Por Isabel Laguna
Madrid, 8 feb (EFE).- El escritor guatemalteco Augusto Monterroso, fallecido el viernes en su casa de México, fue un maestro de la concisión y del relato, un género que consideraba incluso superior a la poesía. No en vano, fue autor de "El dinosaurio", el cuento más corto de la Historia de la Literatura.
Con siete palabras -"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí"- Monterroso construyó este famoso cuento, parte ya de la Historia de la Literatura en castellano, aunque su autor llegó a confesar que este invento literario le había causado "más daño que bien".
Así lo reconoció en julio del 2001 cuando participó en los cursos de verano de El Escorial (Madrid), en el que el escritor, premio Príncipe de Asturias de las Letras 2000 y candidato al Cervantes hasta en la última edición, se lamentó de que este cuento se hizo tan famoso que "muchos posibles lectores de otras obras mías se conforman con 'El dinosaurio'".
Las pasadas navidades llegó a España el último de sus libros, "Pájaros de Hispanoamérica", en el que retrata a una treintena de hombres y mujeres de las letras hispanoamericanas y sigue demostrando su afición por los juegos y divertimentos literarios.
Monterroso, cuyos personajes preferidos eran, según decía, Don Quijote, El Buscón y el Lazarillo de Tormes, confesó también en aquel curso que la afición a la concisión que tanto le caracterizó no era algo deliberado o consciente.
"Soy muy perezoso" explicaba para después contar que ese rasgo "me lleva a la culpa de sentir que los días pasan y no escribo nada. Se afirma que la literatura es transpiración, trabajo, sudor, pero yo no lo puedo decir".
El escritor se lamentaba también de no tener demasiados lectores: "Es evidente que yo lo soy (perezoso) porque he publicado poco, pero el público lo es más porque no me ha leído. Es muy difícil convencerles de que libros como los que yo hago merecen la pena, y más difícil todavía es convencer a las editoriales que no creen en mí, pues consideran que mis obras no se van a vender".
Pero más allá del sentido del humor con el que este tímido escritor hacía estas declaraciones, va su visión del cuento, un género del que decía que "a veces" es "incluso superior a los poemas", y que, como ellos, debían tener "los valores suficientes como para ser leídos una y muchas veces, y que siempre sean nuevos y emocionantes".
A este género dedicó su discurso cuando recogió el premio Príncipe de Asturias de las Letras 2000 en Oviedo, en una intervención en la que dijo que el cuento "en sus breves dimensiones y aparente humildad, recoge la vida con penetración, verdad y belleza".
En aquel discurso también confesaba que aspiraba a acrecentar con dignidad las herencias de la cultura indígena, latina y española y que su "ideal último" consistía "en ocupar algún día en el futuro media página en el libro de lectura de una escuela primaria" de su país. EFE
ilm/ap/mm