El Caribe, tal como se conoce, podría cambiar su paisaje submarino en poco tiempo debido a la intromisión de un pez exótico que, por su belleza, es muy cotizado entre acuaristas y coleccionistas.
Se trata del pez león del Indopacífico, un espécimen manchado y con espinas venenosas.
A solo un año de advertir su presencia en el país, los científicos están muy preocupados por la facilidad con la que se adapta y propaga en los arrecifes del Atlántico occidental, donde ya está causando estragos.
En Costa Rica ya ha sido reportado desde la isla Uvita, en Limón, hasta la frontera con Panamá, alertó Helena Molina, del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad de Costa Rica (Cimar-UCR).
Aunque se habla de él como un solo pez, en realidad son dos especies: el pez león rojo (
Sin embargo, en las aguas caribeñas no se lleva a cabo esta autorregulación y, por eso, su presencia desequilibra el ecosistema. Estos peces comen mucho, muy rápido, y sus presas pueden superar casi su tamaño (38 centímetros de longitud).
Además, compiten con otros depredadores a los que pueden desplazar, y esto, a mediano plazo, provocará desbalances importantes en las redes alimenticias del océano.
Este informe se dio a conocer esta semana durante el “Conversatorio sobre el estado de poblaciones de especies silvestres” organizado por el Instituto de Biodiversidad (INBio) y el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), con apoyo de la Universidad Nacional (UNA).
En el 2005 se reportó en Bahamas y en Costa Rica en el 2009.
Según Molina, el pez león puede alcanzar los 38 centímetros de longitud en su hábitat natural. Pero los ejemplares caribeños pueden medir 47 centímetros.
Asimismo, en su lugar de origen se alimenta de noche, mientras que aquí come también de día. “Parece no quedar satisfecho”, comentó la investigadora.
Al tener un apetito tan voraz, las poblaciones de individuos jóvenes se ven reducidas en un 80% en presencia de un único pez león.
Así, por ejemplo, si existen diez ejemplares jóvenes de una especie local que conviven con un pez león, la tasa de sobrevivencia será de apenas un par de individuos.
Esto se debe a que, al ser el pez león una especie no nativa, los peces residentes no lo reconocen como depredador y no saben defenderse ni huir.
Sus enemigos naturales son los meros (
“Nuestros peces nativos pueden aprender a comérselo, pero necesitamos darle tiempo al ecosistema para que comience a reaccionar”, destacó Molina.