Entre salvas de artillería y mientras miles de globos de colores eran soltados al viento, el héroe deportivo de Guatemala, Doroteo Mateo Flores, encendió la antorcha olímpica de la amistad en lo más alto del estadio que lleva su nombre en Guatemala: hace casi cuatro decenios dejó así inaugurada la primera edición de los Juegos Deportivos Centroamericanos, el 24 de noviembre de 1973.
Un total de 996 atletas de seis países del istmo estaban presentes en la ceremonia de apertura. Entre los deportistas se encontraba una jovencita de 12 años que representaba a la natación de Costa Rica: María del Milagro París Coronado. A pesar de su cuerpo menudo, estaba dispuesta a codearse con las consagradas promesas del área.
En Guatemala no se la conocía, y su prensa deportiva se interesó más en las favoritas: las “sirenas” panameñas y locales.
Resultados exitosos. María del Milagro cursaba el sexto año de primaria y practicaba la natación desde 1969. La diminuta campeona deseaba lograr 14 medallas de oro, lo que al final sucedió.
“Yo empecé a nadar en los años 70. En ese momento y hasta que me retiré, el deporte no podía ser profesional. Mi esfuerzo se debió a que me gustaba nadar, y, a la vez, fue un orgullo representar a Costa Rica”, expresó París el año pasado a La Nación desde Nueva Jersey (EE. UU.), donde radica.
En el primer día (lunes 26 de noviembre de 1973), la tica acaparó la atención de los espectadores pues ganó tres preseas doradas en 200 metros combinado, 200 estilo libre y 100 libres. Al día siguiente consiguió el oro en 800 libres, 200 pecho y 100 mariposa (la prueba que mejor dominó).
Al ratificar su alto grado de superación, que con buen suceso le inculcó su entrenador Francisco Rivas, la “niña maravilla centroamericana” (como la calificó la prensa chapina) encabezó el equipo femenino tico y consiguió, con sus compañeras, Margarita Chacón (dorso), Patricia Hernández (libre) y Gina Araya (mariposa), los máximos lauros en los relevos de 4x100 combinado.
En otras modalidades, María del Milagro ratificó su posición de luminaria de las justas centroamericanas al triunfar en 400 metros libres, 200 mariposa, 400 estilo libre, 100 dorso, 400 combinado y relevo 4x400. La única que consiguió ganarle fue su compatriota Gina Araya en la prueba de 100 pecho por apenas tres décimas.
A París se la llamó entonces “la Mark Spitz de Centroamérica” en alusión al nadador estadounidense que obtuvo siete oros en las Olimpiadas de Múnich en 1972. En total, la costarricense nadó 3.200 metros en todos los estilos, en las cinco jornadas en las que compitió, para conquistar 13 preseas de oro y una de plata.
Retorno triunfal. En un mensaje, París describió su profesionalismo en el deporte: “Cuando me lanzo al agua, lo hago con la certeza de que estoy bien preparada, de que puedo ganar. Si no estoy segura, me quedo al borde de la piscina”.
La prensa deportiva de Guatemala declaró a María del Milagro la máxima de figura de los I Juegos Centroamericanos. En ese mismo año, en Costa Rica se la nombró la mejor deportista nacional.
Su recibimiento muy fue cálido en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría. Para el domingo 2 de diciembre, día de su retorno, los organismos deportivos realizaron un desfile por ciudades y pueblos, donde se le tributó la mayor ovación de aquellos días.
“Ese fue el mejor recibimiento que tuve. La gente salió de los trabajos para recibirme. Salí del aeropuerto y me llevaron a Alajuela y Heredia, hasta llegar a San José”, recordó con alegría María del Milagro a sus 52 años.
Después de sus triunfos en Guatemala en 1973, enormes actuaciones suyas dieron prestigio al país en torneos panamericanos, centroamericanos y caribeños, y en olimpiadas, mundiales (quinta en 1975, en Cali, en otro gran logro de su carrera). Era la mariposista invencible de América Latina.
Tras 14 años de “vivir” en el agua, dijo “¡adiós!” a la piscina en 1983. Su repertorio de oro no fue en vano. María del Milagro superó miles de obstáculos y allanó el camino para que otras nadadoras de alto nivel, como las hermanas Sylvia y Claudia Poll –medallistas olímpicas– retomasen su ejemplo.
“Me siento muy orgullosa de abrir los ojos a muchos de los deportistas que vinieron luego. Muchas veces me dijeron: ‘¿Está loca? ¿Cómo está pensando eso y lo otro? ¿Por qué se entrena tanto? Nunca llegará a hacer eso’. Más bien, esto me motivaba más para seguir entrenándome y demostrar que podía hacerlo”.
París alcanzó el título de doctora en medicina en 1984 e hizo la especialidad en pediatría. Se concentró en su profesión y logró un posgrado en infectología pediátrica en la Universidad de Texas.
Desde enero de 1998, María del Milagro París Coronado radica en los Estados Unidos. Primero trabajó por un largo tiempo en los Laboratorios Abbott, en Chicago, y luego se trasladó a Nueva Jersey, donde trabaja en una compañía farmacéutica en investigación.
“Quiero agradecer al pueblo pues fue la inspiración para que cada día me levantase y siguiera entrenándome. A la gente que viene detrás les digo que, si uno quiere algo, puede lograrlo. Solo hay que tener disciplina y esforzarse”, sugiere la campeona.
Su labor hizo historia en 1973. La josefina entró a la perennidad con la hazaña de hace 40 años (su primer gran triunfo deportivo) porque sacó partido a su talento y su arrojo ganador. Poseyó sensibilidad para administrar sus energías y un control exacto de sus convicciones como gran campeona. “Quiero que me recuerden como la tica que empezó a nadar sin saber a lo que iba a llegar, pero que se siente orgullosa de haber dado todo lo que podía para poner el nombre de Costa Rica en el mundo”, ha expresado María del Milagro París, la gran campeona.