Berlín. El presidente ruso, Vladimir Putin, rememoró sus tiempos como espía soviético durante su visita a la ciudad alemana de Dresde, que él mismo calificó como una vuelta a casa.
Putin, que concluyó el jueves su viaje de estado a Alemania, vivió en la década de los ochenta en la ciudad germano-oriental durante cinco años, empleado por la KGB para reunir informaciones sobre políticos o planes de enemigos potenciales.
Lejos ya de la época en la que debía pasar desapercibido, Putin fue recibido el jueves calurosamente por los habitantes de la ciudad, en la que han cambiado muchas cosas, pero una sigue siendo igual: la calidez de la gente, aseguró el presidente.
Putin, que ya demostró que aún domina el alemán en el discurso pronunciado ante el Parlamento la semana pasada, firmó autógrafos y estrechó manos de los vecinos de Dresde, entre los que no faltaba quien decía haberlo conocido en sus tiempos de agente de la KGB.
El líder ruso realizó junto a su esposa un recorrido turístico por la ciudad que debió abandonar rápidamente hace once años cuando cayó el régimen de la República Democrática Alemana (RDA).
Acompañados primero por el primer ministro regional de Sajonia, Kurt Biedenkopf, y por el canciller Gerhard Schroeder y su esposa, después, los Putin visitaron los edificios emblemáticos de la ciudad y recorrieron el río Elba en un barco de vapor.
La vista a Dresde coincidió con la devolución a la ciudad de tres cuadros desaparecidos durante la II Guerra Mundial y que se encontraban hasta ahora en manos rusas.