El nombre de Zaqueo, que aparece en listas de los libros de Esdras y Nehemías, significa el "puro o inocente". ¿Lo era? No lo sabemos, pero sí que era "jefe de publicanos y rico", como lo puntualiza el evangelista Lucas, lo que pudiera inducirnos a pensar que fuese poco escrupuloso en el manejo de sus negocios como cobrador de impuestos.
En todo caso, es alguien que se nos ofrece hoy como ejemplo de desprendimiento de los bienes materiales, abierto al paso de Jesús y su gracia (a diferencia del joven rico, que los menosprecia (Lucas 18, 18-30), ilustración gráfica del publicano que se reconoce pecador (18, 9-14).
Añadamos, por otra parte y según los entendidos, que el relato lleva la marca de Lucas en numerosos aspectos , característicos de su evangelio: la alegría del espíritu, el desasimiento de lo material, la salvación universal, un Jesús amigo de pecadores, gente perdida... Todo ello y el pintoresco Zaqueo, "bajo de estatura", trepado al árbol, reviste el relato de un singular encanto.
Nos interesa la reacción del hombre -¡un publicano!- a quien ha mirado Jesús y a cuya casa se ha hecho invitar, lo que ha provocado en él un manifiesto regocijo y grandes deseos de enderezar su vida por el camino de la justicia y el bien. No era para menos: cuando los ojos de Jesús y su corazón encuentran otros bien dispuestos, allí se provoca naturalmente la conversión, ese cambio interior que se muestra en las obras.
Zaqueo es contundente: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más".
Entregar la mitad de los bienes a los pobres es mucho. Y lo es también la restitución de cuatro veces más, en caso de alguna injusticia cometida, sin distinguir si fue mucha o poca. A propósito, hay que tener en cuenta que la ley judía (Exodo 21, 37) preveía la restitución cuádruple en un solo caso; la ley romana la imponía para todos los hurtos manifiestos. Zaqueo extiende esta obligación para sí a todas las injusticias en las que haya podido incurrir. Delicada conciencia, pues, para sopesar el mal hecho, y mucho desprendimiento y generosidad a la hora de ponerle remedio saludable.
Lo que dice Jesús a continuación no lo es solo para Zaqueo sino para todos cuantos, según la costumbre oriental, han ingresado libremente a la casa en la que compartirá alojamiento y comida con el recién convertido, partícipe de la salvación, hecho "hijo de Abraham".
Jesús quiere que todo el mundo sepa que nadie está excluído de la salvación, a pesar de su vida anterior, de la profesión que haya ejercido; el ser "hijos de Abraham" no es privilegio de los judíos.
Casa equivale a familia. Toda la familia, pues, de Zaqueo, comparte su bendición, lo mismo que antes había padecido sus prácticas inaceptables. Es lo que se conoce como "personalidad corporativa".