Cuando el diablo se viste a la moda, vemos cómo una muchachita convertida en princesa por allá en otra película, de pronto se transforma en hermosa mujer en el mundo Prada y en las pasarelas de la moda. Así recordamos a la actriz Anne Hathaway.
Hay más. Cuando el diablo se pone en modas sociológicas, porque le da la gana, hace que un grupo de jóvenes pudientes se meta en la boca del lobo (ellos y ellas), donde viven los malos, al Este de Los Ángeles. Nada les pasa, aparte de un sustillo que les dan unos latinos con acento mejicano. Ya se sabe: los latinos no son buenos en este tipo de cine.
Esto lo vemos en el largometraje titulado Perturbadas (2005), dirigido por Barbara Kopple, con guion de Stephen Gaghan. Gira sobre dos muchachas adineradas, pero con ausencias familiares, que copian el modo de vida de los raperos y del hip-hop , lo que en Estados Unidos llaman "whiggers" (contracción de "white niggers").
Después, según la trama, esas dos muchachitas “chéveres” deciden regresar solas al “infierno de la sociedad estadounidense”, donde están los latinos y negros. Ellas se llaman Allison y Emily. Las actrices que las encarnan son Anne Hathaway y Bijou Phillips. Ellas no se visten de Prada, sino que ahora se desvisten por gusto, aunque luego culpen a los latinos de violadores.
La película es un fiasco, lo decimos de una vez. ¿Para qué andar con rodeos? Nada tiene que ver esta cinta con buenos filmes como Trainspotting (1996) o Réquiem por un sueño (2000). Perturbadas (86 minutos) es ejemplo de cómo vemos la destrucción de una mínima construcción dramática. Es un texto donde la coherencia pierde la fe en sí misma y cae como un piano desde un quinto piso.
Lo diálogos son más simplones que algodón con azúcar: se diluyen en su propia insensatez mientras el filme corre como chicle masticado y masticado en la boca de un beisbolista a lo largo de un juego.
Lo peor es esa ostentación del filme de presentarse ante el público como algo importante: actitud malsana. Esta película no es más que la sucesión de una serie de secuencias ligadas solo por los personajes, nunca por la historia: esto es de lo peor en cine.
Las actuaciones están al mismo tono: de mediocridad hacia abajo. Puede ser que los desnudos de las actrices les den alguna presencia escénica (más bien, visual), pero no les dan presencia dramática, aunque se trate de Anne Hathaway. En fin, la película está resuelta sin interés ni garra, pese a que la directora tiene fama de buena documentalista. Ocasión desperdiciada.
La banalización de los personajes y de las situaciones es lo que pone a Perturbadas en el punto exacto del cine prescindible, para nada recomendable, sin sensibilidad cinematográfica, que llega al final arrastrándose en su propia pornografía sentimental.