchos caballos. Entonces, compraron las líneas que papá tenía acá porque no las tenían allá.
– ¿Cuáles caballos se venden más?
– Depende del gusto, un cantante como Joan Sebastian viene acá porque le gustan los caballos vistosos pero que troten en un solo lugar, para él cantar.
– ¿Le compra a usted?
– No, pero sé que ha comprado muy caros. Es que el gusto por un caballo es personal. La persona que se monta en un caballo se crece.
– ¿Sentido de poder? ¿Creerse estrella?
– No, más bien da seguridad, como en la equinoterapia.
– ¿A cuál personaje le ha vendido?
– Don Fidel Castro tiene caballos españoles y le pidió consejo a Patrimonio Nacional de España y, como ellos me recomiendan como alguien puede exportar cartujanos igual o mejor que ellos, entonces vino un emisario y compró a un Poseído.
– ¿En cuánto?
– Es privado.
– ¿Le han ofrecido comprar el suyo?
– Una vez vino un señor y dijo que venía a comprar “el caballo negro de Laura Collado”.
– ¿Vendió a Rival?
– No. Le dije que era el caballo que papá había criado para mí. Otra vez, un presidente de otro país quería que se lo prestara y le expliqué que el caballo propio no se presta.
– ¿Cómo sobrevivió al machismo ganadero?
– Para darse a respetar hay que prepararse, tener el norte muy claro y dar paso firme y serio. Así he salido adelante en un negocio donde últimamente hay ganaderos que no montan. Yo veo la finca a caballo y eso es parte del disfrute de ser criadora.
– El jefe debe saber para pedir. ¿Sabe atender a un caballo?
– Absolutamente todo, desde cómo se lava un caballo y se limpia una cuadra.
– En el 2008, el país exportaba 250 caballos.
– Ahora, apenas unos 50.
– La UNA está usando implante de células madre en tendonitis. ¿Están trabajando el tema?
– No, pero el nivel del país es muy profesional. Nosotros estamos en traslado de embriones de otros países, que pueden venir en termos o en vientres.
– ¿No los han criticado por bioética?
– No veo por qué, el semen se congela o se pide un embrión porque se necesita ese animal.
– ¿Tener caballo sigue siendo sinónimo de estatus?
– Antes se tenían los caballos en las fincas, pero ahora hay profesionales que compran pero no lo pueden tener dentro de la casa.
– ¿Cuánto cuesta mantener un caballo?
– Unos ¢100.000 mensuales.
– ¿Apuesta en las carreras?
– No me gustan las apuestas.
– ¿Qué le han enseñado los caballos?
– El caballo es muy agradecido.
– ¿La ha botado algún caballo?
– No porque soy muy respetuosa. El caballo no es traicionero; el que es irresponsable es el jinete cuando se monta en un caballo que no conoce.
– ¿Por qué se dice “tope” y no cabalgata o desfile?
– Se debe a la tradición de ir a topar al ganado que pasaba de una finca a otra por el camino del arreo o porque venía de una corrida.
– Algunos critican convocar a los pobres a apiñarse para ver a los ricos pasearse en sus caballos.
– Esta es una tradición que viene del trabajo de nuestros antepasados en los pueblos. Los caballos están en nuestra cultura y el jinete alista su caballo, fino o de trabajo, con igual esmero para llevarlo a un evento donde llegan familias que no tienen posibilidad de verlos de cerca en las ciudades.
– En el 2005, hubo 2.000 jinetes piratas. ¿Le gusta esa idea de finos mezclados con candidatos a carnicería?
– Claro, eso es el ser costarricense.
– Hablando de carnicería, en Europa hay un escándalo. ¿Ha comido carne de caballo?
– No, nunca, pero sé que allá es un delicatessen .
– ¿Qué ha hecho con los que mueren?
– Tenemos un cementerio en la finca.
– ¿Ha sacrificado alguno?
– No, me encariño con ellos; los dejo que mueran viejitos.
– ¿Cuál caballo le ha quitado el sueño?
– Poseído III y Rival, porque no pude estar cuando murieron.
– Usted es muy clásica para vestir, pero algunas jinetes se inspiran como en Lady Godiva.
– Así como hay un código para vestir en la oficina, debe haber un código de vestimenta para ir a un tope, que es un evento familiar diurno. No hablo de lujos; hablo de camisa, pantalón, botas, sombrero. Hay que mantener la tradición y subir el nivel.
”Parte de lo que podría regular un comité cívico es la vestimenta, que no haya maltrato animal, que se pague la cuota para el Hospicio de Huérfanos y un seguro”.
– ¿Va a Palmares?
– Antes, pero ahora me parece peligroso manejar caballos en espacios reducidos y con tanta gente.
“Por la seguridad de los jinetes y de los animales”.
– En el 2006, usted ofreció hacer sola el Tope.
– Es que si el Tope no se hacía, corríamos el riesgo de perder la tradición. Me llamó el alcalde Johnny Araya y me preguntó: ‘¿Es cierto que harás El Tope con la Muni o sin ella? ¿Qué ocupás?’ Y le dije que el mismo recorrido de siempre y que los beneficios fueran para el Hospicio de Huérfanos de San José.
– ¿Sigue usted en el Hospicio?
– No, desde hace unos años. Para mí, el éxito del Hospicio sería que, el día de mañana, la junta directiva fuera de gente exitosa que vivió allí y quiera manejar la entidad.
– Es una de las financistas de Johnny Araya?
– No.
– ¿Quién heredará el hierro AC?
– Mis hijos Camila y Alfredo. Son abogados, pero son excelentes jinetes. Tienen la capacidad y sé que también la pasión.
– ¿Es cierto que Paseo Metrópoli le ofreció comprar, pero usted pidió una suma tan alta que no hubo trato?
– No soy de ese tipo. Les vendí una franja de 4.000 metros para que llegaran al río. En algún momento, podríamos hacer algo en conjunto porque es parte del avance de Cartago.
– ¿Cómo debería seguir siendo el costarricense rico?
– Hay que entender que el dinero puede hacer mucho bien o mucho mal. Yo pago la planilla para que me cuenten si lo que están ganando les alcanza, ver qué necesidades tienen, tenemos una relación de respeto y cariño. En nuestro país, el trato humano con los empleados no se debe perder jamás, porque es la paz.
– ¿Cómo distinguir a un nuevo rico?
– Muy fácil: antes, las marcas se escondían; ahora las enseñan para que sepamos lo que les costó, pero el perfil bajo es parte del ser costarricense. En el colegio, teníamos el mismo uniforme, la misma lonchera y los mismos 25 centavos para el cono, nada más. Cuando papá cambiaba de carro, se lo compraba del mismo color para que no se notara. Ahora unos quieren viajar en jet , teniendo avioneta.