Guápiles (Pococí). Desde sus patios, muchos vecinos del barrio Las Brisas creyeron que iban a contemplar antenoche una golpiza más contra María Eugenia Ruiz Jiménez. En cambio, fueron testigos de su muerte, provocada por una puñalada en el cuello.
La mujer, de 38 años, empleada de una soda y madre de tres hijos, había convivido durante los anteriores seis meses con Víctor Manuel Jiménez Salas -de unos 25-, quien esa noche se presentó a reclamarle que se hubiera separado de él; primero la agredió a puñetazos y luego la hirió con un cuchillo en varias ocasiones.
Esa noche, María Eugenia se encontraba en su casa en compañía de su hija -de 16, su nieto de un año, y su marido, Luis Alberto Chávez Monge -conocido como Azul-, con quien, al parecer, tenía intenciones de reiniciar la relación.
A eso de las 7:15 p.m., relataron ayer sus familiares, Jiménez ingresó a la vivienda, tras darle varias patadas a la puerta y sacó a su excompañera a las afueras, donde la agredió a puñetazos.
Luego entró a la casa, fue a la cocina y sacó un cuchillo de una de las gavetas, con el cual la hirió mortalmente. Ella murió desangrada en el patio, ante la mirada atónita de los vecinos.
En medio de los gritos, Arlet -hija de la víctima- tomó a su bebé en brazos y salió pidiendo auxilio para salvar a su mamá. Sin embargo, este no le fue brindado ni siquiera por Chávez Monge, quien también se alejó de la escena.
Jiménez fue detenido por un residente del lugar, de nombre Marcos, quien le dio alcance al sospechoso cuando trataba de esconderse debajo de un puente cercano. Ayer fue acusado por homicidio calificado y permanece detenido.
Mientras él se abstenía de declarar en las oficinas judiciales, a poca distancia, los padres y hermanos de María Eugenia aguardaban la llegada del cuerpo e, incluso, organizaron una colecta entre los amigos para pagar los funerales.
"Yo no puedo creerlo. Ella se quedó en mi casa el sábado; mi esposa y yo le pedimos que siguiera con nosotros, pero dijo que tenía que volver a la suya para alistar el uniforme", relató, incrédulo, su hermano Daniel.
Según él, María Eugenia nunca denunció a su joven compañero, quien la había amenazado de muerte, tal vez porque posiblemente todavía lo quería.
Llorando a Maruca
Luego de contemplar el rastro de manos ensangrentadas en las paredes de la casa de su Maruca o su Enana -como le decía a María Eugenia-, Pedro Ruiz Reyes salió reclamando por qué nadie le contó que a su hija la golpeaban.
Con la noticia del asesinato, a don Pedro también le cayó encima la historia de violencia que ella había sufrido.
"Tenía una cicatriz en el estómago -porque ya le habían dado una puñalada- y un golpe en la boca", comentaba ayer desesperado.
Ayer, este hombre, de unos 65 años, fue a reclamarle a su yerno -un chancero conocido en Guápiles como Azul- por qué tampoco intervino para salvarla, aunque estaba en la casa cuando otro hombre llegó a agredirla.
Ella era la tercera de sus doce hijos, de los cuales le sobreviven diez. Uno murió atropellado por un furgón en Limón; "a esta me la mataron, es diferente", decía ayer sentado en el corredor de su casa, en barrio La Emilia de Guápiles, donde sería velado el cuerpo de Maruca.
Aunque don Pedro no sabía explicar por qué un hombre de 24 años pretendía tener tal control sobre su hija, de 38, o por qué no había funcionado el matrimonio; no dejaba de repetir, como para sí mismo: “Pero nada justificaba que la mataran.”