Ya no hay cara en que persignarse. El pasado es un fantasma del que nadie escapa, ni siquiera la mujer perfecta: Barbie. Pero no por culpa de ella, sino de su creador, un sexópata bipolar con un pasado tan oscuro como luminosa es la vida de esa muñequita.
Jack Ryan inventó, en 1959, un ícono de la cultura mundial y revolucionó el patrón de belleza de las niñas al crear un juguete que idealizaba sus sueños de mujer.
Las desgracias nunca llegan solas. Barbie enfrentaba la caída en las ventas, a Ryan le llegaba la competencia bestial de los videojuegos y, ¡qué horror! , arribó a su cumpleaños número 50. El colmo fue que por ese tiempo le cayó como una lápida un libro de Jerry Oppenheimer, que reveló sus miserias.
El conocido biógrafo hollyoodense pasó la guadaña sin misericordia. Ni el fresa de Ken se salvó de sus dardos envenenados. Este, suave como un suspiro, en realidad era la copia del hijo de Ruth Handler, dueña de Mattel.
“Humillado y avergonzado por tener un cuerpo bastante diferente al del popular muñeco”, enfatizó Oppenheimer, el pobre Ken Handler vivió angustiado por ser una farsa de sí mismo.
Para peores, reseñó el autor, “quienes conocieron a Ken Handler saben que fue un padre maravilloso y un marido devoto, no obstante, en 1990 se enteró que tenía SIDA. Sus familiares se sorprendieron.” Ken era un gay encubierto y falleció en 1994, remató el escritor.
Quien sabe, a lo mejor era preferible que el novio de Barbie fuera un tipo rudo, tosco, malasangre como G.I.Joe y con algo que no tenía Ken: sexo.
Nada vende más que un escándalo sexual y Oppenheimer, quien ha escrito libros sobre Paris Hilton y el matrimonio Clinton, se las sabe todas.
“Una vez Ryan me dijo que le encantaba que yo fuera tan alta porque así hundía su nariz entre mis senos” afirmó Gewn Florea, una de las muchachitas que hizo la voz de Barbie.
Oppenheimer cita a Steven Gnass, amigote de Ryan:“Cuando Jack hablaba de crear a Barbie era como escucharlo hablar sobre algo sexual y pervertido”.
En realidad la muñeca está inspirada en otra, Lilli, el personaje de una historieta del periódico amarillista alemán Das Bild Zeitung. En
Tal para cual. Durante unas vacaciones Handler descubrió a Lilli en una vitrina, la compró y decidió copiarla pero adaptada a los gustos de las niñas norteamericanas –entre 9 y 12 años– afanadas en tener un modelo de mujer para cuando fueran grandes.
Aquí entró Jack. Gracias a su entrenamiento científico militar en materiales no biodegradables, él le hizo la cirugía plástica a Lilli y la estilizó; le quitó los labios turgentes, la adelgazó hasta niveles imposibles, le redujo la cintura al grueso de un meñique y la presentó en traje de baño en la Feria del Juguete Americano de Nueva York.
En el libro de M.G. Lord se describe el impacto que causó la advenediza, unos la amaron y otros la vieron como “un rayo de sol. Mañanalandia. El futuro hecho plástico.”
Barbie imitó a Jackie Kennedy; se puso minifalda; se fue al festival rock en Woodstock; calzó botas y bailó a
Hay que decirlo: Jack Ryan era un genio. Obtuvo un título de ingeniero electrónico en Yale y participó en la invención de los cohetes Hawk y Sparrow III, y fue precursor de los radio-transistores.
Ruth Handler le encargó rediseñar a Lilli y este acometió la tarea con pasión; laboró para Mattel durante 18 años, tiempo en el cual creó otros juguetes para la empresa. Con sus invenciones hizo mucho dinero y presumía ser el tercer dueño de la compañía.
El obituario de Ryan, publicado por
La revista
Ryan fue el sexto marido de Zsa Zsa, una actriz húngara y rubia que agoniza desde principios de año. En su mansión de Bel Air armó al menos 182 fiestas anuales con jovencitas clonadas al estilo de su muñequita, pues era muy quisquilloso y solo tenía sexo con este tipo de criaturas.
Ryan decidió recuperar los años perdidos de diversión por estar en el laboratorio –reseñó
Lujos aparte, la residencia era lo que hoy se llama casa inteligente. Tenía una red de 150 teléfonos y al marcar ciertas combinaciones numéricas se activaba una catarata, encendía las luces en la cancha de tenis y los aparatos estereofónicos y cerraba las puertas del garaje. Si los invitados eran más delicados podían ordenar caviar para degustarlo mientras contemplaban – a través de los cristales de chandelier– una vista panorámica de Los Angeles.
Según
Para su mala fortuna, tres puertas abajo vivía la Gabor, a la cual conoció durante una de sus escandalosas parrandas y con la que finalmente se casaría. Como regalo de bodas Ryan le compró un Rolls-Royce de $48 mil, el mismo que desmanteló días antes de su divorcio de la actriz.
El inventor había estado casado con Bárbara Barah, con quien tuvo dos hijas, Ann y Diana, pero debido a su vida licenciosa se divorciaron.
Su tercera esposa fue Linda Henson quien era una réplica perfecta de Barbie; le siguió Gari Hardy Lansing, pero esta duró solo hasta que Ryan conoció a la periodista Bárbara Kerr.
Debido a su ruptura con Mattel y a las disputas legales por los derechos de Barbie, las finanzas de Jack decayeron; a duras penas pudo mantener su fama de conquistador y cayó en una fuerte depresión, abusó de la cocaína y las prostitutas. Fracasó de nuevo con Kerr y volvió a casarse en 1984 con una emigrante polaca llamada Magda.
Ruth Handler y Jack Ryan eran dos egos incontrolables unidos por un lazo: Barbie y sus grandes pechos. Cada uno aseguró ser el creador de la ojiazul muñeca y mantuvieron una disputa titánica por ese reconocimiento. El pulso lo perdió Ryan y eso lo amargó.
Tirado en una cama, solo podía ver televisión y en uno de los últimos programas que observó Handler reclamaba la invención de Barbie. En su autobiografía,
Jack medía 1,50 cm, tenía la nariz de un boxeador y como Pigmalión, creó un juguete erótico para satisfacer todas sus frustraciones sexuales, al punto que según Oppenheimer “personalizó a una de sus novias a la cual le puso implantes mamarios, le hizo una reconstrucción facial y la sometió a una vaginoplastia.”
Para exhibirla modificó el asiento delantero de su Rolls-Royce de manera que viera hacia atrás y todo Beverly Hills pudiera observar a su “preciosa muñeca”.
La obsesión llegó a niveles enfermizos y una de las esposas de Ryan murió de anorexia –según Oppenheimer– porque engordó y el juguetero le pidió el divorcio.
Los años de esplendor de Barbie pasaron. Su club de
En 1989 Ryan sufrió una embolia que le paralizó el lado izquierdo del cuerpo y quedó confinado a una silla de ruedas y con problemas para hablar. Hastiado de esa vida –según el escritor Geoffrey Wansell– tomó el lápiz labial de su esposa y escribió en un espejo: Te amo. Se pegó un tiro y murió el 13 de agosto de 1991.
Barbie destruyó la vida de Ryan, pero la adolescente y descarada Bratz fue la Némesis que acabó con su reinado.