En Buenos Aires, Argentina, muchos van al psicoanalista. Otros cambian el diván por el escenario y exorcizan sus fantasmas a vista y paciencia de todo el mundo.
Eduardo Rovner, dramaturgo, analizante y porteño confeso, revuelve en la obra Volvió una noche fantasías y el complejo de Edipo.
Esta pieza, que se estrenará mañana en el Teatro La Comedia, cuenta la historia de Manuel, el hijo de una pobre madre judía que abandona su tumba cuando se entera que él, por fin, se va a casar.
Fanny, la madre interpretada por Haydée de Lev se instala en la casa de su hijo, aquella que alguna vez fue también la suya y, desde allí, hace y deshace, se mete y se entromete.
"La obra habla, con mucha emotividad y humor, de los problemas que genera el conflicto entre los sentimientos y afectos que desarrolla quien ha nacido en un lugar con una cultura diferente a la de sus padres.
Además, de los problemas que 'debería' tener esa persona para mantener los valores de sus ancestros o la singularidad de su grupo de origen", explicó Rovner, quien viajó al país para ver de cerca el montaje, a cargo del director Alejandro Samek.
Rovner agregó que, en última instancia, "trata de la lucha entre los cambios que los individuos se proponen y el mantenimiento de las tradiciones que imponen las generaciones anteriores".
Samek, también argentino e invitado por La Comedia especialmente para la puesta en escena de Volvió una noche , dirigió la obra el año pasado en el Teatro Repertorio Español, de Nueva York, uno de los más importantes de Manhattan aparte de los de Brodway. Y no solo el público y la crítica estadounidenses la aplaudieron.
Desde su estreno, en 1993, el texto ha sido escenificado en Uruguay, Argentina, Cuba, Israel y Finlandia. Además, este año, también se presentará en México y Checoslovaquia.
El elenco tico de Volvió una noche está conformado por Haydée de Lev, José Fernando Álvarez, Tatiana Zamora, José Solano, Elías Jiménez, Andrés de la Ossa, Lilliam Blandino, Rubén Darío Arenas y Vinicio Piedra.
"Cuando uno cambia de actores y de escenario descubre, cosas nuevas en el texto. Así, conceptualmente, es la misma obra que monté en Nueva York y, a la vez, es una obra nueva", comentó Samek quien cuando habla del texto rescata el equilibro entre el humor y la ternura: " Volvió una noche camina bien en todos lados porque permite que el público se mire y piense en las pequeñas cosas de la vida".
Casarse con la mujer que ama más allá de la religión que ella profese, tener un hijo, escoger un trabajo y un pasatiempo son todos los dilemas que Manuel debe resolver para reconciliarse al mismo tiempo con su historia y consigo mismo. Mientras su madre debe 'aprender' a "morir y dejar vivir".
"Todos hemos fantaseado alguna vez con que nuestros muertos nos visitan. Sobre todo nuestras madres que, aún desde la tumba, parecen tener la culpa de todo lo que nos pasa", explica el dramaturgo y se explica, así, el éxito que ha tenido esta obra. Este mismo montaje ganó el Premio Casa de las Américas, en el año 1991.