¿A cuánto asciende el número de estudiantes matriculados en las universidades privadas costarricenses? Responder a esta pregunta es una tarea compleja y difícil, dado que, para empezar, los últimos datos al respecto recopilados por el Consejo Nacional de Rectores (Conare) se remontan a los años 1995 y 1996, y ya entonces fueron presentados como “cifras preliminares”.
Posteriormente, diversos investigadores han procurado aproximarse al problema referido mediante estimaciones basadas en las Encuestas de Hogares o en los censos de los años 2000 y 2011; sin embargo, los resultados obtenidos tienden a sobredimensionar el número de estudiantes que asisten a las universidades privadas. Hasta la fecha, las iniciativas principales para determinar esa cifra han sido llevadas a cabo por el Programa Estado de la Nación y por la rectora de la Universidad Latinoamericana de Ciencia y Tecnología (Ulacit), Silvia Castro.
Conviene aclarar que los cálculos siguientes no consideran a los estudiantes matriculados en instancias de educación superior de carácter internacional, como la Earth, el Incae ni otras similares.
Iniciativas. En el Segundo Estado de la Educación (2008), se consigna la matrícula reportada por 29 de 49 universidades privadas aprobadas por el Consejo Nacional de Enseñanza Superior Universitaria Privada (Conesup), que declararon atender, en el 2007, a 69.488 estudiantes. De esta cifra, 25.392 alumnos (36,5 por ciento) correspondían a la actual Universidad Latina.
El Tercer Estado de la Educación (2011) presenta la matrícula comunicada por 26 universidades privadas, que ascendió de 84.288 a 87.765 estudiantes entre el 2008 y el 2009. Si bien el aumento parece muy elevado en comparación con las cifras del 2007, eso se explica, sobre todo, porque tres de esas 26 universidades consignaron, entre el 2007 y el 2008, incrementos en la inscripción de 31,5, 64,6 y de 298,4 por ciento (proporciones que no se ajustan con el número de alumnos nuevos ni con la cantidad de títulos expedidos que esas universidades también reportaron).
Basada en los datos del 2007, Castro, en la tesis doctoral que defendió en la Universidad de Pensilvania en el 2010, estimó en 28.411 personas la matrícula de 16 de las 20 universidades particulares que no respondieron en el 2007. De esta manera, la inscripción total en 45 universidades privadas habría ascendido a 97.899 estudiantes.
En marzo del 2011, en el contexto del debate del plan fiscal que se proponía gravar a la educación superior particular, la Unidad de Rectores de las Universidades Privadas de Costa Rica (Unire) manifestó que sus asociados atendían al 95 por ciento de los estudiantes matriculados en el sector privado, y que la inscripción total ascendía a 100.105 alumnos.
Si esos 100.105 estudiantes correspondían al 95 por ciento referido, entonces la matrícula total era de unas 105.400 personas. Esta cifra coincide con las estimaciones que se desprenden de datos dados a conocer en el 2012 por el Banco Mundial (unos 107.000 alumnos).
Implicaciones. Sin duda, la principal implicación que se desprende de los datos anteriores es que el crecimiento de la matrícula de las universidades privadas ha sido mucho menor del que comúnmente se imagina.
Ese incremento fue especialmente intenso en la década de 1990, cuando se crearon 39 de las 53 universidades privadas que el Conesup consigna como aprobadas en mayo del 2013. A este auge contribuyeron de modo significativo el ascenso en el número de graduados de secundaria y el subfinanciamiento de las universidades públicas, cuya matrícula se estancó o disminuyó entre 1992 y el 2001.
A partir del 2002, sin embargo, la enseñanza superior estatal inició un proceso de expansión de la matrícula, que se elevó de 61.912 a 84.460 estudiantes entre el 2001 y el 2011. Estos datos no incluyen los alumnos de la Universidad Técnica Nacional (UTN): creada en el 2008, esta nueva institución ha experimentado un crecimiento extraordinario, dado que la inscripción pasó de 3.500 a 8.224 personas entre el 2009 y el 2012, y todo sugiere que crecerá todavía más en los años venideros.
De acuerdo con la información aportada por el Estado de la Nación y por la tesis doctoral de Castro, la expansión de la matrícula en la educación superior pública ha tenido un fuerte impacto en las universidades privadas: de las 45 cuya inscripción se conoce o pudo ser estimada, 14 atienden menos de 499 estudiantes y otras ocho tienen entre 500 y 999 alumnos.
Además, cuando es posible realizar comparaciones con años anteriores al 2007, o con los datos del 2008 y el 2009, se constata, en buena parte de las universidades, tendencias al estancamiento o a la disminución de la matrícula, o incrementos muy limitados.
De hecho, la Unire reconocía en el 2011 que agrupaba solo a 37 [sic] universidades privadas, ya que “dentro de estas cincuenta y dos universidades [aprobadas por el Conesup] hay algunas que están autorizadas pero que no operan en este momento, otras porque tienen una matrícula muy baja y hasta el momento no han podido ingresar a la organización”.
Concentración. Aparte del impacto que ha tenido el crecimiento de la matrícula en las universidades públicas, la competencia entre las privadas se ha intensificado por la expansión de la Universidad Latina (fusionada desde el 2010 con la Universidad Interamericana).
Según información proporcionada por la Rectoría de la U Latina, en el primer cuatrimestre del 2012 esta universidad tenía una matrícula de 38.750 personas, 13.358 alumnos más de los que la U Latina y la Interamericana juntas reportaron en el 2007. Por tanto, entre el 2011 y el 2012, la U Latina habría concentrado entre 36 y 40 por ciento de todos los estudiantes universitarios del sector privado.
En el futuro cercano, es posible que tanto la U Latina, como algunas otras de las universidades particulares más fuertes concentren proporciones cada vez mayores del mercado de la enseñanza superior privada y coloquen a un número considerable de sus competidores al borde del cierre.
En este contexto, se comprende por qué es tan difícil que algunas universidades privadas suministren información, una cultura de la opacidad que a veces se extiende a ciertas universidades públicas, como lo sugiere un reciente artículo de Alejandro Fernández (La Nación, 28 de mayo del 2013).
Dadas las circunstancias actuales, a los estudiantes de la enseñanza superior privada el Conesup debería asegurarles como mínimo –si no como ciudadanos, por lo menos como consumidores– el derecho de conocer si la universidad a la que asisten o a la que consideran asistir, crece, se mantiene estable o corre peligro de extinción.
Bien haría el Conesup en publicar, en su página en Internet, la matrícula –debidamente certificada– del primer cuatrimestre de cada año de las universidades privadas cuyo funcionamiento ha autorizado.