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Leo: El holandés errante

Si de músico, poeta y loco todos tenemos un poco: Leo van Schie Bus no es ni músico, ni poeta, pero sí bastante loco como para seducir al telespectador con sus estrafalarios e infaltables sketch en el programa La ½ Docena.

UUn día decidió dejar su natal Holanda y rodar tierras; montó en su bici y comenzó a gastar vida. Pedaleando, pedaleando, pedaleando recorrió Europa y “saltó el charco” hasta Canadá. Frisaba los 20 años y tenía el corazón de un nómada.

Se graduó de profesor de inglés y conoció a unos estudiantes que lo “entotorotaron” para que se fuera a Brasil, porque allá “Todo mundo ‘quer falaf ingles’’”.

Ni lo pensó.. Hizo un motete, subió a su bici y cruzó Estados Unidos, llegó a México y encalló en Costa Rica, en 1982. En Peñas Blancas nadie lo importunó con trámites migratorios o sobornos. En La Cruz alquiló un cuarto en ¢35 y se compró un banano en una peseta. ¡Era el paraíso!

Un alemán le dio trabajo de sabanero y Leo cambió su “caballito de acero” por uno de verdad. Ordeñó cabras, hizo cuajada, herró bestias, reparó cercas, arreó ganado y aprendió de los peones.

El gusanillo aventurero lo picó otra vez y marchó a Puntarenas donde vivió en el barquito de un español. Aprendió a pescar con cuerda y acabó pescado por Lidiethe, una porteña.

Volvió a Europa y se carteaba con ella; aunque aquí tenía esa novia, amaba más a su bicicleta. Así estuvo cinco años y un día le propuso matrimonio ¡ A Lidiethe, no a la bici¡ y le dijeron: “Venga y nos ponemos de acuerdo”. Fue en 1987 y sentó sus reales en Santa Lucía de Heredia.

Leonardo, un viejo fraile holandés, le había dicho: “Leo, un día serás un gran maestro.” Por eso comenzó a enseñar inglés a unos chiquillos. Anduvo de la Ceca a la Meca hasta que consiguió una plaza en el Saint Francis College, donde conoció a los integrantes de La ½ Docena.

Después de ser cartero, pescador, finquero, operario, pregonero, repartidor, oficinista, conserje, agricultor, profesor, reciclador, sabanero, marinero y Dios sabe que más' terminó siendo actor.

--¿Qué significa todo eso que masculla al final?

--Es en holandés; todo lo que digo tiene sentido y está relacionado con lo que ocurre en ese sketch. La primera persona que me entendió lo que decía y me llamó fue la secretaria de la Embajada de Holanda. Hago juegos de palabras, bromeo, canto; los holandeses se mueren de risa al escucharme.

--¿Cómo sabe lo que debe decir?

--Me sale natural. Todo lo improviso, a veces mientras la modelo actúa yo pienso lo que diré. Los muchachos de La ½ Docena son los primeros sorprendidos con mis salidas y les agradan.

-¿De dónde le sale la vena de actor?

--De ningún lado, no soy actor, soy profesor de inglés y la gente se confunde cuando se los digo. He trabajado en escuelas, academias y colegios.

--¿Cómo lo embarcaron para que hiciera ese personaje?

--Nunca había ido a ver las presentaciones de La ½ Docena porque no entendía nada, hablaban muy rápido y yo estaba como “burro en lancha”. Ellos eran mis alumnos en el Saint Francis y me ofrecieron unos boletos de cortesía y cuando llegué a retirarlos me plantearon el negocio: querían cerrar con la audición a una modelo que conseguía el trabajo por guapa; yo interrumpía con mis tonterías. Me ponían una ropa estrafalaria que yo mismo buscaba y así de fácil.

--¿Por qué inventaron ese cierre?

--No tengo la menor idea y los muchachos tampoco. Originalmente era amarrar al público para que durante los créditos no les dieran el perillazo y hacer algo interesante en ese tiempo. Pienso que soy una parodia de sus profesores. La broma consiste en que diga incoherencias, nada más.

--¿Qué lo impulsa a realizar ese trabajo?

--Me siento orgulloso de hacer reír a quienes hacen reír a los demás. Ellos están en la butaca y mis ocurrencias les divierten. En los primeros programas lo hacía solo, frente a un fondo azul y era muy aburrido.

--¿Y cuánto gana?

-- Tengo seis años de hacer eso. Al principio no quería que me pagaran porque eran mis estudiantes y para mí un estudiante es para toda la vida. Por cada sketch recibo ¢20 mil; es como un salario extraordinario, otro aguinaldo. Estoy contento así.

--¿Cuál ha sido la evolución de su personaje?

--El primer año interactuaba con una modelo a la cual interrumpía con la frase: ‘Yo no hablo español’. En el segundo salía con un tico famoso, el cual le enseñaba algo a los muchachos y yo cortaba la escena diciendo que él no sabía nada y explicaba, en holandés, como debía hacerse. Me daban una palabra o un gesto clave para intervenir. La tercera temporada fue una combinación de las dos anteriores, solo que debía romper la pantalla. Para el cuarto año interpretaba en inglés una canción, El sol brilla cada mañana. En el quinto hice una mezcla de todo lo anterior: interactuaba con los actores; cantaba, hablaba holandés y era un metiche. Fue el año que más trabajé. En este sexto año volvimos al sistema del primero; hago juegos de palabras, me dan permiso de cantar lo que quiera y alguna gente en la calle me reclama por qué no canto siempre lo mismo.

--¿Estaría dispuesto a cambiar esa rutina?

--Me agradaría hacer algo diferente pero los productores me prefieren así; es divertido y hay otros actores en el programa que hacen muy bien su trabajo. Cada uno en lo propio.

--¿Por qué la gente lo confunde con un gringo?

--En Costa Rica hay más gringos que holandeses y tal vez porque canto en inglés; siempre me llamaron gringo loco o gringuito en todos mis viajes por Centroamérica; en México me tiraron piedras por eso.

--¿Quién decide qué dice y cómo actúa?

--Solo soy un actor invitado, así aparece en los créditos. Una vez me pidieron escribir unas líneas pero me limito a lo mío y tengo libertad para improvisar y solo me indican de qué se trata la escena.

--¿Quién lo recomendó para ese trabajo?

--Fue Mario Chacón. Él se acordaba de mis lecciones y cómo se divertían en las clases de inglés conmigo, porque yo siempre les decía: ‘Yo no hablo español’. Primero pensaron en darle el papel a un chino o a un árabe, pero mejor no se metieron en líos con esas nacionalidades, y como aquí hay pocos holandeses estos no se molestarían tanto.

--¿Cuáles semejanzas hay entre el humor holandés y el tico?

-- En Holanda hay un programa parecido a La ½ Docena que se llama Farsa Mayor, con cinco muchachos. El humor tico es más crudo, está relacionado con situaciones personales.

--¿Es usted chistoso?

-- Para nada. Dicen que me muevo, hablo y hago reír a los demás. Pero no lo hago para ser chistoso, es que soy así. Soy natural y así les gusto.

--¿Cómo filman los sketches?

--Esta temporada hicimos 22 sketches en dos días; fue así, rápido. El primer año filmábamos seis por día; como me equivocaba mucho o no era lo adecuado, debía repetir hasta diez veces la escena. Ahora todo es más corto; ya saben lo que quieren de mí y lo que puedo hacer; mientras la modelo actúa yo monto las ideas. En una ocasión me tomé fotos con las modelos y se las mandé a mi papá en Holanda.

--¿Qué trato le dan en la calle?

-- Me reconocen y no me quejo. La gente me trata bien, me pide autógrafos, se toman fotos conmigo.

Solo una vez un compañero me dijo que por favor no me volviera a vestir de bailarina porque me veía horrible. Pero a veces bromeo y les digo a las personas que me confunden porque yo soy profesor, no ese actor. La gente me conoce y me ayuda.

--¿Qué opina su familia del programa?

--Mis hijos no lo ven. Solo una vez el menor, Francis, lo hizo y le gustó y para mí fue una gran satisfacción. Cuando lo veo con Lidiethe me duermo al ratito.

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