Londres. La reina madre Isabel cumplió ayer 97 años y recibió numerosas muestras de afecto de un grupo de más de mil admiradores que se congregó frente a su residencia londinense.
Rejuvenecida tras una operación de reemplazo de cadera, salió de su mansión real y caminó ante la larga fila de simpatizantes que acudieron a felicitarla.
"No puedo creer lo bien que luce hoy. Parece más joven a medida que pasan los años", comentó David Allen, quien entregó una vasija de cristal grabado a la madre de la reina Isabel II.
Su nieto el príncipe Andrés, duque de York, la acompañó a la puerta de su residencia, llamada Clarence, mientras la banda del Regimiento de Gales entonaba el "Cumpleaños feliz".
La Reina Madre, con un vestido blanco de seda bordado de flores rosadas y un sombrero de paja del mismo color, caminó apoyándose en un bastón.
Luego ascendió a un carrito de golf en el que su conductor la llevó por entre las filas de admiradores, parándose a conversar con algunos y recibiendo tarjetas, chocolates y flores.
Colin Edwards leyó un poema que había escrito para la Reina Madre, como lo hace todos los años. "Ella me dijo que era el mejor poema que yo había escrito, pero le respondí: "Usted dice lo mismo todos los años"', recordó Edwards, "y ella se rió".
Joanne Day, una niña de ocho años de edad, le regaló un ramo de flores: "Ella es la persona de la realeza que más admiro. Me gustaría que viviera más de 100 años".
Inmune al escándalo
Aunque el afecto y respeto de los británicos por la monarquía se ha desvanecido, la Reina Madre, aficionada a las carreras de caballos y firme creyente de los poderes curativos de la ginebra y el agua quinada, normalmente encabeza las estadísticas de popularidad entre los miembros de la casa real.
Asimismo, sigue siendo un recuerdo cuando era el símbolo de una monarquía basada en una familia sólida y que se ganó el respeto de sus súbditos al negarse a abandonar Londres durante el bombardeo alemán contra la capital británica en la Segunda Guerra Mundial.
Adolfo Hitler, incluso, la llamó la mujer más peligrosa de Europa, por el enorme afecto que tenía entre el público cuando el Palacio de Buckingham fue dañado por una bomba en 1940.
También ayudó a limpiar la imagen manchada de la monarquía luego de la abdicación del Rey Eduardo VIII, en 1936, quien renunció al cetro para casarse con la estadounidense divorciada Wallis Simpson.
Esto llevó al tímido y retraído esposo de la Reina Madre, Jorge VI, al trono. Su odio por Simpson fue muy fuerte y duró toda la vida.
La Reina Madre fue la confidente de Diana Spencer antes de que se casara con el príncipe heredero Carlos, y también dio consejos a Sarah Ferguson, quien contrajo nupcias con el príncipe Andrés.
En un tiempo calificada como "la mujer que salvó a la monarquía", ahora enfrenta una de las ironías más crueles: la popularidad de la monarquía ha caído a su nivel más bajo, casi al nivel en que estaba cuando la rescató hace 60 años.