La Auditoría Interna de la CCSS se incautó ayer de varios expedientes de compras urgentes y ordinarias de medicamentos.
A simple vista, el hecho parece formar parte de los procesos acordados para esclarecer las responsabilidades de funcionarios y proveedores en la adjudicación de las cada vez más frecuentes y millonarias adquisiciones urgentes.
Sin embargo, el caso va más allá, si leemos con detenimiento la declaración de la Auditoría en torno a las razones de la acción: “Custodiar y garantizar la debida integridad de la documentación y para que ninguna de las piezas de los expedientes se extravíe o desaparezca por alguna situación particular”.
Entre los casos en estudio, figuran la compra del antirretroviral darunavir por ¢41,5 millones y el anestésico local lidocaína clorhidrato con epinefrina, por ¢6,7 millones.
Este capítulo se suma a las ya conocidas revelaciones de este diario sobre el poder adquirido por uno de sus gestores de compras, pese a su escasa trayectoria en la institución.
También destaca la irrupción de un ciudadano indio, apoderado de dos farmacéuticas proveedoras de la CCSS y beneficiadas de manera creciente por el gestor de fármacos.
Precisamente, el foráneo está ligado, por medio de una empresa “subsidiaria” –según se anunciaba esta en Internet hasta el fin de semana pasado–, a la madre del funcionario, hoy suspendido por dos meses.
El misterioso personaje entró al país, no como empresario ni farmacéutico, sino como colega nuestro porque se registró en Migración “como personal de medio de comunicación”.
Un elemento más que no debe perderse en toda esta madeja: si las expeditas compras urgentes llegaron a tal protagonismo, conviene que la Caja investigue por qué surge el desabastecimiento de ciertos fármacos. ¿Dónde queda la planificación cuando hay tantos pacientes mendigando por medicinas que les dicen están agotadas?
Hoy, la CCSS de Pandora terminó de abrirse gracias a la actitud firme de los jerarcas de la entidad –que reclamé en anteriores columnas– y a un gran número de servidores que decidieron romper el silencio cómplice que carcomía a la septuagenaria entidad.
Sin embargo, debe actuarse con cabeza fría para no entorpecer ni precipitar los resultados finales. El trabajo es descomunal pero esperanzador.