Monterrey. Tierramérica El cambio climático está alterando el olfato de los caracoles marinos de Chile, el cual les permite eludir a su archienemigo, un cangrejo depredador.
Así lo dieron a conocer científicos chilenos reunidos en la ciudad de Monterrey, en Estados Unidos, con motivo del tercer simposio titulado The Ocean in a High-CO2 World: Ocean Acidification .
Este cambio de comportamiento se debe a una mayor acidificación de los océanos que está afectando los arrecifes de coral y las especies que viven en ellos.
Los océanos absorben un tercio del dióxido de carbono (CO2) derivado de la combustión de carbón, petróleo y gas. Cuando este se disuelve en el agua de mar, se forma el ácido carbónico.
Este fenómeno, conocido como acidificación oceánica, reduce la disponibilidad de carbonato, lo que hace más difícil para muchos organismos la formación de partes duras, ya que necesitan para ello carbonato de calcio.
La combinación de mayor acidez y menor concentración de carbonato tiene consecuencias fisiológicas en los seres vivos.
Los pterópodos, moluscos muy pequeños, se están quedando “desnudos”, sin sus valvas protectoras por el aumento de la acidez. Otros moluscos, como los caracoles que habitan en el litoral chileno, más bien están experimentando cambios en su comportamiento.
Sin defensas. En un sofisticado experimento, científicos chilenos expusieron al “loco” ( Concholepas concholepas ), un caracol marino de carne muy apetecida, a las concentraciones de acidez que se prevé tendrán los océanos antes de que termine este siglo.
“Este animal es un alimento de gran importancia social y económica en Chile”, dijo Patricio Manríquez, investigador del Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad Austral.
Su principal depredador es el Acanthocyclus hassleri , cangrejo carnívoro intermareal. Los “locos” pueden oler a los cangrejos y escapar.
Manríquez y sus colegas construyeron tanques especiales donde regularon la acidez del agua. Recolectaron larvas de “locos” y las criaron durante cinco y seis meses.
Luego, colocaron cangrejos en los tanques donde estaban los caracoles y observaron cómo interactuaban el predador y su presa en distintos grados de acidez.
Así fue como vieron que en aguas con una acidez correspondiente a una concentración atmosférica CO2 entre 390 y 750 partes por millón (ppm), los “locos” inmediatamente intentaban apartarse de los cangrejos. Sin embargo, en niveles de acidez superiores, entre 1.000 y 1.200 ppm, los caracoles se veían confundidos, tenían desplazamientos erráticos y a menudo con rumbo hacia los cangrejos.
“Esto es bueno para los cangrejos, pero no tanto para los caracoles”, dijo Manríquez.
“No se registraron cambios en el ritmo de crecimiento, ni en el tamaño de los caracoles”, señaló Manríquez. Sin embargo, se están llevando a cabo por lo menos 10 estudios adicionales sobre el efecto de la acidez en caparazones y en larvas, entre otros aspectos.
También los peces. Al otro lado del Pacífico, científicos australianos descubrieron que la acidez oceánica afecta los tejidos internos de algunos peces de arrecife.
Para Philip Munday, investigador de la Escuela de Biología Marina y Tropical de la James Cook University, el grado de acidez altera el sistema nervioso central de algunos peces coralinos, modificando sus sentidos del olfato, del oído y de la vista, además de su conducta.
“Aumenta el nivel de actividad, comportamiento y osadía. Se vuelven más activos y adoptan conductas más riesgosas”, dijo Munday. En consecuencia, en un medio más ácido se duplican las probabilidades de que terminen en el sistema digestivo de algún depredador. Pero los depredadores también se ven afectados. “Por ejemplo, los predadores se dirigieron a presas diferentes, algo que no esperábamos”, señaló Munday, y agregó: “Será difícil pronosticar todos los impactos de una mayor acidez oceánica”.
Para Gattuso, la acidificación y el calentamiento de las aguas son las principales preocupaciones para los años venideros, pero esos problemas son más complejos y llevará más tiempo el resolverlos.
Aun así, existen suficientes evidencias para aconsejar a los gobiernos que actúen ya para reducir las emisiones de CO2, dijo Gattuso.
Ahora, la comunidad científica reunida en Monterrey coincidió –sin embargo– en que la pesca excesiva, y en especial la de arrastre, es la principal amenaza inmediata para los ecosistemas marinos.