Guillermo Sandí se lustró los zapatos, se vistió de domingo, como si fuera para misa, pero eso sí, se puso el sombrero. “Es que tengo que estar guapo para mi amor”, dice el bailarín, mientras vuelve a ver a su esposa, Teresita Salvatierra, con quien se escapó este viernes para el bailongo que se armó en el Estadio Nacional.
Esta pareja, con 20 años de casada, fue una de las tantas que se tiró a la pista que se armó en medio de la cancha del nuevo recinto josefino.
Y es que estos vecinos de Desamparados, y padres de tres hijos, aseguran que son de los que de vez en cuando se escapan a bailar al Rancho Garibaldi, pero que religiosamente asisten a clases de baile en su comunidad.
Arrastrados hasta la pista por la música del recuerdo, como la de Los Hicsos y la Orquesta Lubín Barahona y los Caballeros del Ritmo, Guillermo Eduarte y Andrea Abarca, sobrino y tía, llegaron al Estadio desde las 6 p. m., para bailar hasta que dejara de sonar la última canción.
La popular Lunada bailable se movió contra todos los pronósticos: los asistentes jóvenes fueron una de las sorpresas. Nuevas generaciones y las viejas bailaron parejo en la pista de baile.