FUERA, LA VIDA APARENTA ser otra; dentro, sigue igualita. Es Chelles: eternas sillas rojas y espejos que nunca intimidan.
De estar abierto, Chelles tiene como 90 años. Sólo el edificio tiene como 100 años. Vecinos y viejitos me han contado que, cuando la avenida Central era calle de piedra, ya Chelles estaba ahí.
(William Vélez Soto, 56 años, uno de los actuales propietarios de Chelles.)
El pito de las sirenas y los buses cruza la esquina y sigue de largo. En pleno San José, las cuadras son cada vez más estrechas para todo lo que sucede y todo parece suceder alrededor de Chelles.
Tengo 31 años de estar aquí trabajando. Cuando vine tenía como 26 años. En esa época, el dueño era Gerardo Andújar García, un español. Vine de Grecia y conseguí trabajo en el despacho, pero luego me pasaron a la caja. Así fue hasta que el español se retiró y nos dijo (a mí, a mi hijo y a Rodrigo Valverde, que éramos sus empleados): "Trabajen, y ahí me lo van pagando". Yo siempre le estoy agradecido a Gerardo porque él consideró nuestro esfuerzo y al final nos premió dejándonos el negocio. Fue casi un regalo. (William Vélez.)
El bar recibe su alimento urbano sin detenerse: siguen el rumor de los vasos bajo el chorro de agua, el barullo de platos servidos, las monedas del vuelto en el delantal de las meseras. Desde hace 32 años, la vida hace tres comidas diarias en esta esquina (el milagro de la jornada continua), y también se echa sus tragos.
El nombre de Chelles nació cuando un francés tuvo este negocio. Aparentemente se trataba de un señor de apellido Chase, pariente del escritor (Alfonso), y la gente, al oírlo y repetirlo, comenzó a decirle "señor Chelles". (William Vélez.)
Es pura historia oral. Hay mesas fumadoras -con solitarios empedernidos-, mesas conversadoras, mesas en plena reconciliación. Las tazas de café y las botellas de cerveza corren hasta ellas siguiendo el ritmo de las agujas del reloj.
Antes, la gente era muy peleona: aquí había pleitos todos los días. Ahora no; por suerte, hay muy buena gente. (William Vélez.)
El día lo han reservado las familias, los aventureros diurnos, las aves de paso ligero. La noche es para los pesos pesados, los sonámbulos con sed, los aliados del insomnio.
Son varias vidas en un mismo día. (Rosemary Cordero Monge, 37 años, salonera, con 13 años de trabajar en los tres turnos.)
Nada detiene a este lugar, que a estas alturas del siglo ya es emblema patrio. Si Chelles no existiera, ¿cómo se darían las direcciones en San José?
Principalmente en la noche, llegan bellas personas, que uno desea que no se vayan, hasta otras que uno desea que no entren. Claro que hay que tener su carácter. A más de un viejo atrevido lo bañé con un vaso de agua. (Sara Gutiérrez Díaz, 25 años de trabajar como salonera. Ahora trabaja sólo de día.)
Yo, a uno que me tocó, le corrí la silla y lo dejé caer. (Rosemary.)
La calle: sinónimo de gente buscando gente. Con dos puertas que no requieren candado, Chelles es una de sus desembocaduras.
Chelles A. C.
Hace 30 años, todo era bien distinto...
De luz se pagaban ¢500; ahora se pagan ¢190.000.
Por el alquiler de Chelles, la taberna y dos apartamentos, se pagaban ¢7.500. Sólo por Chelles, hoy se pagan ¢384.000.
El café negro, con pan y natilla, valía ¢1; un sandwich de carne, ¢1,50; una cerveza con boca, ¢1,25.
Cómo, dónde, cuándo
¿Qué? Bar Chelles.
Dirección : Avenida Central, esquina con calle 9.
Horario : Todos los días, las 24 horas.
Tipos de comida : Sandwiches, desayunos, batidos, casados, arreglados y gallo pinto.
Precios : Sandwiches de carne (¢632), cubano (¢1.562), gallo pinto con huevos (¢561) y batidos en leche (¢374).
Bebidas alcohólicas : Etiqueta negra (¢970), tequila (¢450), guaro (¢230), ron (¢425) y cerveza (¢330; ¢475 con boca).
Tarjetas : Todas las de Credomatic.
Teléfono : 221-1369.
Parqueo : No hay.