Hipótesis se podrían hacer montones. Lo cierto es que, ayer, el público fue lo único que hizo falta para que la noche de Eros Ramazzotti fuera perfecta.
El estadio Ricardo Saprissa se quedó con bastantes asientos vacíos, a pesar de que el italiano protagonizó uno de los mejores espectáculos que se han visto aquí, en bastante tiempo.
Sin embargo, los que sí llegaron se multiplicaron a la hora de gritar, aplaudir y corear los éxitos que Eros les cantó a más no poder. Por espacio de más de dos horas, el cantautor se dedicó a repasar sus éxitos de siempre y las nuevas adquisiciones de un repertorio que fue del pleno agrado de la escasa, pero apuntada concurrencia.
¿Y la gente?
A pesar de que el concierto se había promocionado con suficiente anticipación, y que Eros tenía ya una década sin cantar para el público tico, desde la víspera se adivinaba que el estadio tibaseño estaría muy lejos de llenarse.
La promoción de entradas a 2 x1, que se improvisó ayer en la mañana, fue una clara señal de que la venta de boletos no se dio con el ritmo que los organizadores prevían. Contrario a su anterior visita al país, diez años atrás, ayer no hubo largas filas para ver a Eros y, a media tarde, era poca la gente que aguardaba afuera del estadio Saprissa.
Entre la concurrencia se rumoraba que el alto precio de las entradas, y la amenaza de una lluvia, que al final no llegó, pudieron haber espantado al público. Otros achacaron la ausencia de gente al clásico Saprissa-Alajuela que se jugó, ayer mismo, en Heredia.
Vale resaltar que a pesar de la poca asistencia, la producción de Wow Music y Mega Music estuvo a la altura.
Las puertas del lugar se abrieron a tiempo y los espacios se respetaron, para tranquilidad de aquellos que desembolsaron 30 mil colones para estar en el exclusivo VIP.
Los teloneros nacionales supieron jugársela, pese a la falta de escuchas. (vea nota aparte).
Y el público se entretuvo con los informes que, de oreja a oreja, circularon en las gradas acerca de los cambios en el marcador entre morados y manudos. En esto ayudó que varias personas se las ingeniaron para llevar televisores miniatura para no perderse lo que pasaba en la cancha del Rosabal Cordero.
Mientras la hora de Eros se aproximaba, muchos mataron el hambre con la amplia gama de productos que se voceaban en las graderías.
Churros, galletas, maní "carapiñado" y tajadas de "pitza" eran apenas una parte del menú ambulante.
¡Italianísimo!
Por fin, a las 8:55 p. m., las luces del Saprissa se apagaron y la noche italiana dio inicio. Ramazzotti y su banda inauguraron su número con La sombra del gigante , mientras que las pantallas proyectaban un juego de imágenes que cautivó las miradas.
Ataviado con una camisa en la que se leía un enorme Costa Rica vertical, Ramazzotti saludó a sus enloquecidos seguidores y empezó a desgranar su mazorca de éxitos. Tierra prometida, Estrella gemela y Una historia importante estuvieron en la parte inicial de su repertorio. El primer gran estallido de emotividad se dio con Fábula, canción que el público coreó y que el italiano remató con su primer gran solo de guitarra de la noche.
Con La Aurora y Música es, Ramazzotti se dio gusto no solo en la parte musical, si no también derrochando efectos especiales y un excelente uso de las pantallas gigantes. El italiano se sabe su oficio al dedillo, y por eso escoge los momentos indicados para interpelar a las cámaras que siguen todos sus movimientos.
Y es que en el aspecto audiovisual, pocos conciertos se han visto aquí con la calidad del de anoche.
Eros cuenta con un excelente equipo de camarógrafos y técnicos que logró poner en las pantallas un trabajo impecable, y digno de una producción cinematográfica.
Dado que su español no es tan bueno como muchos creían, el cantante se limitó a pocas, pero acertadas palabras, en sus intervenciones. "Está frío, igual que en Italia. Pero el corazón está muy calor", dijo él, y la gente le aplaudió el esfuerzo comunicativo.
La noche siguió con excelentes versiones acústicas de temas que no podían faltar como: Ahora tú, Otra como tú y Cosas de la vida.
Y al final, Eros se despidió satisfecho, pues lo dio todo.