Al parecer, una compañía canadiense pagó una suma millonaria de dólares por la compra, en San Miguel de Turrúcares, de una finca para instalar un botadero de basura. No se sabe cómo será procesada, si se enterrará como se hizo en Río Azul; si habrá una preselección y un subproducto utilizable... Si la compañía lo aclarara, siempre dirá que se hará mejor a todo lo imaginable. Se habla de la basura del cantón central de Alajuela y de seis cantones más de esta provincia. Supuestamente,los medios de transporte regarán por el camino malos olores y líquidos putrefactos. Asimismo, se repite que la aprobación municipal fue casi inmediata; o sea, sin mayor discusión.
Como ya se sabe, en cualquier parte del país que se instale una planta procesadora de basura, el pueblo aledaño la rechaza. Pero esa no es la solución, menos cuando media una rápida aprobación. Lo más grave sería si se afectan –como así parece ser– mantos acuíferos del subsuelo; esto es, las reservas de agua de un futuro próximo. Además, si los desechos se depositan en un solo lugar, el costo del transporte tendrán que pagarlo los usuarios del servicio.
Hace poco La Nación reportó que el 50% de las municipalidades del país no cuentan con un “plan regulador”. Entonces, ¿habrá que levantarles la carga al menos en el problema de la basura? Lo lógico es que cada cantón tenga un botadero debidamente instalado. Pongamos orden en este país y cuidemos los recursos naturales, que no se cuidan solos, ni tiremos la basura en cualquier parte, a la orilla de un río, cerca de una naciente de agua o dentro de un bosque, previa tala de árboles.
Se escudriñan leyes y reglamentos para establecer un negocio, y está bien que se instale; pero a veces no vemos la otra cara de la luna y pensamos que no existe. Así sucede con todo lo que está del subsuelo para abajo: no lo vemos pero existe, y no podemos hacerle daño. Acostumbrados al mundo externo, irrespetamos el que no se ve y lo estimamos res nullius, como cosa de nadie e invadible por cualquier precio, y no es así.
Por todos los fenómenos naturales que están sucediendo, el planeta exige que lo cuidemos. En Estados Unidos, por ejemplo, se acaba de crear un sistema para extraer gas y petróleo sin necesidad de grandes perforaciones ni plataformas marinas. Está en estudio. Esto traerá una ampliación de lo que se entiende por recursos naturales, una nueva legislación y una nueva forma de proteger la Tierra, ahora en franca carrera de destrucción. Por tanto, es una obligación ciudadana y estatal resguardar los mantos acuíferos donde los haya. No nos pase como afirma José Hierro, Premio Cervantes 1998: “Tarde se aprende lo sencillo”.
Se dice que la zona escogida para el botadero de basura posee agua subterránea. Y como sostiene el hidrogeólogo Luis Barahona Palomo, “en Costa Rica cerca del 80% del volumen de agua que llega a los hogares es subterránea...”. Continúa exponiendo: “La protección de la calidad y la cantidad del agua de nuestros acuíferos es una tarea diaria. Cuidemos hoy del recurso hídrico subterráneo para que los futuros habitantes de nuestro país puedan disfrutar de este preciado líquido” (“La urgencia de cuidar los acuíferos nacionales”, LaNación, 11/6/13, p. 28A).
O aguas subterráneas o botadero de basura. Esto es lo que se ha olvidado en Costa Rica: la prevalencia del bien común sobre el bien del negocio.