EL LOCALIZAR EL restaurante Le Petit París en la transitada Heredia nos tomó unas cuantas vueltas. Fuimos, venimos, viramos y regresamos (capitalinos) por las atiborradas calles tratando de encontrar una tal calle 5 y una tal avenida Central&...;, hasta que, cuando nuestro sentido de orientación estaba a punto de colapsar, lo encontramos.
No es difícil de llegar porque está en el puro centro, pero su ubicación es bastante discreta, sobre todo para alguien que no es de esta provincia y porque, en esta zona, abundan las tiendas, los parqueos, el tránsito y los estudiantes.
Le Petit Paris tiene de francés -además el nombre- el dueño: Cyril Bagues. El menú también está lleno de platos de esa tierra, y la casa fue diseñada hace 50 años por un francés. Así pues, la orientación de este sitio es clara.
Por fuera, el lugar no tiene mayores pretensiones. Presenta un letrero con el nombre de restaurante y una entradita que va a dar a un salón. Aquí hay mesas, estantes con libros, reproducciones de arte y afiches que cuelgan de las paredes.
También hay juegos de mesa; dicen que de vez en cuando ofrecen música en vivo, y todos los miércoles se organizan sesiones de cuentacuentos.
Hurgamos más y caemos en el patio, uno de los espacios preferidos por los comensales. Lleno de vegetación, toldos, más mesas, clientes franceses y estudiantes gringos. Es mediodía; un poco de luz nos vendría bien, así que nos quedamos aquí y pedimos las bebidas.
Este sitio tiene las características de los restaurantes y bares ubicados cerca de las universidades y frecuentados por estudiantes: es una mezcla entre lugar bohemio, cultural y romántico, sin pretensiones de ser gourmet, aunque la comida francesa muchas veces se afane de serlo.
Bon appétit!
El menú en Le Petit Paris tiene de todo: carnes, ensaladas, emparedados, pizzas, espagueti, sopa del día, especialidades francesas, un par de platos ticos y la estrella del lugar: las crepas.
Entre las especialidades francesas, el menú se luce con unos cuantos nombres, algunos difíciles de pronunciar: bisque de langosta con coñac, paté de Champagne, paté de pimienta verde-cogñac, cassoulet, banquete de veau, trilogía de pescado, dorado en salsa de vino y Juliana, y corvina reina en salsa de langosta.
Como las crepas son lo suyo, venimos dispuestos a probarlas; pero antes tuvimos la acertada decisión de pedir, de entrada, una ensalada de la Quita y una sopa de cebolla. Las dos estaban deliciosas; la ensalada venía con pollo, brócoli, lechuga, tomate, cebolla y hongos, todos frescos y aderezados en su punto. La sopa estaba muy buena también; el toque casero lo pusieron los crotones hechos ahí mismo.
Escoger con cuál de las 18 crepas saladas que tiene el menú quedarnos, fue una decisión que nos demoró unos minutos. Nos inclinamos por la Brasilia, combinación de pollo, piña, cebolla, jengibre y crema dulce; y por la siciliana, que vino rellena de pollo, chile dulce, salsa de tomate, hongos, queso y orégano.
Acompañadas de arroz o ensalada, las crepas arribaron hermosas, suculentas, deliciosas. Las devoramos sin compasión.
Si esa parte estuvo buena, ¿cómo estaría el postre? El sugerente nombre nos hace decidirnos por el placer negro: una delgada crepa rellena de salsa de chocolate. No hay palabras...
Le Petit Paris cumplió con méritos nuestros antojos. La atención es impecable pues el lugar es atendido por los mismos dueños: el matrimonio conformado por Cyril Bagues y Paola Hernández.
El único problema es que no tienen parqueo, y uno no se puede estacionar al frente (aunque alguno se la juega); pero cerca hay parqueos privados.
Falta resaltar otra cosa: los precios: en este restaurante se ofrece muy buena comida francesa a precios cómodos; por ejemplo, una cena para dos personas con entrada, plato fuerte, postres y café, le puede costar unos ¢8.000. De lunes a viernes hay menú de estudiante a ¢2.000, e incluye una crepa del día, refresco, café o té.
Nos retiramos felices de haber descubierto un "pequeño París" en el que se logran grandes satisfacciones. Como dicen en Francia, ¡viva la diferencia!