El 26 de diciembre de 1996, JonBenet Ramsey, quien a sus siete años había ganado varios concursos de belleza infantiles, apareció muerta en el sótano de la mansión de su padre, el millonario John Ramsey. Además de él, esa noche estaban en la casa su esposa, Patricia, y el otro hijo de la pareja, Burke, cuatro años mayor que su hermana.
La pequeña fue estrangulada con una cuerda, le habían tapado la boca con cinta adhesiva, abusaron sexualmente de ella y le quebraron la cabeza de un golpe.
La historia pronto se convirtió en manjar para los medios de prensa: por su belleza y talento, JonBenet Ramsey era una versión doméstica de Shirley Temple de fines de siglo. Aparte de los dones que natura le prodigó, la niña vivía en medio de la opulencia que los millones de su padre le permitían a la familia. No había nada que no pudiera tener.
El trágico vuelco de lo que parecía una vida perfecta ya era suficiente para eclipsar la atención mediática, pero la dificultad para identificar al perpetrador del terrible crimen y las posteriores versiones de que sus propios padres o hermano podrían estar involucrados, convirtieron el caso de JonBenet en un polvorín de alcance mundial.
Diez años después del hecho, cuya investigación costó millones de dólares sin resultados contundentes, la confesión de John Mark Karr, un profesor estadounidense que se declaró culpable del asesinato de la niña, volvió a poner el caso en la palestra y a la policía de cabeza.
Karr, de 41 años, fue arrestado la semana pasada en Bangkok, Tailandia, después de que la policía obtuviera información de que el hombre se había arrogado el delito en un intercambio de correos con el periodista Michael Tracey.
La actitud de Karr tomó por sorpresa a todos: prácticamente sin presión alguna, mientras era trasladado por las autoridades tailandesas, admitió frente a las cámaras que él se encontraba junto a la niña cuando murió, aunque alcanzó a aclarar que él la amaba y que su muerte "fue un accidente". Cuando le preguntaron si era inocente, Karr respondió con contundencia: "No".
De inmediato empezaron a resurgir los argumentos que alguna vez tuvieron a los padres de JonBenet como fuertes sospechosos en el asesinato de su hija. Y también la posibilidad de que se haya cometido una injusticia monumental en contra de John y Patsy Ramsey, quienes no tuvieron tiempo de llorar a su hija porque debieron empezar a defenderse casi inmediatamente después del crimen.
Y es que, ya para 1998, la policía de Boulder aseguraba tener 30 razones para creer que los padres eran los culpables.
Incluso, la prestigiosa revista Vanity Fair se aventuró a realizar una descarnada afirmación: que la niña murió durante un juego sexual con sus padres que se salió de control.
Según el recuento preliminar, realizado con base en las explicaciones de los Ramsey, JonBenet se fue a la cama a eso de las 8 de la noche. Los miembros de la familia dijeron no haber visto ni escuchado nada extraño.
Pero a las 5:22 de la madrugada, la policía recibió una llamada de Patricia Ramsey, en la que aseguraba que su hija había sido secuestrada. Según la versión de la mujer, ella bajó a la planta principal a preparar café, y encontró una nota que exigía el pago de $118.000 a cambio de la niña.
La policía local inició la búsqueda al minuto siguiente, incluso solicitó la ayuda del FBI, pero fallaron en el primer paso: nunca inspeccionaron la mansión de los millonarios Ramsey y creyeron ciegamente en la versión del secuestro.
Pero esa misma tarde del 26 de diciembre, John Ramsey encontró en el sótano el cadáver de su hija estrangulada. Ramsey tomó a su hija en brazos y la trasladó al primer piso, lo que la policía interpretó como un acto deliberado para enturbiar pistas y estropear una posible investigación.
Los fiscales también insistían en que, desde el principio, los padres de JonBenet adoptaron una actitud defensiva, contrataron carísimos abogados y hasta a un agente de relaciones públicas.
La policía no encontró señales de que hubieran forzado la entrada de la casa y no se hallaron huellas en la puerta. El hallazgo de la nota de rescate (escrito en una hoja de libreta y con un bolígrafo de la familia), fue otro elemento de este caso que nunca se pudo explicar.
En la investigación se halló que los Ramsey habían dado más de una docena de llaves de la casa a mucamas, obreros y otros. Investigadores de la Policía de Boulder y de la fiscalía se enfrentaron con vehemencia por tener distintas teorías sobre el caso.
Pero nunca se pudieron conseguir las pruebas suficientes para llevar a los Ramsey a juicio, aunque su culpabilidad quedó implícita ante la sociedad.
Con el arribo de Karr en la escena, muchos piensan que finalmente JonBenet y su madre podrán descansar en paz (Patsy murió en junio pasado de cáncer de ovario) y el padre, John, limpiará su nombre para siempre. Pero quizá no sea tan sencillo.
El extraño comportamiento del profesor ya ha encendido la señal de alerta en las autoridades estadounidenses, que instan a la prensa a tomar el caso "con prudencia". Karr, quien fue deportado desde Tailandia,viajó en primera clase acompañado de sus custodios, e incluso tomó champaña, cerveza y comió pavo tranquilamente.
Su perfil es desconcertante: se supo que asistió a clínica de cambio de sexo en Bangkok; y en el 2001 fue detenido (y luego liberado) por manejo de material pornográfico de menores. Esto último podría interpretarse como una señal de que su confesión de la violación y asesinato de JonBenet sería cierta.
O puede ser al contrario: en su condición de pederasta, el hombre podría haberse enamorado de la niña después de su muerte. Y es que, según declararon tanto su padre, Wexford Karr, como su exesposa, Lara, era evidente desde hace años que John Mark vivía obsesionado con el caso.
Su padre dijo a The Denver Post que incluso en la universidad, un profesor lo instó a escribir un libro sobre JonBenet, tras haber leído un exhaustivo ensayo de él sobre el caso.
La esperanza de la policía es que las pruebas de ADN de Karr permitan comprobar que fue su semen el que se halló en el cuerpo de la niña. Pero una reciente publicación de la revista People alimenta la duda sobre su culpabilidad, al citar una supuesta confesión de Karr a las autoridades tailandesas: "Puede ser que el ADN no coincida, pero no se puede hacer caso a esa prueba".
Por otra parte, la exesposa del indiciado asegura que, el día del crimen, él se encontraba con ella y sus hijos en Alabama. "Tu familia haría cualquier cosa por defenderte, esas declaraciones no son relevantes", comentó Karr ante lo dicho por su exmujer.
La enorme duda es... si este hombre no es culpable, ¿por qué confesaría un crimen que podría llevarlo a una condena de muerte o a la cárcel de por vida? ¿Está loco o solo busca sus "15 minutos de fama" ?
La interrogante puede tardar en develarse. O tal vez nunca se aclare. Entretanto, el circo continúa...