Los jerarcas de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), por medio del estimable colega y expresidente del Colegio de Periodistas, José Luis Valverde, claman porque rompa el silencio sobre quiénes están beneficiándose de manera ilícita con sus gestiones en la institución.
La reacción se fundamenta en mi anterior columna (12-08-2011), de la que, ingenuamente, creí que me iban a agradecer por tratar de abrirles los ojos.
No soy policía ni investigador judicial, pero, con sinceridad, me duele que unos pocos estén manchando el buen nombre de una gran entidad.
Los pelos y señales que andan buscando las autoridades de la CCSS están frente a sus propias narices en expedientes sobre compras y amistosos nombramientos, que se tramitan en el mezzanine del edificio central, donde se halla precisamente la Auditoría Interna.
Ante esa instancia, varios honestos empleados plantearon denuncias que por su gravedad ameritan ser investigadas de manera imparcial.
Los documentos debieron entregarse al amparo de la confidencialidad consagrada en el artículo 8 de la Ley contra la corrupción y el enriquecimiento ilícito en la función pública. De lo contrario, no hubieran podido romper el silencio, que tanto exige la CCSS en su foro del pasado miércoles.
Esos son los verdaderos Hombres Increíbles y las Mujeres Maravillas que don José Luis y sus jefes no quieren ver y que, pese a sus limitaciones y temores, hurgan y denuncian.
Otra queja sobre una cadena de curiosas resoluciones en la compra en mayo del medicamento ácido acetil salicílico la tienen desde el 6 de julio la Auditoría Interna y la Contraloría General de la República.
El silencio cómplice no es mío, cumplo con alertar y reiterarles, hoy, por dónde empezar a desenhebrar la madeja.
El silencio cómplice parece provenir más bien del régimen de terror interno que algunos intentan institucionalizar.
Más recientemente, genera mala espina la decisión superior de no divulgar el informe final sobre la intervención en la Dirección de Pensiones, concluida desde hace una semana.
Amigos de la CCSS, ¿por qué miran la paja en el ojo ajeno y no ven la viga que tienen en el propio? Investiguen, solo así la Caja y los hombres de buena voluntad que trabajan allí, que son la mayoría, podrán romper verdaderamente el silencio.
mmartinez@nacion.com