Una fresca y particular noche se vivió el jueves en San José; largas filas y rostros expectantes alrededor del Teatro Melico Salazar aguardaban por escuchar en vivo al argentino de las mil historias y enamorado empedernido de la “dichosa” Celia, de Fanny y de Estelita.
Un teatro colmado de fanáticos, jóvenes algunos, pero mayoritariamente adultos, respiró por filosos momentos el olor de la ansiedad pura en medio de una tenue luz.
Leo Dan estaba a punto de “serenatear” en vivo a quien estuviera presente, tal como muchas Marys y Marisas (que, aludidas por conveniencia) soñaron algún día.
La hora esperada estaba cerca; el ídolo de generaciones, el famoso Leo Dan estaba en el lugar, era un sentimiento que se veía claramente reflejado en la mirada ilusionada de cientos de señoras, que, en minutos, estarían a punto de revivir su más tierna juventud en un torbellino de recuerdos.
Luego de un breve y fino abrebocas por parte del trío femenino Matices (que interpretó tres canciones), la mesa estaba servida. Leo Dan estaba a punto de entrar a escena. Sus músicos, algo apresurados, acomodaron los instrumentos (no fuera que el público se desesperara, muchos menos las agraciadas madrecitas presentes).
Torbellino. Cuando todo estuvo listo entró el robador de pasiones, uno de esos personajes que no necesita de una buena estampa para sacar el piropo más escandaloso del público (el teatro josefino y todos los presentes fueron testigos de ello).
Sonaron los teclados, las guitarras irrumpieron y una Promesa a viva voz encendió el coro de voces. “Te he prometido que te he de olvidar”, expresó Leo; su tema abridor enganchó al público, casi no tuvo que cantar, el Melico lo hizo por él.
De inmediato, Leo sacó un “as bajo la manga”, un gran sentido del humor comenzó a aflorar y a hacer click con la audiencia. Los músicos que le acompañaron fueron el blanco de sus comentarios jocosos, pero hasta el cantautor Ramón Palito Ortega salió trasquilado en un par de ocasiones (¿qué tendrá Leo contra Ramoncito?, pensó alguno).
Y se rajó Leo con el movido y atrevido tema Estelita , para luego complacer con Pero Raquel, canción que aprovechó para atizar la ilusión femenina. “Tres señoras que suban para cantar conmigo”, dijo el cantante; este fue un llamado más que popular, las voluntarias sobraron y como ocho damitas subieron a tropel, en lo que significó uno de los momentos más cómicos e interactivos de la noche.
En un balcón del teatro, una señora fue la envidia de todas, era una de esas Marys soñadoras; con sigilo se acercó Leo, y muy cerquita le dedicó una de sus más románticas tonadas, Mary es mi amor , en un acto que hizo latir corazones y emocionó visiblemente a la homenajeada.
El cierre. Amor Divino (uno de sus temas más conocidos y coreados) abrió paso para la interpretación de Celia , Por un caminito, y un repaso general de los temas que lo lanzaron a la fama internacional.
Con A la sombra de mi mamá homenajeó a las madres y aprovechó muchos espacios para hablar de su conversión personal y para predicar mensajes cristianos.
Se despidió tres veces del escenario y dos veces fue devuelto a fuerza de gritos, el clásico “¡otra, otra!” Leo respondió con más y variados éxitos (de esos le sobran) pero el final definitivo llegó con Marissa , el “adiós, adiós, amor” de la canción sirvió de final.
Se fue Leo y todas despertaron en un profundo suspiro.