El tamaño del cerebro de los seres humanos está relacionado con la extensión de sus redes o cantidad de relaciones sociales.
Un grupo de científicos británicos, guiados por el antropólogo Robin Dunbar, llegó a esta conclusión tras analizar en detalle el cerebro de 40 adultos sanos.
Dunbar es el mismo experto de la Universidad de Oxford que hace dos décadas realizó una investigación similar, en la que demostró que el tamaño o volumen de la región del cerebro conocida como neocorteza aumenta en los primates conforme aumenta el tamaño del grupo social en que estos se desarrollan.
La neocorteza es la capa cerebral externa (de unos 2 mm de grosor) en la que se llevan a cabo funciones superiores como la planificación, el razonamiento y el lenguaje. Se denomina así por ser la capa evolutivamente más moderna del cerebro.
Así, por ejemplo, un macaco (uno de los monos que carecen de cola) presenta una proporción pequeña de neocorteza y su grupo normal de socialización es de 40 individuos. En cambio, los chimpancés tienen una proporción mayor de neocorteza y su ámbito de socialización es de unos 50 individuos. En los humanos, según Dunbar, el círculo de socialización normal es de unas 150 personas.
Los estudios de Dunbar se engloban lo que técnicamente se conoce como la hipótesis del cerebro social. Según esta teoría, mayor proporción de neocorteza permite mantener las relaciones complejas necesarias para la coexistencia.
Esto apoya la propuesta original de Dunbar, en el sentido de que los cerebros humanos son grandes no solo en función de darnos mayor inteligencia y poder de abstracción, sino también para poder manejar relaciones sociales muy complejas. Esto último es un punto clave en nuestro éxito como especie dominante en la Tierra.
Según se explica en una investigación publicada en Neuropsychologia, esa capacidad de mantener redes sociales amplias ha sido tan importante para nuestro éxito como el contar con dos manos libres para utilizarlas en distintas tareas.
A cada individuo le hicieron una prueba psicológica sobre sus habilidades sociales, y encontraron que el contar con una gran corteza prefrontal orbital no es sinónimo de tener una amplia red de relaciones sociales.
Para tener esa red es necesarios desarrollar habilidades psicológicas, especialmente tratar de entender cómo están pensando los otros frente a una situación o qué sentimientos experimentan.
Según recordó Michael Harr en un artículo publicado en Scientific American, estudios previos demostraron que los chimpancés, aunque cercanos genéticamente a los humanos, tienen poco desarrollada esa capacidad.