Nueva York . Tras semanas de hacer cola, los fanáticos, en general jóvenes, a menudo disfrazados y maquillados, pudieron alcanzar su objetivo: las salas de cine que presentaban "La Guerra de las Galaxias: Episodio 1 - La Amenaza Fantasma" a partir de la hora cero un minuto del miércoles (4H01 GMT) en la costa este de Estados Unidos.
"Nos turnamos durante más de un mes, doce de nosotros representamos 250 personas", explicaba Oliver Loup, 19 años, a punto de entrar en el Ziegfeld de Manhattan.
"Ya me puse otras veces este traje, para fiestas o encuentros de fans", explicaba Dan Matthew, uno de los pocos treintañeros, con una mochila de la que surgía el tubo de una aspiradora y un maquillaje rojo y negro que evocan al siniestro Darth Vader.
Este nuevo episodio de la saga creada por George Lucas desde "El Retorno del Jedi" en 1983, se estrena rodeado de un montaje mediático sin precedentes, y la calle del Ziegfeld estaba invadida la noche del martes por camiones de los canales de televisión.
SciFi Channel, canal de televisión especializado en la ciencia ficción, ofrecía juguetes y accesos a diversos sitios consagrados a "La Amenaza Fantasma".
Los críticos del filme se muestran tibios, incluso incendiarios en el caso del New Yorker que evocaba excrementos, pero los fanáticos no se dejan influir.
"No leo los diarios", precisó Liz Porter. "Esos críticos son demasiado viejos, no pueden entender".
Un cuarto de hora antes del momento ansiosamente esperado, las centenas de primeros espectadores que en su mayoría se conocían, tras haber compartido las filas de espera, pudieron entrar clamando en el cine, algunos blandiendo una espada, el arma de los Jedi, con su entrada alcanzada tras largos esfuerzos.
Sin embargo al final de la tarde del martes quedaban algunas plazas para las sesiones de las 3H30 y 6H30 en el Zigfeld, y, contrariamente a lo que el rumor insinuaba, había todavía entradas para sesiones a horas "decentes" en tres de los seis cines que proyectan "La Amenaza fantasma" en Manhattan.
Edición periodística: Adriana Quirós Robinson, La Nación Digital. Fuente: agencias.