AUNQUE, EL SER humano se ha empeñado en ensuciar todos los ríos que encuentra a su paso, todavía quedan algunas corrientes aprovechables. El Río Costa Rica, en Guápiles, hace una especie de "llamada" al viajero que pasa por la autopista Braulio Carrillo y oye el sonido de sus aguas claras.
En la zona del Caribe son muchos los ríos que invitan a la gente, mientras recorre las carreteras, a darse un buen chapuzón, y en especial el Costa Rica.
En esas aguas cristalinas, por ejemplo, un paredón de piedra sirve de trampolín y unas varillas de construcción hacen las veces de una escalerilla. El techo del restaurante Río Costa Rica también sirve de "zona de lanzamientos" para los más arriesgados.
El día que pasamos por ese lugar, a mediados de la semana pasada, tuvimos mucha suerte, pues el astro rey nos regaló sus rayos generosamente; tanto, que decidimos conocer sus refrescantes aguas.
Las piedras estaban un poco resbalosas, cubiertas de musgos y algunos peces saltaban de vez en cuando fuera del agua, lo que enriquecía más nuestro descanso.
Sin embargo, como advierten los lugareños, esas aguas hermosas y refrescantes también son peligrosas. "Si usted nota que el nivel de las aguas es muy alto o que están muy sucias, mejor no se meta", nos cometaba un buen vecino, mientras trataba de explicarnos las bondades del Costa Rica.
Estas aguas han cobrado varias vidas de personas desprevenidas. Así que ya lo sabe siempre que tome un baño en estas condiciones, sea precavido.
El día de nuestro recorrido, por ejemplo, pudimos observar a numerosas familias disfrutar del paseo. Unos descasaban sobre las piedras, otros decidieron colocar sus parrillas sobre los pocos playones y las piedras y otros, que se alejaban más de la poza, decidieron pescar.
Por supuesto que cantidad de visitantes se valen de las bondades del Costa Rica para escuchar su música y disfrutar de sus bebidas favoritas.
Los visitantes llegan de diversos sitios. Así, María Teresa Fernández de 10 años y Cinthya Tenorio de 13, caminaron una hora para poder darse un chapuzón. Al preguntarles dónde vivían. Cinthya esboza una sonrisa y con toda naturalidad contesta: "Allá arriba, en la montaña".
Ellas no necesitan un vestido de baño, se meten al agua así con todo y ropa. El trozo de un puente caído hace tiempo sirve de zona de descanso. Ahí se sienta toda una familia a lanzarse agua y gozar de las cristalinas aguas.
Las piedras sirven de asiento para que la tertulia transcurra tranquilamente. Los que llegaron ese día son clientes asiduos de este balneario natural. Oscar Fernández llegó desde Pavas, en las piedras, él hace ejercicios, prepara comida, se divierte con sus amigos y de paso se refresca.
La familia Salas, heredianos de pura cepa, son también asiduos visitantes y para los niños, al igual que se padre, jugar a los exploradores es una diversión que no cambian por nada.
Y mientras el río se convierte,minuto a minuto, en área de juegos para todas las edades, el restaurante ofrece un baño y unos "casaditos" para los hambrientos a un precio muy cómodo, a partir de las 10 de la mañana.
Las instalaciones no están en óptimas condiciones, el paso del tiempo las ha golpeado. Los recuerdos de paseos de distintos lugares de San José, han quedado registrados en algunas de las paredes.
Algunos pasan por la carretera y se antojan de meterse al agua, otros vienen en buses con el objetivo específico de bañarse en el río. Cuando hay alguna mejenga por esos lados, los deportistas aprovechan para pasar al Costa Rica.
El lugar tiene pinta de eterno recreo, los árboles rodean el cauce. Una de las mejores terapias para el estrés es tirarse boca arriba a flotar mientras se ven las hojas de los árboles moverse con el viento.