La académica y escritora costarricense Rima de Vallbona se incorporó el pasado viernes 11 como miembro numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. En el acto de ingreso, ella disertó sobre “Prerrogativas culturales de las mujeres durante el poderío azteca en Mesoamérica”. La siguiente es una adaptación de su discurso.
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“Prerrogativas de las mujeres durante el poderío azteca en Mesoamérica” recoge de los códices, las crónicas y archivos judiciales una serie de situaciones en las que las mujeres aztecas, incluidas las chorotegas, disfrutaron de amplia igualdad con el hombre debido al paralelismo genérico interdependiente que practicaron las diversas comunidades del imperio azteca. Entre los privilegios que ellas disfrutaron figuran:
1. Las tareas domésticas de la mujer tenían un carácter sagrado porque mientras mantuvieran en la casa el orden y la limpieza garantizaban la subsistencia del cosmos.
2. Esas mujeres disfrutaban de una educación que se impartía, subvencionada por el estado, por igual para hombres como para mujeres en el Calmecac (escuela para nobles y sacerdotes) y en el Telpochcalli (casa de la juventud para los maceguales o plebeyos).
De esas escuelas salieron sacerdotisas, maestras de lengua y cultura y transmisoras de tradiciones y mitos que educaron a algunos príncipes; aprendían ahí poética y retórica, pues los nahuas eran muy aficionados a la poesía ( cuicatl o palabra florida, representada en los códices por una voluta llena de flores); entre grandes poetas como Nezahualcóyotl, los códices dan nombres de mujeres como Macuilxóchitl, y otras anónimas.
En especial, se menciona a la poeta señora de Tula, quien recibió ese título por su sabiduría y su poesía. Ella no era de estirpe noble, pues era hija de un mercader, lo cual prueba que los conocimientos estaban al alcance de todos, sin distinción de clase social ni género. Fray Bartolomé de las Casas declaró que esta educación bien se podía comparar con la de los lacedemonios, espartanos, cretenses y persas y en algunos aspectos hasta las superaba.
3. Cuando inventaban, descubrían medicamentos, condimentos y métodos culinarios, o aplicaban por primera vez elementos que favorecían a las comunidades, o fueran protectoras de oficios (el de las parteras) y del saber ancestral, esas mujeres eran deificadas. Entre ellas figura Chicomecóatl, diosa de los mantenimientos; Tzaputlatena, que descubrió las cualidades curativas de la resina del pino, la diosa Ilamatecuhtli, la primera mujer que molió el maíz, y muchas otras más.
4. Las mujeres administraban, compraban y vendían en los importantes mercados o tianguez , sobre todo entre las comunidades colindantes con el Pacífico, como la Gran Nicoya y Tehuantepec. Los hombres proveían las cosechas, pesca y caza, pero antes de salir a sus quehaceres barrían y encendían el fuego. En Tehuantepec, aún en 1978 persistía esta costumbre. Contrasta esto con las restricciones que tuvieron después las mujeres de la Colonia hasta las primeras décadas del siglo XX, bajo la legislación hispanoamericana influenciada por las leyes de España y después por el código napoleónico.
5. Las mujeres toltecas fueron quienes trasmitieron la estirpe noble a los aztecas; una de ellas fue Ilancueil, quien se lo trasmitió al primer rey azteca, Acamapichtli; la otra, Atotoztli, heredó el trono, en lugar de su hermano, de Moctezuma I Ilhuicamina. Cuauhtémoc, el último rey azteca, legitimó su derecho al trono al morir Moctezuma II, y casarse con Tecuichpotzin, hija menor de Moctezuma II.
6. Eran mujeres con capacidad de autorepresentarse en los juicios penales y criminales, y en los juicios acompañaban a sus esposos y hasta hablaban por ellos; en contraste, en la Colonia, las leyes especificaban que la mujer casada no podía hacer contratos, ni presentarse a juicio, ni aceptar una herencia o repudiarla sin licencia del marido.
7. Las indígenas mantenían una memoria de lo que cada uno llevaba al matrimonio por si se “descasaban” o recibían libelo de repudio. En contraste, a partir de la Colonia, la mujer vive sometida a la potestad del marido, “en cuyas manos se concentran todos los bienes del matrimonio”, los de él y los de ella.
En conclusión, las nativas precolombinas no dependían ni vivían subordinadas al marido. Ellas ocupaban el mercado o tianguez no solo como vendedoras y compradores, sino también como administradoras, lo que prueba su independencia económica y vital, lo cual fue negado por las leyes hispanoamericanas a las mujeres a partir de la Colonia hasta el siglo XX. Asimismo, con su trabajo pagaban tributos, participaban e iniciaban juicios, testificaban, mantenían bajo su propiedad las pertenencias llevadas al matrimonio, recibían educación al igual que los hombres.
Fueron cacicas muy poderosas, especialmente las mixtecas, quienes mantuvieron su poderío hasta el siglo XVIII. Practicaban el juego de la pelota en partidos entre mujeres y otros de hombres contra mujeres, lo cual hizo las delicias de fray Bartolomé de las casas.