Eliza Thornberry, con 12 años, es uno de los héroes favoritos de la tele animada, y lo es porque tiene la habilidad para conversar con los animales y para entenderlos con corazón franciscano. Pues bien, la familia de Eliza y sus aventuras llegan ahora a la pantalla grande: aquí está Los Thornberrys (2002), película dirigida por Jeff Mac Grath y Cathy Malkasian.
La fama de esa familia, desde la tele, se le debe al canal de Nickelodeon, el de los mismos productores de Rugrats: aventuras en pañales, que también ha llegado al cine.
Ya conocemos a los Thornberrys, tan ingleses ellos como tan africano es el medio en que se mueven, como restos del colonialismo británico. No solo está Eliza, a la que un chamán le dio el poder de comunicarse con los animales, sino su hermana Debbie, quien añora los modos alborotados de la vida en la ciudad. Donnie es un niño salvaje adoptado, quien interrumpe con mucha facilidad la cordialidad hogareña.
¡Ah! Y están los padres, un matrimonio modelo formado por NIgel y Marianne, dispuestos a hacer de la ecología una vocación de vida y a convertir la defensa de la Naturaleza en su utopía, amén de un fiel chimpancé que tiene el nombre poco original (o burlón) de Darwin. Por supuesto, también aparecen los abuelos.
La aventura de la película tiene que ver con la defensa de los animales, con la armonía con la Naturaleza, en contra de la cacería siempre injusta de la vida zoológica. Y para proponer todo eso, monta una aventura bastante entretenida, bien dibujada y llena de bondad, de colores sugerentes y con una fábula de moraleja importante. Hay poco tiempo para aburrirse, se lo garantizamos.
Sin llegar a la animación dibujada y digital de Disney o de DreamWorks, dentro de su aparente modestia, tenemos una película que recomendar: acérquense a la familia Thornberry.