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Papa impone Palio a tres arzobispos de España y doce Iberoamérica

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Por Juan Lara

Ciudad del Vaticano, 29 jun (EFE).- El Papa impuso hoy en el Vaticano el Palio -símbolo de comunión con el Obispo de Roma- a 40 arzobispos de todo el mundo, entre ellos tres españoles y doce iberoamericanos, en una ceremonia en la que propuso que se discutan sus poderes, en aras de la anhelada unidad de los cristianos.

"Como Obispo de Roma y sucesor de Pedro, renuevo hoy mi total disponibilidad a poner mi persona al servicio de la comunión entre todos los discípulos de Cristo", dijo el Pontífice ante varias decenas de miles de personas reunidas en la Plaza de San Pedro, entre ellas una delegación del patriarcado ecuménico de Constantinopla.

La delegación ortodoxa -enviada, como es tradición, por el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, con motivo de la festividad de San Pedro y San Pablo- la presidió Demetrios, arzobispo greco ortodoxo de América, y de la misma formó parte el obispo Teodoritos, el archimandrita Athenagoras y el diácono Panteleimon.

Juan Pablo II afirmó que la presencia de los ortodoxos en el Vaticano es "el signo elocuente del compromiso para alcanzar la total unidad" de los cristianos y que el envío por parte de la Santa Sede de una delegación a Constantinopla cuando llega la fiesta de San Andrés "fortalece la esperanza de llegar a esa anhelada comunión".

Oriente y Occidente se separaron con el cisma de 1054, con las excomuniones del papa León IX y del patriarca Miguel Celurario, y desde entonces han pasado casi mil años de incomprensiones y recelos.

Les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de la Iglesia de Roma y la negativa de la infalibilidad del Papa.

Los ortodoxos no reconocen tampoco la validez de los sacramentos católicos, al contrario que la Iglesia católica que sí admite, desde el Concilio Vaticano II, los de la Iglesia ortodoxa.

Los ortodoxos culpan a Roma de proselitismo y de intentar expandirse en territorios hasta ahora bajo su control.

Para Juan Pablo II, la separación es un "escándalo" y quita credibilidad a los cristianos a la hora de divulgar el Evangelio.

Visto que el primado de Pedro es uno de los escollos, el Papa Wojtyla ya ha dicho en varias ocasiones que está dispuesto a que teólogos y expertos discutan ese tema para buscar una solución que sea aceptada por todos.

En esta festividad de San Pedro y San Pablo, el Pontífice cumplió la milenaria tradición de imponer el Palio a los arzobispos metropolitanos nombrados este año, en esta ocasión 40, entre ellos tres españoles y doce iberoamericanos.

Los españoles son el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares Llovera; el de Valladolid, Braulio Rodríguez Plaza, y el de Granada, Francisco Javier Martínez Fernández.

Los iberoamericanos son Hugo Barrantes Ureña, de San José de Costa Rica; Joao Braz de Aviz, de Maringa (Brasil); Juan Francisco Sarasti Jaramillo, de Cali (Colombia); Flavio Calle Zapata, de Ibagué (Colombia): Francisco Robles Ortega, de Monterrey (México), y José María Arancedo, de San Fe de la Vera Cruz (Argentina).

También recibieron el Palio Héctor González Martínez, de Durango (México); Guillermo José Garlatti, de Bahía Blanca (Argentina); Raúl Eduardo Vela Chiriboga, de Quito; Antonio Arregui Yarza, de Guayaquil (Ecuador); Mario Luis Bautista Maulión, de Paraná (Argentina), y José Carlos Melo, de Maceió (Brasil).

El resto de los prelados procedían de EEUU, Italia, Alemania, Madagascar, India, Canadá, Austria, Hungría, Francia, Mozambique, Guinea, Grecia, Malasia, Myanmar y Kazajistán.

Juan Pablo II les animó a ser testimonios de fe y a que lleven su solidaridad por todo el mundo, en especial a aquellos sometidos "a duras pruebas y que encuentran grandes dificultades en la vida".

El Palio es una faja de lana blanca, de entre cuatro y seis centímetros de ancho, con seis cruces de seda negra bordadas longitudinalmente.

Están confeccionados con la lana de dos corderos blancos que son bendecidos en la basílica romana de Santa Inés en Nomentana el 21 de enero de cada año, la festividad de la santa.

Al principio era un signo litúrgico exclusivo de los papas, aunque más tarde éstos lo concedieron a los obispos que habían recibido de Roma una especial jurisdicción.

El primer Papa que lo concedió fue Simmaco, en el año 513 y lo impuso a Cesario, obispo de Arles (Francia).

Desde entonces se extendió esta imposición a los arzobispos metropolitanos.

A la ceremonia de hoy acudió una delegación de la región española de Castilla-la Mancha, a la que pertenece Toledo, encabezada por su presidente, el socialista José Bono. EFE

jl/acm

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