El sida y la muerte. Así camina la vida en la cárcel de Carandiru, con celdas hacinadas de hombres, donde el dolor y la violencia se entrecruzan, y de donde surge una valiente película brasileña, con la pasión del cine convertido en testimonio, dirigida por el argentino radicado en Brasil: Héctor Babenco.
El filme lleva el nombre de la cárcel: Carandiru (2003), y representará al cine brasileño en la próxima entrega de los Oscar, el 29 de febrero del 2004. La crítica coincide en que Carandiru es a las cárceles lo que Ciudad de Dios (2002, de Fernando Meirelles) es a las favelas.
Sus personajes son hijos directos de una sociedad desigual cuya textura es la injusta distribución de la riqueza. Son hijos de la pobreza y, por esta ruta, son hijos de la violencia que campea en muchas calles brasileñas y, luego, en las cárceles.
Se trata de presidios hundidos en condiciones inhumanas, donde no hay ventajas como las que viven los presos con pedigrí (sea político o social) en cárceles privilegiadas. Son mazmorras que se encuentran en el lado oscuro de la pobreza humana, en ciudades que para unos (los menos) son como lo más elegante de Nueva York, y para otros (los más) son como Nueva Delhi.
La película se basa en el libro escrito por el médico Drauzio Varela, quien llegó a la cárcel a trabajar en un programa de prevención del sida, y lo hizo durante 14 años. Este médico atendió, luego, al realizador Héctor Babenco, cuando este sufrió un cáncer linfático hace cinco años. De las pláticas entre ambos, surgió el filme.
Para eso, se tomaron las historias individuales que se narran en el libro, se fueron hilvanando poco a poco, una a una, de manera que se llegó a tener la atmósfera que da cuerpo a un sitio abandonado por los hombres y por los dioses.
Así vemos cómo en muchas prisiones del mundo, el sueño de todos es la libertad; en Carandiru, no: el anhelo es salir vivo. Por eso el motín que en 1992 produjo la muerte de 111 prisioneros. La policía dijo que había actuado en defensa propia junto con el ejército brasileño, pero ningún militar resultó herido.
Por otro lado, los prisioneros murieron con balazos en la espalda mientras se escondían en su propias celdas; o en la cabeza, ajusticiados. Fue una masacre. En esta octava cinta suya, Babenco hace la denuncia con fuerza en las imágenes, con creatividad narrativa y con radicalidad en las ideas. Es un filme extraordinario con un equipo estupendo de actores, entre ellos: Luis Carlos Vasconcelos (el médico), Milton Gonçalves, Ivan de Almeida y Ailton Graça.
Es el reencuentro de Babenco con su mejor cine, como lo hizo con Pixote (1980) o con El beso de la mujer araña (1984), con la tragedia social como expresión de la injusticia. Por ninguna razón del mundo, por ninguna, hay que dejar de ver esta película.
Cómo, cuándo, dónde...:
Carandiru se exhibe en Cinépolis, Cariari, American Mall, Cinemark.
Entrada: De ¢1.200 a ¢1.500, según la sala. Con precio especial para pensionados.
Horario: Funciones regulares.
Inicio: Mañana, viernes.