Livia Gutiérrez y Alejandro Barboza tienen mucho en común. Ambos exploran el entorno como quien busca una respuesta, se miran en la gente que miran y a través de sus cuadros reconocen el mundo.
Ella pinta y él hace fotografías y entre ellos hay una familiaridad íntima que se hace evidente en los gestos que repiten cuando hablan, en el tono de voz y en la extraña complicidad que aparece cuando cada uno habla del trabajo del otro.
Y es que Livia y Alejandro están unidos, no solo por el arte, sino también por los lazos sanguíneos; ellos son madre e hijo y, para ambos este mes de febrero tiene un sonido particular.
Alejandro inauguró, la semana pasada, su primera exposición individual en la galería José Luis López Escarré ubicada en el café del Teatro Nacional.
Y la semana que viene, la galería Joaquín García Monge cubre sus paredes con Estuco, una muestra de la obra reciente de Livia Gutiérrez.
Algo esquivo
Una imagen vale más que mil palabras, dicen algunos; tal vez por eso, Alejandro Barboza es tan esquivo para hablar, recorre de un lado a otro su estudio de fotografía y nos muestra sus trabajos desde el comienzo.
Se detiene en la luz de cada cuadro, señala cada uno de los personajes que habitan sus obras y, poco a poco, como con gotero, su voz se suma al relato.
"La historia empezó hace unos años, cuando aún estaba en el colegio. Todas las mañanas, antes de entrar a clases, subía al segundo piso del hotel Imperio y miraba; fui todos los días durante años y comencé a reconocer a las personas, a saber de sus vínculos, sus rutinas y, a la distancia, pasé de ser testigo a ser parte de ese ambiente. Entonces, empecé a hacer las fotos".
Alejandro es paciente y observador, sabe anticipar los movimientos de los otros y esta siempre listo para disparar... con la cámara.
Para él, lo importante, es tener un proyecto y construir las fotos partiendo de sus propias experiencias vitales.
"Creo en la gente, en la relación del hombre con la naturaleza, creo que es posible ser honesto y hago fotos para que la vida no me sea indiferente".
Momentos es la primera exposición individual de Alejandro. Antes de esta, las paredes del Museo de Arte Costarricense y el Museo del Niños fueron también testigos de sus obras.
Entre cuatro paredes
Livia Gutiérrez es una mujer intensa, pasional, que se desborda en trazos y colores.
Pinta de todo y en todas las técnicas y los cuadros inundan su casa. "He hecho paisajes, retratos, desnudos, abstractos, bodegones; he pintado con acuarelas, con acrílicos y al óleo, he trabajado mucho siempre, casi sin pausa".
Y, sin embargo, a pesar, del ritmo incesante de su producción, desde 1997 Livia no hacía una exposición individual y, en estos cuatro años, le cambió hasta la firma, antes ponía su nombre completo, ahora solo las iniciales.
"No había vuelto a exponer un poco porque no es tan fácil conseguir una sala y, otro poco porque estaba en un proceso de transición y reconocimiento, estaba volcada hacia dentro, buscando algo en mi interior".
Y así apareció Estuco , la exposición que se inaugura el 14 de febrero en la Galería Joaquín García Monge.
"Partí de los paisajes que siempre me han acompañado y llegué hacia al hogar, hacia esas cuatro paredes que nos protegen, nos aíslan y nos asfixian a veces; ese espacio que determina nuestra intimidad. Y, comencé a proyectar en las paredes, como si fueran pantallas, partes de mi vida y, entonces, aparecieron las grietas del tiempo, las rejas, las ventanas, las tapias y las puertas".