Apenas graduada de psicóloga, Marta consiguió un buen trabajo en una fundación. Pronto sus ideas sobre “atención de comunidades en riesgo” llamaron la atención de su jefatura, que la alentó a concretar el proyecto y le pidió plasmar una propuesta “para conseguir fondos de la cooperación internacional”. Ese día, Marta descubrió que sabía mucho de riesgo social y de intervención comunitaria, pero de estructurar propuestas ¡no tenía idea!
Con dos años de haberse graduado como administrador, Daniel debió asumir su primer reto de dirigir a otras personas. De sus clases y libros sabía que debía planificar, decidir y controlar. Empero, cuando tuvo que hacer frente a un grupo desanimado por la última reestructuración, se preguntó: ¿Cómo emociono a este grupo? ¿Cómo comunico un sentido de propósito? Es decir, ¿cómo lidero? Pronto descubrió que de liderazgo le habían hablado mucho, pero enseñado poco.
Seis temas. Estudiando situaciones de éxito y fracaso de profesionales recientemente graduados (algo que los entendidos llaman incidentes críticos de la práctica profesional) hemos dado con una serie de temas doblemente importantes pues, aunque son cruciales para afrontar con éxito situaciones complejas del ejercicio profesional, no son enseñados de manera sistemática en nuestras universidades. Algunos de estos temas son:
Formular iniciativas y proyectos. Este capítulo incorpora capacidades como saber definir objetivos, fijar metas, establecer prioridades y razonar plazos.
“Hacer redes”. Una de las capacidades más importantes para el éxito profesional es la de saber construir relaciones. Dado que “nadie es una isla”, es clave dominar estrategias para identificar personas y grupos que pueden ser útiles en el logro de metas y expandir continuamente nuestra red de contactos.
Destreza comunicativa. El mundo está lleno de sabiondos que “conocían la respuesta”, pero no supieron “vender la idea”. La destreza comunicativa remite a individuos que se expresan con fluidez y seguridad, que exhiben buena dicción, saben escuchar y dominan estrategias para persuadir a otros.
Trabajar con otros. Algunos dirán: “Todo el tiempo ponemos a los alumnos a trabajar en grupo”. Habrá que aclarar que una cosa es mandar a un grupo de gente a ocuparse de algún tema y otra –muy distinta– es enseñarles las estrategias y habilidades para ser efectivos trabajando juntos (v. gr.: capacidad de escucha, inteligencia interpersonal, etc).
Liderar equipos y proyectos. En un cruce de caminos entre la razón y la emoción, el liderazgo involucra la capacidad de manejar grupos, construir y comunicar visiones atractivas y contagiar a otros de entusiasmo para impulsarlos a actuar...
Tomar la iniciativa y correr riesgos calculados. Al correr riesgos y actuar en lugar de esperar a que otros digan qué hacer, nos ponemos a prueba y desarrollamos las competencias asociadas con la efectividad personal (seguridad, flexibilidad, tolerancia a la frustración, etc.).
Cabe apuntar que estos saberes se traslapan y apoyan unos a otros. Además, resultan transdisciplinares, es decir, relevantes para el éxito profesional en cualquier disciplina.
Así las cosas, las universidades deberían estudiar los incidentes críticos de la práctica profesional de sus graduados (¿cómo prepararlos para afrontar los retos, si no conocemos dichos retos?) y tener presente que las capacidades que hemos apuntado no se desarrollan “a punta de pizarra”, sino que involucran metodologías como la “exposición” y el “aprendizaje por la experiencia”.
Hay quien dice que estos recursos se aprenden “en la calle”. Empero, la realidad es otra y todos los días encontramos profesionales –con muchos años de ejercicio– incapaces de formular un plan coherente, convencidos de que “pueden solos”, con enormes dificultades para hacerse entender, problemáticos al punto de ahuyentar a cualquiera que intente colaborar con ellos, desabridos a la hora de contagiar de entusiasmo a otros o completamente renuentes a tomar la iniciativa y correr riesgos.
El punto es que, por ser cruciales en la práctica profesional, las universidades no pueden desentenderse de estos saberes. Después de todo, de la mano del filósofo romano Séneca nos llega la directriz “Non scholae, sed vitae discimus” (Aprendemos para la vida, no para la escuela).