EL ORO NO ES UN material traslúcido, pero deja ver cosas a través de él, por ejemplo, la forma de vida de un grupo de comunidades del Sur de Costa Rica, a eso del año 700 (D.C), o también el rostro de los verdaderos responsables de la reciente reapertura del Museo del Oro Precolombino: chorotegas, guatusos, huetares, bribris, cabécares, teribes y guaimíes.
Desde hace seis años, el Museo del Oro Precolombino se propuso revelar de forma radical lo que había detrás de su colección de más de 1500 piezas. Cuatro años estuvieron dedicados a la investigación arqueológica y, los dos restantes, se fueron entre la propuesta del diseño y la producción museográfica. Tras año y medio de permanecer cerrado, finalmente el museo arrojó los resultados de su investigación.
Un espectacular montaje, en el que se utilizaron todos los recursos disponibles, es la puerta de entrada a un recorrido a lo largo de ocho siglos de historia nacional. "La exposición abarca desde la introducción de la metalurgia, más o menos del año 0 al 300 D.C., hasta la época de contacto, en el 1.500", explicó Patricia Fernández, curadora de arqueología de la Fundación de Museos del Banco Central y coordinadora del guión científico para el museo.
Todo ayuda a explicar la presencia del oro en las sociedades precolombinas y su importancia, tanto en la vida cotidiana como en la vida simbólica. Casi mil piezas aparecen dispuestas dentro de sus contextos de uso, perfectamente recreados; diversos dioramas -representaciones tridimensionales a tamaño natural- ilustran estos contextos, así como otros recursos didácticos que alientan la curiosidad: cédulas informativas, un video bilingüe, fotografías, libros informativos, dibujos, efectos de sonido, 80 piezas de cerámica y piedra (para contextualizar al oro), mapas y maquetas.
"Queríamos una exhibición de objetos arqueológicos donde se sintiera la presencia del ser humano", recalcó la arqueóloga. "Las piezas de oro se están explicando en función de sociedades, que además de ser complejas y jerarquizadas, tenían una organización política-religiosa muy elaborada, donde los objetos de oro tuvieron un papel preponderante", enfatizó Fernández.
Grabado en metal
Dividida en dos grandes áreas y varias secciones, la exhibición puede ser abordada como el visitante lo decida; al estar organizada temáticamente, permite su consumo a discreción. Esto significa que el espectador puede seleccionar qué área prefiere y enfatizar diferente información. "Además, como visitante, podés disfrutarla muchas veces", recomendó la funcionaria.
El primer nivel de la exposición está dedicado a exponer la complejidad social de Costa Rica, desde 10.000 años Antes de Cristo hasta la llamada época de contacto, cuando los españoles tocaron el territorio costarricense.
Este nivel despliega la historia completa, por así decirlo, incluido el momento en que los indígenas adoptan culturalmente la metalurgia y bajo qué características, y también su desarrollo a lo largo de 800 años.
Los temas se intensifican en el segundo nivel, cuando cada parte adquiere la lógica de su propio universo. Aquí aparece todo lo relacionado con el mundo de la tecnología, así como los especialistas vinculados con los objetos de oro, desde los chamanes y curanderos, hasta los guerreros, enterrador y mujeres.
El bosque, como contexto y referencia, también es otro apartado fundamental en esta parte de la muestra ya que, de su inevitable cercanía con la vida social, emanaban figuras que se han convertido en auténticos símbolos del oro precolombino, como las famosas ranitas.
Las últimas dos secciones explican la Época de contacto y a los Grupos indígenas actuales, con la premisa de que no solo sobreviven otras tecnologías, sino que todavía hay un presente ligado a ese pasado que es remoto solamente en apariencia.