María Montero
Ambas estudian y trabajan, a un ritmo que pocos se atreverían a seguir. Sin embargo, están en la edad en que cualquier sacrificio multiplica la aventura: Erika tiene 20 y Karol 18; Erika esta en plena carrera de Farmacia, con un horario diurno que la consume de lunes a jueves y Karol, recién graduada del colegio, realiza trabajos esporádicos como modelo y acumula sus mejores energías para el próximo año, cuando planea dedicarse a sus estudios de Medicina.
Desde mediados del 2004, Erika Cruz y Karol Fondeca se convirtieron en las nuevas vocalistas de Taboga Band y entraron, de sopetón y sin manual de instrucciones, en la inagotable rutina del conjunto que, además de conciertos de tres horas cuatro veces por semana, les tendió un largo memorandum de citas en la televisión, la radio y la prensa.
Con un contrato formalizado para cantar por cuatro años, el compromiso también pretende alejarlas de casa, cuando sea necesario. El grupo tiene prevista una gira por Estados Unidos, en junio, y -en el 2006- está confirmada su visita al Festival de los Pirineos, en Francia y España, donde permanecerán actuando por mes y medio.
"Es mucho más de lo que esperaba", comenta Erika mirando a Karol, segura de que habla por las dos. "Lo que más cuesta digerir es la fama", interviene el veterano Willy Flores, empresario, músico y mánager del grupo.
"Ellas son muy jóvenes, pero fueron las mejores", comenta Flores, a propósito de las audiciones que realizó a más de cuarenta muchachas, cuando andaba en busca de talento. "Las dos tienen mucha madera, tienen su familia y además están estudiando".
Un reto. Con mas de 30 años en el ambiente de la música popular tica, Taboga Band se ha convertido en un curso intensivo-intensivo: en los pocos meses que tienen de cantar con el grupo, Erika y Karol han recorrido todas las provincias del país y cientos de poblados. Las presentaciones se acumulan los fines de semana y lo mismo animan bailes que fiestas privadas.
Sin embargo, la parte mas difícil de la historia no es la que se escribe en los conciertos, cuando el público devuelve con aplausos lo que ellas entregan con canciones y coreografías bien aprendidas.
Para ambas, el gran reto fue dejar de ser principiantes, incluso desde el principio. "Si uno se mete a un grupo como Taboga Band es para durar y darle carisma, cariño y empeño", dice Karol, quien al igual que Erika, tuvo que "correr" para aprenderse el repertorio inicial (unas 16 canciones), los pasos de baile y todas las normas para desenvolverse con naturalidad sobre cualquier tarima a la que subiera.
Acompañadas por siete músicos -compañeros de escenario- ambas aplauden su suerte, pues aseguran que han contado con el apoyo de todo el equipo, que es implacable ante los errores y generoso con su experiencia.
Además de cantar su labor es romper el hielo con el público.
Desde el principio, reciben clases de baile privadas, para elevar su rendimiento artístico, y se reúnen a ensayar a menudo, como profesionales que ahora son.
Lo suyo es un curso aprobado: a estas alturas, las vocalistas dominan el repertorio de Taboga Band, desde clásicos como El evangelio y El minero , hasta las piezas mas recientes, como El jaboncito y Tiemblo . Sus colmillos se afilan poco a poco, a ritmo de merengue, cumbia, salsa, bolero, bachata y pasodoble, entre otros géneros.
Ellas ya empezaron a grabar y para hacerlo, el compositor Luigi Flores les dedicó un género acorde a su edad: un reggaetón llamado Acelera , ya saben de qué gargantas brota, lo mismo para Suavecito suavezón,y Pegadito, pegadito .