Cualquier otra estrella consolidada no se hubiera preocupado mucho por lucirse en un país pequeño como Costa Rica. Ya antes ha pasado. Pero Ricky Martin no es una estrella cualquiera.
El esperado regreso del boricua a suelo tico no estuvo a nivel de las expectativas de su público, simplemente porque nadie podía esperarse un profesionalismo de tan alto nivel. Martin le dio a los costarricenses el lugar que cualquier público se merece, y por eso, su espectáculo fue perfecto de cabo a rabo.
No importa si uno es seguidor o no de sus canciones (para gustos, los colores). Sin embargo, solo un mezquino podría negar que lo que sucedió anoche en el estadio Ricardo Saprissa, en Tibás, ha sido el mejor concierto de música pop que aquí se haya dado. Así de sencillo.
Por espacio de dos horas, el puertorriqueño y su excelente equipo de colaboradores deleitaron a las más de 20.000 almas presentes con un montaje emotivo y a la vez explosivo. Ni un solo detalle fue descuidado.
Rickylandia. El resto del año podrá ser la “cueva del monstruo”, pero anoche el recinto morado fue tierra de Ricky. Apenas arrancaba la mañana de ayer y ya las fans más fiebres del cantante estaban en las aceras del Saprissa (ver página 2): para ellas, el concierto era algo de todo el día.
Para cuando ya empezaba a entrar la noche, las inmediaciones del estadio eran un hormiguero humano. Los gritos de los cuidacarros competían con los anuncios de quienes vendían camisetas “pirateadas” de Martin, mientras que los revendedores hacían su fiesta de especulación, ofreciendo incluso entradas VIP a 65.000 colones... y lo peor es que hubo quien pagara tal capricho.
Justo es reconocer que la productora Evenpro se lució en todos los sentidos: el ingreso del público fue ordenado, el sonido estuvo a la altura y la tarima y luces empleadas fueron dignas de los grandes escenarios mundiales.
A las 8 p. m. (la puntualidad, otro gran acierto), el nacional Humberto Vargas ya estaba en lo suyo. El trovador herediano interpretó cuatro temas, siendo el último su éxito Dilo de una vez.
Volado. Faltaban tres minutos para las 9 p. m. cuando las luces desaparecieron y se desató el frenesí. Sobre las pantallas apareció un video de un Ricky submarino, casi que danzando bajo el agua, y con eso se marcó el reencuentro del exMenudo con Tiquicia.
Rodeado por unos elásticos bailarines, Ricky surgió en medio de un escenario impresionante: provisto de elevadores, pantallas de luces y pasarelas móviles. Ricky no se guardó nada en un espectáculo con segmentos muy bien marcados: primero, el explosivo, con temas como Jaleo y María ; luego, el acústico, con canciones puro matiz al estilo de Vuelve y Gracias por pensar en mí y el festivo, de Living la vida loca , La bomba y La copa de la vida . Ante una descarga así, no abrir la boca para gritar hubiera sido un pecado. Hubo ovación total.