Hollywood Watch. The New York Times Syndicate.
Para una mujer tan hermosa como Michelle Pfeiffer no es fácil pasar desapercibida, pero en los últimos cinco años ella lo ha logrado. Hasta este año, la actriz, tres veces nominada al Oscar, no había estado en las pantallas desde su filme White Oleander (2002).
“Simplemente he estado muy ocupada,” explica la actriz de 49 años de edad. “La gente me pregunta qué estoy haciendo y yo le respondo: 'Sólo viviendo, ocupándome de los negocios y la familia.' Las cosas han estado maravillosamente agitadas” .
“Supongo que en algún momento ya estaba lista para volver a trabajar,” continúa Pfeiffer. “No fue algo planeado. No estaba durmiendo en mis laureles ... Sólo me estaba preguntando a mí misma, ¿en realidad quiero volver a hacerlo?”
Al parecer, la respuesta fue sí, ya que Pfeiffer regresó este año a las salas de cine con la cinta de fantasía Stardust , ampliamente elogiada por la crítica, con el exitoso musical Hairspray y ahora con la comedia romántica de Amy Heckerling, I Could Never be Your Woman , que se estrenó en Estados Unidos el 9 de noviembre.
Papeles ingeniosos. La película la presenta como una madre soltera que se encuentra enamorada de un hombre más joven (Paul Rudd), al mismo tiempo que su hija adolescente se está enamorando por primera vez.
“De hecho, ésa fue la primera cinta que hice después de mi descanso,” dice Pfeiffer. “Hacer esa película fue como volver a montar en bicicleta. Yo estaba muy oxidada y me ayudó a encontrar el camino de regreso. Después vino Hairspray y yo ya estaba lista, con todos los pistones funcionando. Para cuando hice Stardust , mis motores estaban rugiendo otra vez. Pero no olvido que fue en el foro de I Could Never be Your Woman donde pensé que la profesión de actuación es buena, muy buena”.
En sus otras dos películas de este año, Pfeiffer mostró una veta maligna pocas veces vista antes, pues interpretó a una malvada bruja en Stardust y a una racista presentadora de un programa de baile en Hairspray .
“No quería ser la mala sólo para romper con mi imagen,” insiste la actriz. “Fue simplemente que me entusiasmé con los dos proyectos y ambos personajes me asustaron un poco: eran un poco peligrosos y arriesgados a la vez. No sabía bien a bien qué hacer con ellos, lo cual siempre es bueno.
“Estoy en un momento en el que quiero dar un salto.”
Eso fue exactamente lo que le sucedió cuando aceptó hacer Hairspray , cinta basada en el exitoso musical de Broadway.
No fue su primera película musical -- aunque ella prefiere no hablar de Grease 2 (1982) -- pero sí fue la primera en 25 años y ella tuvo que dedicarse en serio a practicar el canto y el baile para estar a la altura de John Travolta y Queen Latifah. “Tuve que aprender a bailar con esos zapatos de los años sesenta, que me estaban matando los pies,” recuerda.
Sin embargo, la parte más difícil fue interpretar a una mujer que es descaradamente racista.
“Un día simplemente me di cuenta,” relata Pfeiffer. “Claro que ya lo sabía, pero pensé: 'íOh, Dios mío, estoy interpretando a una racista!’”
“Eso fue mucho muy difícil para mí. Empecé a tener serias dudas al respecto e incluso hablé con mi familia al respecto (de salirse). Ciertamente entendí que el mensaje de la obra era muy importante,” continúa, “y el mensaje es contra el racismo y la intolerancia. Incluso me senté con mis hijos y les hablé de lo que significa la película en función del racismo. Les dije: 'Esta película también tiene una lección sobre lo que es bueno y lo que es malo. Alguien tenía que ser la racista y eso le tocó a su mamá.””
“Ellos estuvieron de acuerdo con eso,” agrega Pfeiffer. “Lo entendieron. Y ahora estoy contenta de haberlo hecho, pues me divertí haciendo ese papel, aunque tenía parlamentos realmente odiosos.”
Además, a los 49 años ella no se inclina a rechazar buenos papeles cuando le llegan.
“Es mucho muy difícil seguir encontrando cosas que realmente me gusten,” dice Pfeiffer. “En ocasiones no nos llegan las cosas que realmente nos gustan. Y en cierto momento de la carrera, uno necesita trabajar, uno quiere trabajar. Así que acaba haciendo cosas que no nos retan. Creo que el público ve y siente eso en una interpretación”.
“No se trata del dinero,” advierte. “Es cosa de levantarse cada día y querer ponerse la ropa y meterse en el personaje todos los días. Y, por muy cansada que pueda estar o molesta por algo, ese personaje me alimenta y me desafía de algún modo”, asegura.
Rostro impecable. Pfeiffer no era ninguna belleza cuando era chica en Santa Ana, California, asegura. De hecho, dice que más bien era una bobalicona.
“Mi primer beso fue con un chico llamado Mike,” recuerda. “Fue después de clases, en el emparrillado de bicicletas. Yo estaba en sexto año y después de eso no volví a besar a nadie durante años. Pero nunca olvidaré ese día, pues todo el día nos estuvimos susurrando: 'Hey, vamos a besarnos en el emparrillado de bicicletas. ¿Te parece bien, Michelle?' 'Sí, está bien.'”
“Después de eso, me preguntaba: '¿Eso fue todo? ¿Por qué tanto escándalo?’” agrega Pfeiffer. “No quedé impresionada. Y creo que él tampoco.”
En preparatoria, Pfeiffer se convirtió en una belleza e hizo algo de modelaje, pero no sentía el impulso de actuar. Ella trabajaba como cajera de un supermercado y estudiaba para ser reportera judicial cuando decidió darle una oportunidad a la actuación.
“A mí siempre me gustó hacer pruebas,” recuerda. “De hecho, creo que por desgracia algunos de mis mejores trabajos han sido en los salones de pruebas. Mi personalidad es buena bajo presión. Una vez obtenido el papel, me vuelvo obsesiva compulsiva. Soy perfeccionista. Eso de hecho llega a socavarme”, comentó la famosa actriz.
Pfeiffer y el productor David E. Kelley han logrado triunfar pese a ser los “momios” en Hollywood, al forjar un matrimonio que ha durado ya 14 años y se mantiene muy firme, con dos hijos, Claudia y John.
Sin embargo, no han trabajado juntos desde To Gillian on Her 37th Birthday (1996), y Pfeiffer piensa que probablemente no lo harán en el futuro.
“Ni siquiera hablamos de nuestro trabajo,” dice ella. “Todo se va en preguntar si John ha hecho su tarea. De hecho, me gustaría recibir sus comentarios sobre muchas cosas, pero literalmente no puedo hacer que lea un libreto mío. ¿Sabe cómo me entero de lo que está haciendo? ¡Por las revistas del medio!”.
“Yo no quiero trabajar con mi esposo,” agrega Pfeiffer. “Caray, he visto muchos matrimonios y para esas parejas es el clavo final del ataúd. No quiero hacer olas, pues somos muy felices”.
“Hay algo que debe decirse acerca de lo bueno que es regresar a casa al final de un duro día de trabajo y ver que mi marido está a mi lado” continúo Pfeiffer.