LÍMITE SIN LÍMITES, este es el espacio en que se mueven tres chavalitas curvilíneas, verdaderos arcángeles de la justicia, que llegan al cine en su segundo largometraje, titulado Los Ángeles de Charlie 2: Al límite (2003). La película cuenta de nuevo con la dirección eficaz y videoclipera de McG (pseudónimo de Joseph McGinty Nichol).
Ya conocemos la historia (que en esta secuela serafínica se remonta a la niñez de cada uno de los ángeles): se trata de la recuperación para el cine de una de las series más populares de la tele, protagonizada en sus primeras entregas por Jaclyn Smith (quien tiene una aparición especial en esta querubínica secuela), Kate Jackson y la inolvidable Farrah Fawcett Majors.
Eso fue, en tele, allá por los años 70. Sin embargo, los ángeles fueron cambiando en actrices y la serie se alargó. Ahora, en cine, las figuras angelicales (sin alas) nos llegan con la presencia de Cameron Díaz (como Natalie, desenfadada invitación al pecado original), Drew Barrymore (como la alborotera y, esta vez, cuestionada Dylan) y Lucy Liu (como Alex, belleza envuelta en el exotismo).
Solo que esta vez el personaje de Bosley cambió de piel (y de color). Así, del actor Bill Murray que lo encarnó en la anterior cinta, ahora tenemos a Bernie Mac, a quien se le saca más provecho en las situaciones de humor, porque al argumento de esta secuela le gusta armar sus vacilones, sus ironías y sus burlas.
También aparece la actriz Demi Moore, en un personaje llamado Madison Lee, mujer de más edad, pero de galanura provocadora, como fuego en medio de la noche, quien fue ángel al servicio del tímido Charlie (siempre escondido tras un parlante, por lo que solo escuchamos su voz, como la de una cigarra oculta en la corteza de un árbol).
Solo que de ángel a demonio nada más hay un paso, y Madison lo da sin empujones, por lo que debe enfrentarse a nuestro trío angelical en medio de peleas coreografiadas (que mucho le deben a la película Mátrix), de humor socarrón, con más acción que un pleito de perros y gatos, con un exceso de música en la banda sonora que aturde tanto como serenata de piedras y con tanta incoherencias en su argumento que parece escrito en medio de una borrachera de telenovelas.
En todo caso, es cine para entretener (no para entender), estirado como un hule en su último tercio, con tres chicas en busca de dos anillos de plata que tienen valiosa y encriptada información sobre identidades protegidas de testigos contra criminales.
Para eso, nuestros ángeles pasan por monjas, por fontaneras, por surferas, por cabareteras, por lo que sea, siempre bellas, incluso en bikini o en rápido desnudo: estimulante como una anfetamina, delicado como suspiro de ángel. Amén.