En la legendaria arena de Nimes (Francia), el lugar donde figuras tales como Luis Miguel Dominguín y Manuel Benítez, El Cordobés, cosecharon algunos de sus mejores triunfos, una joven y menuda mujer está de pie frente a un público atónito.
Era el soleado día del 25 de mayo de 1996, cuando, en un deporte reservado exclusivamente para hombres, Cristina Sánchez --bella, lista y rubia-- se transformó en la primera mujer en la historia de Europa a la que se reconoce con el título de "matadora de toros", el máximo nivel de la fiesta brava.
Ser la única mujer que ha toreado en años con fuste y eficacia, la ha convertido en una excepción. Mucha más excepción aún fuera de su natal España. La prensa extranjera la trata de "fenómeno". Es lógico. Si ya es rara una fiesta que consiste en que un hombre vestido de luces mate toros con una espada, más lo es que ese trabajo lo realice una mujer joven.
Cristina nació hace 25 años en Parla, un humilde suburbio al sur de Madrid, y desde pequeña observó los fallidos intentos de su padre, Antonio Sánchez, por convertirse en torero. No pasó mucho tiempo antes de que decidiera que tendría éxito donde su padre había flaqueado porque no pasó a ser más que banderillero.
A los doce años se matriculó en la escuela de toreo de Madrid --donde aún sigue-- y pronto surgió como uno de los más promisorios entre los talentos jóvenes. Comenzó su carrera en las polvorientas aldeas de Extremadura, más conocidas entre los toreros novicios, como el Valle de la Muerte.
Desafió el escepticismo del público, que miraba incrédulo mientras esta estilizada mujer, con estilo y valor, encaraba a un toro que pesaba diez veces más que ella. Avanzó para sobrevivir a cada etapa de su iniciación como torera, desde su primera lesión seria hasta su primer éxito en su ciudad natal, Madrid, en el verano de 1995.
"La primera vez que me puse delante de una becerra tenía 16 años. Mis padres no me dejaban torear. Un día en Torrelaguna (1989), me invitaron a una fiesta campera, echaron unas vacas, me vieron torear y se empeñaron en que tenía que ir a la fiesta del pueblo. Fuimos y le corté el rabo al becerro. Luego estrené traje de luces (1989), que era una armadura para mí, y debuté como novillera con picadores" (1993).
La opinión sobre la mujer en los toros ha estado siempre vinculada con su imagen luciéndose en una barrera de primera fila o en un palco, en otras épocas ataviada con un hermoso y elegante vestido, que enmarcaba su rutilante belleza y unos enormes ojos, en los cuales, con solo verlos, el torero quedaba electrizado.
Y es que en los 500 años del refinado pero crudo ritual de la fiesta brava española, una joven matadora sobresale entre todos los que ganaron el título de torero. Esto por cuanto ese detalle se confiere en una ceremonia formal llamada "tomar la alternativa" e implica que uno tiene experiencia y talento.
Y es que otros matadores lo reconocen como un torero del más alto calibre, ante los toros más grandes y bravos, y se le contratará a menudo en las plazas más prestigiosas. Como grito de angustia, ahogado por el suspiro del arte, el toreo se vuelve la vida entera, tan rutinario que "a veces, después de enfrentarse al toro y matarlo, uno siente como si no hubiera hecho cosa alguna en el día", afirmó Cristina en una ocasión.
Por la puerta grande
Cuando Cristina tomó su altenativa en Nimes, cortó dos orejas y salió por la puerta grande. Una jornada indescriptible, en que causó sensación y muchos óles a su alrededor, al igual que cuando se convirtió en la única dama que salió en hombros de las plazas de Las Ventas de Madrid y La Maestranza de Sevilla.
Otras mujeres habían toreado en España antes que ella. Muchas torearon solo animales pequeños, algunas avanzaron a animales grandes y lograron éxitos y fama, pero solo unas pocas han sido declaradas "matador de toros", con todo lo que esta expresión conlleva.
La madrileña Juanita Cruz se hizo matadora en 1940 y la colombiana Bertha Trujillo, Morenita del Quindío, lo hizo en 1968; mientras que Raquel Martínez y Maribel Atienzar se ganaron el título en la década de los 80, pero todas tomaron sus alternativas en México, donde las normas son un tanto menos exigentes. Cristina es la primera mujer que tomó la alternativa en Europa y que hizo su debut como matadora en España.
Hoy, contra todas las adversidades, Cristina se ha ganado el respeto de sus colegas y de los críticos por igual, así como el reconocimiento de torero en todo el sentido de la palabra. Lleva a la fecha 82 corridas --69 en España y 13 en ruedos de América--, muchas de las cuales al lado de su amigo Manuel Díaz, El Cordobés --hijo natural del célebre Manuel Benítez, el original Cordobés-- y ya tiene firmadas otras 25 para 1997.
"El toreo es algo muy espiritual, que te sale de adentro. Es un sentimiento que nace en ti. Tú sabes que si toreas bien a un toro, transmites al público esa enjundia. Es una sensación que cuando la sientes, la necesitas para vivir, porque no hay ninguna otra cosa que te pueda dar lo mismo", confesó.
Torero, no torera, un periodista de El País de Madrid la comparó con un ángel. Igual que los ángeles no tienen sexo, una vez que entra al ruedo Cristina no parece ser ni hombre ni mujer. Con su vida en juego, actúa con la concentración, la habilidad y la gracia de un torero consumado.
"El torero es una persona especial. Este trabajo exige que ser muy responsable. La locura sirve de poco, necesitas los cinco sentidos. Es importante que le guste ese riesgo de ponerte entre la vida y la muerte. Se llama de muchas maneras, pero para mí es querer perder el respeto al miedo".
Con el pelo rubio a mechas, cortado en capas, la mirada inteligente, el gesto amable y hasta dulce, tiene el suficiente valor para jugarse la vida ante los toros; es lo único que le importa. "En la plaza me comporto como un torero, en la vida soy una mujer. Pero el toro es peligrosísimo y no distingue si eres hombre o mujer; si lo haces bien o mal, ya es problema tuyo. El toro tiene que comprender que en la faena mandas tú".
Sin embargo, en el momento en que sale de la arena y se quita su ajustado traje de luces, esta mujer que ha tenido éxito en conquistar uno de los últimos bastiones del poder masculino, vuelve a retomar su femeneidad y atractivo de mujer moderna. Sin duda, hubiese merecido los mayores elogios del fallecido escritor Ernest Hemingway, apasionado de la fiesta taurina.
"Vivimos en una sociedad dominada por los hombres. Espero que mediante mi historia las mujeres comprendan que ninguna actividad, nada, está fuera de su alcance", dijo la bonita, madura y jovial matadora, pocos días antes de actuar el pasado 12 de enero en la Monumental Plaza de Toros de México.
Venció las críticas
Convencida de su carrera, pero sobre todo de lo que desea, Cristina siempre se emociona cuando platica de su gran paso y recuerda con orgullo las palabras de su padrino, el día de su doctorado en Nimes: "Esa vez me dijo que el toreo era de acariciar y las mujeres lo hacen muy bonito, por lo cual me deseaba toda la suerte del mundo. Nunca lo olvidaré. Ahora estoy metida en mi profesión, por eso me preparo todo el día".
Tras soportar múltiples críticas sobre el papel de la mujer en los toros y escuchar que los matadores no alternarían con ella, logró vencerlas y alternó con casi todas las figuras. La joven nunca ha sido bloqueada por los diversos matadores de la baraja española.
"Estoy un poco admirada de lo que ha pasado, porque también pensé que iba a ser un poco difícil; luché mucho como novillero, me cerraron muchas puertas, pero a base de ir demostrando y quitando esa idea de la mujer torero, fueron viendo que era algo normal compartir carteles taurinos conmigo; que estás en la plaza con ellos, que te respetan y no pasa absolutamente nada".
Siempre --explica-- es difícil y largo el proceso de cambio entre novillero y matador de toros, pero para Cristina --dueña de una tienda de regalos, en Madrid-- el cambio no ha sido tanto en el tamaño del toro, sino en los alternantes de la corrida.
"Sí se nota mucho el cambio, pero no es solamente el tamaño del animal. Cuando miras a los lados y ves dos figuras del toreo con muchos años de alternativa, con conocimientos superiores a los tuyos, y tú compitiendo contra ellos, cuando prácticamente estás empezando, eso es lo que más te impresiona...".
Hay una sola Cristina y todos en España siguen sus pasos y su avance. Desde que tomó la iniciativa en Nimes, en mayo de 1996, cuando cambió la historia del toreo, ha logrado atención desde lugares muy alejados de España y aparece con frecuencia en los medios informativos, incluyendo las revistas de modas.
Otros matadores, incluso algunos muy buenos, se funden en la conciencia colectiva como "hombre frente al toro", pero cada vez que Cristina mata a un toro, forma parte de una escena única e inolvidable: la de una joven mujer atractiva, muy segura de sí misma, que acaba con la vida de un animal grande en un sombrío y antiguo ritual masculino.
FUENTES: El País semanal (España) y los diarios mexicanos El Universal, Esto, Ovaciones, Novedades y La Afición, así como la red mundial Internet y el Centro de Documentación de La Nación .