por Luis A. Torres
Miami (EEUU), 8 jun (EFE).- Roberto Canessa, uno de los 16 sobrevivientes del accidente de un avión uruguayo en Los Andes en 1972, menciona de manera directa y sin que se lo pregunten como tuvieron que comer carne de sus compañeros muertos para salir adelante en condiciones extremas.
"Tuvimos que comer de sus músculos ya inservibles para poder sobrevivir", dijo hoy Canessa en la librería Books & Books de Coral Gables, uno de los municipios de Miami, en una presentación sobre cómo afrontar una dinámica de grupo en una situación de crisis.
Canessa tiene ahora 50 años y se dedica a dar conferencias en todo el mundo en los tiempos libres que le deja su profesión de cardiólogo pediatra y de escuchar opiniones de los políticos para que aspire a la presidencia de su país.
Para Canessa, "se ha superado el tabú" en la discusión sobre si fue correcto o no lo que hicieron tras chocar el avión "Fairchild" de la Fuerza Aérea Uruguaya sobre una montaña de Los Andes, entre Argentina y Chile, en octubre de 1972.
En inglés y sin necesidad de hacerse el héroe, Canessa recuerda que los 72 días que pasaron perdidos en las montañas nevadas andinas fue "peor que el infierno de Dante" y que para los que sobrevivieron, "fue una prueba de los límites de lo que aguanta el ser humano".
El pequeño avión turbohélice llevaba a Santiago de Chile a los jugadores y familiares del "Old Christian", un equipo de rugby de un colegio de Montevideo.
En el siniestro aéreo, debido a una tormenta, murieron 24 personas, algunas de ellas en el violento choque contra la montaña y otras en los siguientes días.
Canessa y Fernando Parrado caminaron doce días escalando varios picos nevados hasta poder pedir ayuda a unos campesinos en Chile, quienes alertaron a las autoridades para enviar helicópteros a fin de rescatar a los otros 14 sobrevivientes.
El médico uruguayo dijo que el libro de Piers Pauil Read sobre esta tragedia y la posterior película "Alive" ("Viven") que se rodó reflejan bien "lo que son las situaciones límites que pueden afrontar un grupo de seres humanos enfrentados a la misma adversidad".
Preguntado si esa experiencia lo ha acercado más a la religión, Canessa dijo que cree que hay dos clases de Dios: "Uno el que nos muestran en la escuela que está sentado en el cielo y que nos envía rayos a la gente de abajo. Y Otro, es el que conocimos en Los Andes, prácticamente convivíamos con él y le pedíamos su ayuda".
"Aprendimos a que no nos importaba si nos iba a tocar morir porque estábamos en paz con nuestras almas y con Dios", confesó.
Al final, Canessa cree que Dios le envío a Parrado y a él la fuerza necesaria para seguir escalando montañas.
Reconoció que aún tiene miedo a volar alguna vez, pero que ha podido gozar de esta maravilla de poder moverse de un sitio a otro, especialmente ahora que por razones profesionales tiene que hacerlo.
"De todas maneras, creo en el destino", dijo Canessa.
Los 16 sobrevivientes se reúnen cada año el 21 de diciembre, el día que pudieron dar a conocer al mundo que estaban vivos, a pesar que ya los habían dado por muertos a todos.
Canessa y Parrado, que ahora tiene un canal de televisión, viven muy cerca uno del otro en Montevideo y ambos son padrinos de los hijos del otro.
Ambos han tenido mucho contacto con los familiares de los muertos y varios de ellos, según Canessa, les han dicho que si hubieran estado en ese avión, "hubieran hecho lo mismo que nosotros. EFE
lat/jma