San Isidro de El General (Pérez Zeledón). Lo que parecía un simple desayuno se convirtió en una tragedia para la familia Madrigal Rosales. Primero, escucharon un estruendo que los paralizó. Luego, vieron a través de su ventana cómo una bola de fuego se acercaba a su humilde casa, la huída no fue lo suficientemente rápida pues todos los miembros de la familia, excepto Marilyn, sufrieron quemaduras hasta de tercer grado.
Aún convalecientes en el hospital Fernando Escalante Pradilla, de San Isidro de El General, Luciana Rosales Arias, de 38 años, y sus hijas Jenny y Marilyn Madrigal Rosales, de 6 y 13 años, respectivamente, dieron declaraciones a La Nación sobre lo que vivieron el jueves 27 de julio, cuando el accidente de un camión de Tropigás cambió para siempre sus vidas.
Palabras de dolor
Marilyn tuvo más suerte porque su papá la envió a encerrar unos terneros, por lo que no se encontraba en la casa en el momento de la tragedia. "Yo oí un ruido, como una bomba, y me quedé parada, pero cuando vi el fuego corrí y me quebré el pie. Mi hermano decía que ya nos íbamos para el cielo, que era el fin del mundo y mi hermana me dijo que era Dios el que venía a llevarnos", aseguró.
Con sus casi nueve meses de embarazo, doña Luciana sufrió quemaduras de primer y segundo grado en la cara y manos. Después de pasar muy mala noche dice que solo recuerda que esa mañana se levantó un poco más tarde y que su cuñado Neftalí Ureña Monge llegó un poco antes del incidente.
"Nosotros oímos un choque y como que reventó algo, cuando nos fijamos por la puerta de la cocina vimos un nubarrón que venía e inmediatamente nos cubrió el fuego. Todos salimos para la sala y me acordé que Jenny estaba durmiendo y la saqué de las cobijas. Todos nos quemábamos. Lo único que pudimos hacer fue pedirle a Dios porque pensamos que era el fin del mundo."
Dolor e incertidumbre
Luego del accidente, la única información que tienen del jefe de familia es la que vieron ayer por un noticiero de televisión, cuando por ese medio Enrique Madrigal Arias, desde la cama 449 de la unidad de quemados del hospital San Juan de Dios, les informó de que estaba bien, que no se preocuparan por él.
Rocío Monge, jefa de dicha Unidad, aseguró el viernes en la tarde que Madrigal Arias y Luisa Rosales Ledezma, su sobrina, "están delicados pero estables". Explicó: "Aunque hay buen pronóstico aún están en las horas críticas. Debido al tipo de lesiones el primer peligro es la infección así que se mantienen con antibióticos."
Ahora, además del dolor de las quemaduras y los recuerdos de la tragedia, la familia Madrigal Rosales sufre por haber perdido todo lo que tenían. La duda que los agobia es: ¿Quién les va a ayudar a salir adelante una vez que abandonen el hospital?