Capasurí, cobo, empurrar, acuantá, cruceta, zarabanda, dilatar... Palabras moribundas.
Han caído en desuso y solo el tiempo dirá cuándo morirán. Palabras que en alguna época significaron mucho y ahora no las entendemos o no las utilizamos; en fin, palabras del español , a punto de fallecer, y que forman parte del habla costarricense.
Primer obituario. En la vigésima primera edición del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE, 1992) aún aparecían capasurí (venado con los cuernos cubiertos de piel), cobo (frazada) y empurrar (enfurruñarse) como costarriqueñismos o con la marca de que se usaban en Costa Rica.
No obstante, ya no quedan rastros de esos tres términos en la vigésima segunda y más reciente edición de ese documento.
¿Acto de magia, terrorismo u otro ataque? Pues no, desaparecieron como parte de la intensa limpieza de arcaísmos (palabras que resultan anticuadas en relación con un momento determinado) que hicieron las
academias hispanoamericanas de la lengua en el proceso de creación del nuevo Diccionario de la Lengua Española.
Según consta en una lista que Adolfo Constenla le facilitó a Viva , la Academia Costarricense de la Lengua señaló que 21 costarriqueñismos y otros vocablos con la marca de ser utilizados en nuestro país cayeron en desuso absoluto . Otros 14 vocablos o alguna de sus acepciones fueron señalados como de poco uso.
¿Las conoce?
Probablemente ni usted ni un extranjero podrían saber por medio del Diccionario de la Lengua Española que en Costa Rica bruñir se usó como sinónimo de molestar y fastidiar.
Campirano se utilizó despectivamente para hablar de una persona rústica o de un patán y carriel fue una bolsa de viaje con varios compartimientos para papeles y dinero y no solo un bolso de mujeres como aparece en la actualidad.
Otros términos donde por desuso desapareció nuestra marca fueron: enfermoso (enfermizo), escribanía (notaría), esqueleto (no en su primer significado, sino en el que decía que era un modelo o patrón impreso en que se dejan blancos que se rellenan a mano) y féferes (trastos, baratijas).
Además desaparecieron absolutamente: capasurí, pachaco (aplastado, plano en ciertas partes del cuerpo como el pecho o las nalgas) y zoreco (torpe).
Más moribundos
Y a todo esto ¿por qué muere una palabra? Miguel Angel Quesada Pacheco, lingüista, filólogo y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua, comentó que la lengua es un ser vivo, tal y como decía Carlos Gagini, y las palabras se dejan de usar por tantas razones como vocablos existen. "La palabras nacen, crecen, mueren y hasta reviven", afirma el autor del Nuevo Diccionario de Costarriqueñismos .
Sin embargo, sí se sabe que las palabras que fueron muy utilizadas durante la Colonia han muerto poco a poco. Un ejemplo de ello es dilatar, que hasta hace poco tiempo se usó como sinónimo de tardar y ahora solo se utiliza en regiones.
Los términos ligados a algún objeto, oficio o práctica desaparecida están en vías de extinción. También en la Colonia, hubo unos terrenos alrededor de las ciudades que no tenían dueños, eran usados para el ganado u otras prácticas y se llamaban ejidos; ese tipo de tierra desapareció y la palabra no se volvió a usar más que en los textos de historia.
Muchos de estos términos, explica Quesada, ni siquiera se documentaron en los prestigiosos diccionarios de la Real Academia Española, si acaso en los de costarriqueñismos.
Los términos, por más fuertes que sean, pueden fallecer ante el peso de las instituciones: lo que le pasa a acuantá (hace poco tiempo). "La escuela, los medios de comunicación... todos presionaron para que esa palabra se dejara de usar al calificarla despectivamente. Y los costarricenses, que tenemos una autoestima lingüística baja, dejamos de usarla", afirmó el especialista.
Las huellas
Usted dirá: "esa palabra si sé que significa". Lo anterior es probable, pero es porque está en su léxico pasivo, que se conoce pero no se usa.
Otras palabras desaparecen del vocabulario común, pero dejan su huella en algún nombre, sobre todo de lugares.
Ejemplos hay decenas, unos representativos son: Chacarita, que fue diminutivo de chácara, un terreno pequeño para el cultivo; La Garita, garita fue el control de aduanas costarricense en esa zona de Alajuela en el siglo XIX; y El Sitio, sitio era el lugar sin cercas donde el ganado podía andar suelto.
Pasa también que el significado de una palabra muere y subsiste la palabra con otro significado o que sobrevive el significado pero se apropia de términos diferentes, por ejemplo: un convite fue en el siglo XIX una fiesta con payasos (es decir, mascarada), también se llamó mojigangas y ahora es, en general, payasos.
Zarabanda (alboroto), bebida (aguadulce), entreverado (café entre verde y maduro)... no han sido tan fuertes para sobrevivir a los cambios de gustos, oficios, trabajos y hasta influencias de los costarricenses.
"Es difícil decir cuándo una palabra está muerta. Es un proceso lento; primero la palabra pasa al léxico pasivo y quizá después de varias generaciones la dejemos de usar", aseveró Quesada.
Tanto las exiliadas del nuevo Diccionario de la Lengua Española como las que poco a poco guardamos en el recuerdo son las palabras en vías de extinción, algunas ni siquiera han tenido el honor de ser documentadas.